Bestia

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Bajé a la cocina después de casi ocho horas trabajando. Estaba cansado, los ojos me ardían, y ni qué decir la espalda. Estar sentado frente a la computadora es algo agotador, el trabajo de programador independiente no es algo tan tranquilo ni glamoroso como muchos de los pocos amigos que tengo piensan. No es solo sentarse a la computadora a estar tecleando código como demente, sino que hay que estar haciendo diagramas a mano o igual en la computadora, pruebas, buscar códigos en línea si algo no sale como te lo imaginabas o si el cliente pide alguna función demasiado específica, y ni qué decir de errores inesperados.

Tenía hambre, pero era noche y no quería hacer nada elaborado. Abrí el refrigerador y encontré leche, arriba de este, la caja de cereal. Al menos algo ligero y rápido. Me senté a prepararlo y comenzar a cenar cuando vi la hora: once de la noche. No era tan noche como me esperaba pero de todos modos afuera estaba oscuro como boca de lobo. Estaba por terminar cuando escuché un ruido afuera de botellas y latas revolviéndose, seguramente un gato o un mapache buscando comida entre la basura, por lo que no le presté atención. Terminé mi cena y me disponía a lavar el plato cuando un nuevo ruido llamó mi atención. Era como un pequeño golpecito en la ventana de la cocina. Levanté la cortina pero no vi nada, sea porque el gato o mapache se había ido o porque solo era producto de mi imaginación, después de todo estaba muy cansado ya, por lo que era normal oír ruidos donde no había nada. Terminé por lavar el plato cuando al salir de la cocina juraría que se escuchó una especie de gruñido, lo que se me hizo raro pues, pese a vivir en una zona alejada de otras casas, no hay osos ni nada parecido, además que ningún gato, perro o mapache haría un ruido como ese, o tal vez sí, después de todo era programador, no zoólogo. Me acerqué al teléfono que está al lado de la puerta de salida de la cocina después de asegurarme que estuviera bien cerrada. Llamé a la policía, fue lo único que se me ocurrió. Unos segundos de espera fueron respondidos por una voz seria.

­–Emergencias, ¿cómo le puedo ayudar?

–Buenas noches –cortesía ante todo, pensé–, solo quería notificar que afuera de mi casa se escuchan ruidos muy raros, como gruñidos –ya comenzaba a creer que era una tontería haber llamado por un animal hambriento.

–¿Son gruñidos como de un perro?

–No –respondí rápido y seguro–, es... otra cosa. Yo vivo solo y en una zona algo apartada, por eso me preocupo.

–Bien, asegúrese de cerrar bien puertas y ventanas...

El operador al otro lado de la línea siguió hablando, yo no le prestaba atención, ya que un ruido me había distraído, fue un golpe en la puerta principal, como si alguien hubiera pateado. Interrumpí al operador.

–Disculpe, pero acaban de patear la puerta, o bueno, le dieron un golpe muy fuerte.

–¿En qué parte de la casa está usted?

–En la cocina –me di cuenta que mi voz comenzaba a temblar.

–Muy bien, vamos a hacer esto; usted quédese alejado de puertas y ventanas, vamos a enviar a una patrulla. Dice que hubo gruñidos pero menciona que "patearon" la puerta. ¿Cree que haya sido una persona?

–No lo sé, solo me pareció una patada.

–No se preocupe, vamos a un equipo listo, sea un animal o una persona lo que esté merodeando.

Me tomaron los datos y colgué el teléfono. Tomé una escoba a modo espada y me dirigí a la sala. Me estremecí al volver a escuchar el golpe en la puerta.

–Váyanse, acabo de llamar a la policía –fue la cosa más tonta que pude haber hecho, si lo que golpeaba mi puerta sospechaba que había alguien dentro, ahora lo podía confirmar. Un par de golpes más se escucharon para después ser intercambiados por pisadas que se alejaban de la puerta, después, un silencio sepulcral. Un alfiler podría haber caído en el segundo piso y lo habría escuchado.

El ABC del TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora