Capítulo 21

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Bebió un sorbo de su té bien cargado sin despegar la vista del fuego de la chimenea. No hacía mucho rato que había llegado de trabajar y aun así Ulrik aún tardaría un rato más, siempre se entretenía más de lo que decía en el gimnasio, pero eso era mucho mejor que cuando salía a hacer escalada o descenso de barrancos. En otro momento ella se habría puesto a hacer algo productivo, adelantar trabajo, cocinar algo... pero ese día en cuestión su mente no daba para mucho, sólo podía darle vueltas una y otra vez a las palabras que le había dicho Joakin un par de días atrás cuando habían quedado a tomar un café.

—Ulrik te quiere mucho, realmente eres la vida para ese hombre, ¿sabes? —dijo Joakin esa tarde sentado en una cafetería del centro de la ciudad.

Ilia sonrió un poco avergonzada, pero asintió.

—Sé que me quiere, aunque creo que exageras un poco, Joakin.

—En absoluto —replicó él con expresión seria—. Eres la vida de alguien cuando esa persona haría cualquier cosa por verte feliz, por no decepcionarte, cuando pone tu querer por encima del suyo y cuando teme perderte a cada mínima insinuación y sufre por ello —explicó y dejó que sus palabras calaran en su amiga.

Ella lo miró con los ojos muy abiertos, tratando de encontrar alguna forma de rebatirlo, como siempre, fue imposible.

—¿Qui... quieres decir que Ulrik sufre por mí?

Joakin apretó su mano sobre la mesa.

—¿Recuerdas su reacción a los primeros azotes de la escena? ¿De qué estabas hablándome antes de eso?

La mujer hizo memoria y cuando lo recordó volvió a sorprenderse.

—De volver a atarme para ti alguna vez... pero yo no quise decir que sería tu sumisa de nuevo o algo por estilo —trató de explicar, aunque ya se sentía mal al confirmar que sí había hecho algo malo.

—Claro que no, pequeña, pero los miedos son irracionales, por lo que él puede hacer una montaña de un grano de arena. No es culpa tuya en absoluto —dijo firmemente, con las últimas palabras hizo que lo mirara a los ojos.

—No quiero que sufra por mí, no quiero que haga todo por complacerme, incluso si le disgusta, quiero que sea él mismo, Joakin —dijo angustiada.

—Lo sé, no te preocupes, no lo has perdido —contestó el hombre. Besó su frente y la instó a beber un poco más y a respirar antes de continuar hablando—. Creo que la raíz del problema es que no ha sabido diferenciar ser tu pareja de ser tu sumiso y cuando le comenzó a entrar alguna duda no habló contigo. Es sano que te ame y quiera tu felicidad, que se someta a ti porque ambos disfrutáis con este juego, pero no que crea que deba aplicar eso a cada aspecto de vuestra vida y piense que no tiene ni voz ni voto. Quizás debió pedir una concreción de a dónde iba a llegar tu influencia fuera de las escenas —teorizó Joakin—. Tengo la impresión de que es tan celoso como tú de él, pero no has visto ni una mínima muestra de ello, ¿cierto? Y no tiene un carácter débil, es un espíritu rebelde sin causa, como me contaste. —Sonrió al decir el apelativo con el que había visto a Ilia llamarlo con tanto cariño—. De modo que debe de estar haciendo un verdadero esfuerzo por contenerse de hacer lo que le place si piensa que eso puede molestarte y sobre todo distanciarte de él.

Ilia bajó la mirada pensando en sus palabras. Era cierto que desde que empezaron con lo de ser su sumiso le había planteado muy pocas dudas, por más que ella preguntara él siempre estaba bien, siempre tenía todo claro. Por eso ella había pensado que realmente todo estaba bien, aunque si lo meditaba más a fondo era cierto que parecía haber perdido parte de esa rebeldía que lo caracterizaba y que era una de las principales cosas que le habían encantado de él. También tenía razón en que nunca había visto ninguna muestra de celos, ni cuando Lukas la había besado la primera vez que se vieron, sólo desconcierto y luego nada, volvió a ser él, ni siquiera le pidió explicaciones y eso que estaba más que dispuesta a dárselas. ¡Dios! No quería que él se contuviera de ser quien era, no quería que mezclara un juego con la vida cotidiana, porque entonces seguro que eso terminaba y bajo ningún concepto quería perderlo. Ella quería al Ulrik del que se había enamorado, no un... criado que hiciera todo lo que ella le pidiera sin rechistar. Y si para volver a tenerlo debía poner punto y final a todo el tema de que fuera su sumiso lo haría sin dudarlo, pero aún quería encontrar un equilibrio, porque sabía que él también disfrutaba de eso.

Mi rebelde sin causaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora