Juntos

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–Juntos al fin, mi amor, juntos al fin –expresaba Julia con gran alegría mientras abrazaba a su amado Sergio–. Tuvimos tantas dificultades pero al fin logramos nuestro sueño.

Julia se levantó de la cama, dirigiendo una mirada dulce a su enamorado, lanzando un suspiro y dirigiéndose a la mesita de noche para tomar un tazón de fruta.

–¿Recuerdas todas las complicaciones que tuvimos para lograr vivir juntos, mi amor? –Preguntaba mientras arrancaba una uva para comerla– Tu familia no me quería al principio, ¿verdad? Recuerdo que tu padre al principio me veía con desconfianza, y tu madre... bueno, perdona, pero siempre pensé que quería ahorcarme. Desde el primer día que te vi me enamoré de ti, ese día en el centro comercial, ibas acompañado por la que me dijiste luego era tu novia en ese momento, una muchacha algo insípida, la verdad, flaca y dientona, no sé qué le veías... como sea, ese día te seguí un rato por el lugar, quería hablarte pero no te despegabas de esa... –miró fijamente Sergio, guardando silencio como pensando lo que iba a decir–, perdón, prometí no volver a hablar mal de ella. Bueno, al final del día te perdí de vista, pero tuve la suerte de verte de nuevo unos días después en la cafetería que estaba cerca de la estación de metro. Estaba ahí, comprando un capuchino cuando entraste, mi corazón latió con tanta fuerza que casi grité de la emoción. Tenía mucha vergüenza y pena, pero me acerqué a saludarte, no sabía que decir pero tú me hiciste conversación. Oh, Dios, estaba tan emocionada. Algo me decía que estabas enamorado, perdidamente enamorado como yo lo estaba de ti. Me diste tu número y yo el mío. No tienes idea de lo feliz que estaba ese día.

–Hablamos por días, nos íbamos conociendo mejor, yo iba conociendo más de ti, y aunque al principio no teníamos mucho en común, por ti comencé a ver esas películas de acción que tanto te gustan, y tu música, no era muy fan de la música de los 80 pero por ti la comencé a escuchar. Yo quería que saliéramos, pero entendía que tu novia no te iba a dejar salir con alguien a quien conociste de la nada, seguro se molestaría. Esperé pacientemente por varios meses, hasta ese día.

–Casi un mes sin hablar, una noche respondiste mi llamada, te escuchabas tan desolado, en verdad estabas triste por la muerte de tu ex. La inseguridad en la ciudad es algo horrible, y pensar que la acuchillaron y ni siquiera le quitaron su celular ni el dinero, nada, era algo indignante. Me costó levantarte el ánimo, pero tras unos meses por fin aceptaste que nos viéramos de nuevo. Estabas tan guapo como siempre, tu mirada radiante se veía opacada por la tristeza pero aun así tus ojos enamoraban solo de verlos.

–Eras difícil de convencer, que me tardó creo casi dos años en hacer que te fijaras en mi como algo más que una amiga, pero al final valió la pena, porque te tendría para mi sola. ¿Quieres una uva? ¿No? Bueno, más para mí... perdón amor, hoy me siento con muchas ganas de recordar todo lo que hemos pasado –le lanzó una risita y suspiró–. Bueno... estaba en... ah, sí, recuerdo que tus papas no parecían quererme según me di cuenta. Es cierto que no fui la mejor novia al principio, que fui celosa y a veces hasta pienso que tu mamá tenía razón.

­–Recuerdo el día que tuvimos nuestra primer discusión por un mensaje a tu celular y claro, me molesté mucho porque yo soy tu novia, y me puse muy celosa por el hecho de que esa "amiga" te saludara tan cariñosamente, pero es que yo siendo tu novia soy la única que podía hablarte así –pausó y respiró profundamente para poder contener la furia–. Tu mamá reaccionó muy rara, pensé que estaría de acuerdo conmigo, pero no, se enojó porque te quité el teléfono y te reclamé quién era ella. Recuerdo que dijo algo como "no tienes por qué ponerte así", discutimos un poco y me echó de la casa. Te llamé toda la noche pero no respondiste hasta la mañana siguiente que pude hablar contigo cuando saliste a la escuela, y yo estaba muerta de frio, pues te esperé afuera toda la noche. Te pedí perdón, y pasados los días todo volvió a la normalidad, o al menos eso pensaba cuando nos topamos con esa amiga tuya, no te imaginas cómo la odiaba, y tal vez estuve mal, pero en serio que no pude resistir el abofetearla cuando vi lo cariñosa que se veía contigo. Tuvimos una fuerte pelea, ¿y qué pasó? Que te pusiste de su lado, me dijiste loca, me quisiste separar de ella y me empujaste. Te fuiste con ella y a mí me dejaste sola, llorando, desconsolada por culpa de tus engaños. Dejé pasar una semana y no me llamaste para disculparte por tu forma de actuar tan despreocupada, por lo que no me dejaste de otra que ir a buscarte.

–Toqué la puerta; me atendió tu madre. Me dijo que no estabas en casa, pero yo sabía que era mentira. Le pedí, le rogué que me dejara verte, pero se negó. Yo le pedía que me dejara hablar contigo, pero no me lo permitió, y no me dejo de otra que empujarla para poder entrar. Corrí a la cocina, y ahí te vi, sentado, parecías indignado, quería verte alegre por mi visita pero no, te veías un tanto molesto. Quise explicarte lo ocurrido pero tu madre no me dejaba, me jaló del pelo y no pude hacer otra cosa que defenderme con lo primero que encontré; un sartén. En verdad lo siento, pero no me dejó otra opción, necesitaba hablar contigo, hacerte ver que tu forma de actuar me estaba dañando, que por hablar con esas zorras yo estaba resultando muy lastimada, y nuestra relación iba a ponerse mal si no hacía algo al respecto, ya que fuimos destinados el uno al otro, por eso maté a esa desgraciada con la que salías cuando te conocí, por eso fue que golpee a tu madre hasta asegurarme que estaba muerta, y tú, mi amor, no me dejaste otra que golpearte para dejarte inconsciente; esta sartén resultó muy efectiva, pero bueno, ahora atado no te me vas a escapar.

Retiró la venda de la boca de Sergio –estás loca, maldita perra– gritó Sergio con odio, escupiéndole directo a la cara –, nunca te voy a perdonar lo que hiciste, en cuanto me sueltes te voy a matar, maldita zorra.

–No, amor –tomó una servilleta que tenía consigo para limpiarse la cara mientras se levantaba de la cama hacia la mesa de noche–, tu y yo vamos a estar juntos siempre.

Entre sus manos sujetaba un afilado cuchillo, que reflejaba un brillo que presagiaba un trágico final –tu y yo vamos a estar juntos mi amor, por siempre juntos.

El ABC del TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora