Hermana

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Hugo amaba a su hermana, Sandra, de una manera tal que cualquiera con un poco de malicia y malas intenciones podría decir que más que hermanos parecían una pareja. Él, siempre atento con ella, la cuidaba, protegía y la ponía en primer lugar. Era todo un caballero con ella, retirando la silla para que se sentara cuando salían a cenar, abriéndole las puertas del lugar a donde iban o del mismo auto, tomándola de la mano para ayudarla a bajar las escaleras y mucho más. Siempre decía que el amor que profesaba por su hermana era, pese a ser visto por los demás de forma mal intencionada, el más puro de todos, hasta la noche que todo cambió.

Su auto avanzaba por la oscura carretera, volvían de pasar un fin de semana con sus amigos, Laura y Reynaldo, con quienes habían pasado muchos momentos alegres, pues se conocían desde muy pequeños. Estudiaron juntos y terminaron sus carreras con éxito. En sus trabajos, cada uno era una eminencia. Hugo, como ingeniero industrial, tenía a su cargo el mantenimiento y control de líneas de producción enteras de más de cinco fábricas automotrices. Sandra había decidido por la psicología, especializada en niños, ayudándoles a superar sus miedos y traumas de la infancia, pues tenía la filosofía de que una mente sana en los niños haría que estos crecieran como adultos fuertes y emocionalmente estables. Sus amigos, Laura y Reynaldo, eran contadores que trabajaban para una empresa multinacional encargada de armar, vender y distribuir equipo de cómputo a más de 15 países. La vida les trataba muy bien, y para tener 25 años eran exitosos y gozaban de grandes lujos.

Cuando la vida parece más alegre, llena de luz y felicidad, la sombra de la desgracia se presenta, opacando la dicha que parecía no tener fin. La noche que regresaban a casa, después de visitar a sus amigos, Hugo y Sandra reían, escuchaban música en la radio y rememorando los momentos con sus amigos cuando, sin darse cuenta, en una curva, un camión apareció de pronto, impactando por la derecha el auto, sacándolo del camino y estrellándose en un árbol. Hugo quedó inconsciente, despertando unas horas después en el hospital. Los médicos y enfermeras le aclararon la situación; el impacto en la carretera había sido con un camión que transportaba madera, al parecer de una maderera ilegal que talaba el bosque por la noches para no atraer curiosos ni a las autoridades, iba a exceso de velocidad, y de no haber sido por un motociclista que pasaba cerca, nadie se habría enterado de la situación, ya que fue él quien llamó a la ambulancia. Su primera reacción fue peguntar por su hermana, que iba en el asiento del copiloto. El silencio se hizo presente, nadie respondió por unos segundos. El corazón de Hugo latía a mil por hora, un sudor frio recorrió su espina, trataba de negarse al pensamiento que cruzaba por su mente, pero él sabía lo que había pasado. Con la mayor delicadeza que le fue posible, el doctor le dio la noticia: Sandra murió en el accidente. El impacto fue directo en su lado, no quisieron darle ningún detalle, pero el que le hayan dicho que "no tenía posibilidades de sobrevivir tras el impacto" le dejó mudo, el shock lo dejó sin aliento, sus manos temblorosas subieron lentamente a su cara, cubriéndola y presionando sus ojos para contener no solo el llanto sino el grito de desesperación que subía por su garganta. Temblaba con intensidad y su corazón estaba tan acelerado que se habría salido de su cuerpo, ni siquiera entero, sino destruido en mil pedazos, porque ahora que su hermana había muerto, una parte de su ser había muerto con ella, destrozando su corazón. Pasados unos segundos no pudo contener el potente grito, de desesperación y tristeza resonó en la habitación y se hizo sonar por todo el hospital, Hugo estaba en ese momento muerto, muerto en vida, pues se había ido la luz de su vida, el calor de su corazón, la única persona a la que había adorado y amado en toda su vida. Perdió esa noche a su amiga, a su confidente, a su modelo de mujer ideal, lo había perdido todo esa noche.

Los años pasaron, y durante el periodo de seis años que su rehabilitación y sus terapias psicológicas duraron Hugo se había recuperado bastante, física y mentalmente, ya que el impacto le destrozo la pierna derecha en tres secciones, perdió la audición en el oído izquierdo por un trozo de vidrio incrustado, además de tres costillas rotas. Su mente colapsada le hacía despertarse cada que lograba dormir, gritando desesperado al revivir, en pesadillas, el momento de mil y un formas distintas. En una ocasión veía el mismo evento en cámara lenta, pudiendo ver los trozos de cristal volando frente a sus ojos, sus manos separándose del volante, observando el volante doblándose y pedazos de plástico y cable saliendo en todas direcciones. En otras ocasiones veía todo en tercera persona, pudiendo observar el instante en que el camión avanzaba a toda velocidad para impactarse con el auto, en ocasiones en movimiento, otras detenido, incluso llegó a soñarse en la cabaña de sus amigos, bebiendo y comiendo, riendo sonoramente cuando por la ventana, a toda velocidad, el camión impactaba de lleno, aplastando a todos, quedando el sentado en su lugar, con su copa en la mano, sin poder hacer nada para evitarlo. Despertaba sudando frio, gritando, como si hubiera recién ocurrido el trágico evento.

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