Inmerso en mis pensamientos, tomo un trozo de lápiz, una hoja en blanco, y mi mano comienza a danzar sobre ella sin detenerse. Estoy en trance, la mano se mueve grácilmente, pero no sigue mi voluntad, obedece a una fuerza mayor que la controla.
Después de unos minutos, bajo el lápiz, vuelvo a la realidad, y observo la obra que he dibujado, y solo entonces me doy cuenta de lo que he hecho, lo que he plasmado en el papel, solo en ese instante soy consciente de lo que he creado y puedo analizarlo. No requiere correcciones, porque no trate de dibujar algo de memoria, no tenía planeado lo que iba a hacer, simplemente dejé que esa fuerza mística me controlara otra vez y plasmara en papel lo que se ocultaba en lo más recóndito de mi memoria.
Tiempo atrás me atacó una fiebre muy alta que me tenía tirado en la cama, no podía reaccionar y apenas entendía lo que pasaba a mi alrededor. 39 grados, si mal no recuerdo, fue lo que tenía, pero para mí eran 100. No sé si comí algo que me hizo daño, si era un virus o si era un capricho de la naturaleza, ni el doctor supo decirme lo que era, estaba bien durante el día tras haber terminado un dibujo de Mickey Mouse para mi sobrina de ocho años. Yo siempre he tenido un talento natural para el arte, y aunque no me dedico de lleno a ello, en ocasiones hago dibujos y pinturas para amigos o conocidos, y es algo que me encanta hacer y me permite tener unas monedas extra en mi bolsillo. Con motivo del cumpleaños de mi sobrina, ella me pidió que le hiciera un dibujo de Mickey Mouse, su personaje favorito, y no podía negarme, por lo que hice mi mejor esfuerzo, al dibujar la escena de "Steamboat Willie" con un estilo más moderno y a color. Cuando dibujaba o pintaba la gente decía que podía haber una explosión y yo ni me daría cuenta, pues me concentraba tanto en mi arte que cuando me hablaban yo era sordo, alguien pasaba a mi lado y era ciego, solamente tocándome, cosa que odiaba porque podían hacer que me distrajera y arruinara el trazo, me enteraba que había alguien conmigo. Solo existían el lienzo, mis pinturas y pinceles, y todo alrededor era un fondo negro, me adentraba en una dimensión oscura y a prueba de sonido, sin luces ni distracciones, mi concentración era tal que la gente me veía atónitos al creer que veían una película muda o una ilusión.
Terminé el dibujo, en una hoja de papel A4, el cual planeaba enmarcar para que pudiera colgarlo en su cuarto. Dejé el dibujo en el escritorio de mi estudio y me retiré a mi habitación, mi madre dormía en la habitación contigua, solo vivíamos ella y yo desde que mi padre falleciera cinco años atrás, por lo que ya que mi casa era algo grande le pedí que se mudara conmigo para poder cuidarla mejor. Me acosté como siempre, tarde, a dormir, mas no logré descansar, ya que en la madrugada un intenso dolor de espalda me despertó. Era como si alguien la golpeara con un martillo, me giraba de un lado a otro de la cama gritando de dolor. Supe que mi madre se levantó a verme, aunque en ese momento no supe que ella estaba en mi habitación, pues casi de forma instantánea una terrible fiebre me nublaba la mente, al ver imágenes imposibles, figuras amorfas, criaturas de anatomía corrupta que era imposible en este mundo o cualquier otro.
Súbitamente me vi inmerso en un mundo oscuro, con una atmósfera terrible, el dolor y la muerte se sentían en el aire, sin embargo no sentía miedo, al menos no un miedo de historia de terror, sino un miedo a lo desconocido, como buscando una explicación de cómo si unos minutos atrás estaba en casa enfermo y ahora me encontraba en una especie de páramo desolado donde no había mas que rocas y montañas hasta donde alcanzaba la vista. Los cielos ardían en un tono rojizo con oscuras nubes de tormenta, relámpagos paseaban de una a otra constantemente, como presagiando una terrible tempestad, aunque ni una gota cayó durante mi estadía.
Dos figuras humanoides se me acercaron de manera repentina, como dándome la bienvenida, me "observaban" con atención y curiosidad, y remarcaría entre comillas el "observar" pues, pese a no tener ojos, era claro que podían seguir mis movimientos. Eran dos figuras humanoides altas, tal vez de dos metros o un poco más, tan esbeltos y firmes que parecían maniquíes, pues no tenían ningún tipo de ropa pero tampoco tenían rasgos fisiológicos. Tenían cuerpo de apariencia masculina y femenina, siendo "el hombre" de un tono azul oscuro, mientras que "la mujer" era de un color violeta, ambos igual de esbeltos y altos, y pese a su cuerpo delgado y de apariencia humana, sus cabezas no lo era. Donde estas deberían estar, en la base del cuello nacía un marco hueco, y en el centro de ambos, una esfera un poco más grande que el tamaño de mi puño se movía de un lado a otro del marco, cuyo borde llegaba a la altura de sus hombros; ambas se movían a un ritmo sincronizado. No sentía miedo, sino desconfianza, al ver esas criaturas incapaces de hablar y según yo, incapaces de verme, pero por alguna extraña razón, algo me decía que "ellos" estaban conscientes de mi presencia y mis movimientos.
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El ABC del Terror
HorrorEl terror tiene muchas facetas diferentes, y toda clase de caras. Desde terror psicológico hasta terror sobrenatural, e incluso de más allá de nuestro mundo. El miedo a una criatura extraña, a la soledad, a la inmortalidad, o incluso ver cosas que n...