Capítulo 15

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Giró en la calle por la que Ulrik le había indicado y sintió cómo ese nudo en su estómago se apretaba más, apenas quedaban unos minutos para conocer a los padres de él. Habían decidido ir en el coche de ella para que fuera más cómodo llevar algo de equipaje. Aparcó frente a una pequeña casa con la fachada azul grisácea y el tejado de teja roja y respiró hondo.

Ulrik la besó en la mejilla.

—No te preocupes, va a ir bien —dijo por enésima vez en veinticuatro horas. El día anterior había confirmado que ese año no se irían a Orø, su hermano había suspendido hasta el recreo, se habían puesto serios ante su insistencia y estaba encerrado en la habitación y con un profesor particular pese a ser vacaciones.

—Seguro —contestó sonriendo y bajó del coche. Caminó hasta el maletero y sacó una pequeña mochila con sus cosas.

Él cogió su mochila y una bolsa con dulces, y cogió la mano de Ilia antes de avanzar. Le dio un beso más y abrió la puerta.

—¡Tesoro! Ya has llegado. —Se escuchó la voz de su madre acercarse saliendo de la cocina con un paño en las manos—. ¡Anker, ya están aquí! —Acortó la distancia para dar un abrazo a su hijo haciendo que se agachara para que con su altura de metro sesenta pudiera hacerlo y besar sus mejillas.

—Hola, mamá.

—"Hola, mamá", ¿eso es todo lo que dices después de no poner un pie aquí en tres meses? —cuestionó la mujer. Negó con la cabeza y le dio otro par de besos—. Y tú, debes ser Ilia. Claro que eres Ilia, no hay más que verte, eres más guapa que en la pantalla. Ven, cariño, no seas vergonzosa. Yo soy Metalisse, pero me puedes llamar Tali.

Ilia se acercó a la mujer y sonrió agradecida por su halago.

—Gracias. Es un placer conocerte, Tali. —La saludó ofreciéndole una mano educadamente.

La mujer menuda de pelo castaño oscuro y ondulado como el de Ulrik y los ojos azules le dio la mano por compromiso y después le dio un abrazo.

—Bienvenida. Venga, no os quedéis ahí, pasad. ¿Qué traes ahí, tesoro?

—Dulces —contestó Ulrik pasándole la bolsa a su madre. Sonrió divertido por la situación y miró a Ilia por si estaba incómoda por la efusividad de su madre, quizás no la había avisado lo suficiente.

—Buñuelos —dijo la mujer casi relamiéndose tras inspeccionar la bolsa—. ¿Por qué no dejáis los achiperres y sacas a tu padre del despacho? Sacarlo, no unirte que hay que comer —concretó con diversión—. Creo que estaba viendo un documental —dijo negando con la cabeza—. Tu hermano está en su habitación estudiando... espero —murmuró lo último un tanto desesperanzada.

Ulrik dejó un beso en la mejilla de su madre.

—Ahora volvemos.

Salieron de la cocina y subieron al piso superior abuhardillado, entraron en la puerta de la izquierda, de la puerta de la derecha salía rap a todo volumen y opacaba la musiquilla de la habitación del fondo. Su habitación tenía una cama de cuerpo y medio, un escritorio y un armario empotrado, las paredes estaban cubiertas de pósteres de grupos de rock y paisajes a partes iguales, también había un par de pósteres con hombres y mujeres ligeros de ropa; casi no había cambiado la decoración desde el instituto. Dejó su mochila y la de Ilia sobre la cama y acunó el rostro de la mujer con ambas manos.

—¿Estás bien?

Ella asintió sonriéndole.

—En verdad es efusiva —comentó divertida, abrazándolo por la cintura—. Es agradable. —La madre de Ulrik le daba más respeto que su padre, quizá por eso de que las relaciones nuera-suegra nunca funcionaban, pero le había parecido una mujer muy agradable y amable, y no parecía querer hacerle un interrogatorio exhaustivo. Echó un vistazo a la habitación de Ulrik curiosa—. Tienes un buen gusto para la decoración —bromeó señalando un póster con un modelo de ropa interior más que agradable a la vista.

Mi rebelde sin causaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora