Capítulo 31.

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IVÁN:

Abrí la puerta de mi casa, mientras Daniela se colocaba la falda, para que no estuviera doblada o con alguna arruga.

Nada más entrar el olor a galletas recién horneadas y a pollo relleno de avellanas, el sello identidad de mi abuela, se adueño de nuestras fosas nasales.

Al momento apareció mi abuelo,iba vestido con un suéter de punto rojo, con unos pantalones negros, formó una sonrisa al verme y luego, mientras fumaba, miró a Daniela.

-Hola chavos- sonrió y se acercó para darme un abrazo- Esta es la famosa Daniela, ¿No?-

-Sí- contesté- Ella es Daniela, mi novia-

-Hola señor San Blás, encantada- sonrió Daniela para luego darle dos besos .

-Llegan temprano- anunció este- Podemos ir yendo a la cocina, Iván tú abuela está en la cocina haciendo un montón de cosas-

-Yo traje pastel de cuatro chocolates- dijo Daniela- Está en el auto, lo voy a buscar- Daniela sonrió y salió fuera, mientras mi abuelo y yo nos dirigimos a la cocina.

-Hola Iván- sonrió mi abuela- ¿Dónde esta Dani?-

-Fue al auto- conteste-Trajo pastel de cuatro chocolates- 

-Ese pastel es una delicia- arqueo las cejas mi abuelo- De hecho es mi favorito-

-Y el de ella- asentí junto a una sonrisa- Por eso lo trajo- reí.

-¿Tenía miedo de que no le gustará mi comida?- carcajeo mi abuela.

-Si eso fuera así la dejaría, a nadie en su sano juicio no le gustaría tú comida- reí para luego besar la mejilla de mi abuela.

Al momento por la cocina apareció Daniela, junto a su pastel, tras dedicarnos una sonrisa la colocó en la encimera.

-Hola Daniela- sonrió mi abuela- Soy la abuela de este elemento-

-Hola, encantada- sonrió y le dio dos besos.

Tras terminar de hacer la comida, un poco entre todos, pero sobretodo siguiendo las directrices de la matriarca de la casa, nos sentamos en el salón, y mis abuelos comenzaron a contar anécdotas de su infancia.

-A la hora de la merienda o tras un timbrazo al telefonillo, te reunías con los demás niños del vecindario- comenzó a hablar, nuevamente mi abuela.

-¿Y para que se reunían?- curioseo Daniela.

 -Para jugar a pillar, al fútbol o a la comba- mi abuela se pausó- Ahora es difícil ver estas escenas salvo dentro de una urbanización cerrada o en un pueblo pequeño-

-En mi urbanización quedamos todos en el parque- contesto Daniela- Era genial, pero quedábamos siempre para ir a casa de alguno, a estar con el aire condicionado y las consolas-

-Bueno- carcajeó mi abuelo- También íbamos en la bicicleta sin casco, llevábamos  ruedines, rodilleras, una cestita para el manillar... Quizás tuvieras el kit completo del perfecto ciclista, pero el casco no solía estar entre los accesorios, es que creo que desde marzo de 2014 los menores de 16 años están obligados a llevarlo en ciudad-

-Sí- asintió mi abuela- Por no se que ley de tráfico- rió- Wow, Pedro, ¿Y te acuerdas cuando en los autos no te ponías el cinturón de seguridad?-

-¿No se lo ponían?- arquee las cejas.

-Básicamente, porque muchos coches ni lo tenían, sólo eran obligatorios en los asientos delanteros, hasta que yo tuve más o menos trece y tu abuela once-

Crónica de un desastre anunciadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora