Locos, todos se habían vuelto locos, y para Ricardo no existía otra forma de sobrevivir que escapar, huir de todo aquel que quisiera hacerle daño. Todo había ocurrido tan repentinamente que apenas se dio cuenta el día que el mundo se había ido arruinado.
Comenzó a notar que su familia empezaba a actuar de manera errática, pronunciado palabras inentendibles, y posteriormente a comportarse de manera hostil con él, por lo que prefirió salir de casa, decisión hecha el día que su esposa y su hijo trataron de ahorcarlo.
La situación en la calle no era mejor. Planeaba irse con su hermano, que vivía a unas calles de ahí, y con las prisas no pudo tomar nada de ropa; ya mandaría después por sus cosas. La gente actuaba de forma extraña; si bien los autos y otros vehículos de motor parecían moverse de forma normal, la gente caminaba de forma rara. Podía ver que muchos andaban contoneándose, algunos agitaban los brazos cual ave intentando volar mientras que otros movían la cabeza en todas direcciones.
La imagen le parecía grotesca y terrible. Días previos a esto, Ricardo notaba cómo sus compañeros de trabajo en la oficina comenzaban a actuar de forma rara o hablar palabras sin sentido, pensó que todo era una especie de juego, pero ver que su familia actuaba igual era el colmo. Le decían que todo estaba bien, que seguro era su imaginación, pero él sabía que algo iba mal. Su esposa comenzaba a comportarse muy raro, al moverse de formas insólitas, a veces parecía contorsionar el cuerpo y cuando Ricardo le preguntaba decía no saber nada, que todo era su imaginación. Quisieron llevarle con un psicólogo, a lo que se reusó, pues algo en su interior le decía que las cosas estaban peor de lo que aparentaban.
Una tarde tras haber llegado a casa vio cómo su hijo se convulsionaba en el sillón mientras se carcajeaba a todo pulmón. En la televisión solo podía ver manchas de colores que se distorsionaban y se movían sin ningún patrón; todo parecía aleatorio. Desconectó el aparato y quiso auxiliarlo, a lo que él respondió gritando, muy enojado, empujándole y amenazándole. Se molestó, pero más que nada se sentía indignado, contrariado, perplejo por lo ocurrido, pues nunca había visto que algo como lo que estaba en la televisión se hubiera trasmitido antes, y estaba seguro que eso tenía la culpa.
Cada día las cosas se volvían más y más raras, y la forma en que ellos se movían y actuaban le dejaba intrigado, hasta el día que decidió alejarse, cuando en pleno desayuno, su esposa comenzó gritando, agitando los brazos de forma muy exagerada mientras su hijo tomaba el platón de cereal, vertiéndolo sobre la boca sin ningún cuidado, bañándose en la leche y haciendo todo un desastre. Comenzó a sentirse asustado y temía por su seguridad. Comenzaron a gritar, agitando la cabeza en todas direcciones. Tanto su hijo como su esposa se abalanzaron contra él, tratando de ahorcarlo. Al principio le fue difícil quitárselos de encima, pero logró hacerlo, corriendo a la calle a toda velocidad.
Vagó por las calles por días, viendo los movimientos extraños de todos, sus extrañas formas de hablar, de caminar, de moverse. No parecían ser hostiles con él directamente, pero por seguridad comenzó a cargar el palo de una escoba que recogió para usar a modo de defensa. La forma de actuar de los demás se volvió cada vez más excéntrica, hasta un día en que, hambriento y sediento, salió del callejón donde se refugiaba, vio que la gente ahora no solo actuaba raro, sino que también se veían diferentes.
Quedó sin palabras por un momento al ver cómo las raras formas de la gente revelaban extrañas transformaciones, al ver que algunos parecían tener ahora cuatro ojos, algunos con extremidades adicionales y rostros totalmente deformados, con ojos negros que abarcaban la mitad de la cara, cuernos o antenas alargadas.
Por los siguientes días vagó por las calles, buscando a alguien que le ayudara, pero todos parecían igual de deformes, dejándolo solo en el mundo y sin nadie a quien acudir. Se dio cuenta que con el pasar del tiempo, estas extrañas y deformes criaturas le ignoraban. Tuvo que comenzar a buscar comida en la basura, y en ocasiones, algunos de estos "monstruos", pequeños de apenas metro y medio de estatura, le ofrecían algo de comer. Le sorprendía el hecho que estas criaturas se alimentaran del mismo tipo de comida que él solía consumir, recibiendo platos con arroz, pan, puré y a veces un poco de carne.
Los años pasaban, quedando recluido a las calles, sin posibilidades de volver a casa ni lograr contactar con su familia. Vestido en harapos, sucio y enfermo, cada día cuidándose de que esas criaturas deformes no le atacaran, vivía con la incógnita de su origen, de por qué o cómo surgieron y por qué él era, hasta donde sabia, el único humano. Las criaturas hablaban un lenguaje extraño que le era incomprensible, salvo un par de palabras que estos seres pronunciaban en español, quedando en su mente grabada una pregunta de un par de criaturas, donde uno de esos seres, de boca pequeña, brazos alargados y una gran joroba, le preguntaba a otra sobre él, a lo que la otra criatura, más alta, con seis ojos, piernas parecidas a las de un ave y con una especie de tentáculos saliendo de su cabeza, se quedó viendo fijamente a Ricardo, diciéndole que éste último seguro estaba loco, aunque en su mente él sabía que era el mundo entero el que se había vuelto loco.
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El ABC del Terror
HorrorEl terror tiene muchas facetas diferentes, y toda clase de caras. Desde terror psicológico hasta terror sobrenatural, e incluso de más allá de nuestro mundo. El miedo a una criatura extraña, a la soledad, a la inmortalidad, o incluso ver cosas que n...