Crónica de un desastre anunciado

Capítulo 5.

ALEJANDRO:

Sin duda este no había sido uno de los mejores días de mi vida, me había pasado prácticamente de todo, primero una vez más llegamos tarde al instituto, porque nuestro padre aseguró que esta vez sí madrugaría para que no tuviéramos que coger el colectivo, ¿A qué no adivinan quien falto a su palabra? Llegue tarde a Química y ante mi sorpresa y la de Daniela estaban haciendo un examen sorpresa, que contaba bastante para la media, para Daniela no hubo problema, tuvo la suerte de sentarse al lado del empollón de la case, Eduardo Ramírez Pérez, y de poderse copiar de él, en cambio yo me tuve que sentar al lado de Sebastián, y entre que él no sabía nada y yo tampoco...Nos veía a ambos con un cinco y reparando en Enero; luego en el recreo tuve que aguantar una de las cosas que más odio en la faz de la Tierra, que hablen de mí, así es, no sé quién fue el genio que se entero de que me había acostado con Jenny y luego en la fiesta del Sábado con Alicia y encima lo maquillaron de tal manera que me dejaron de capullo para arriba, por culpa de ello Sebastián y Pablo se me acercaron en el receso para darme la enhorabuena, preguntarme cuál era mi truco y si quería salir con ellos algún día, un asco todo. El resto del día fue aburridísimo y encima por culpa de César, que se sentó a mi lado en literatura, me expulsaron al pasillo pensando que era yo quién no dejaba constantemente de hablar, el director me vio en el pasillo y encima me dijo que llamaría a mis padres, porque era inamisible que a un alumno de 3ª de bachillerato lo echaran al pasillo por hablar, así que encima me comería una buena bronca al llegar a casa.

Y aquí estaba ahora, con mi bicicleta rota, esperando al colectivo para volver a casa, y se preguntaran, ¿Qué haces con una bicicleta? ¿No era a caso que tú papá te había traído en su auto esta mañana? Y así era, había llevado mi bicicleta a reparar porque mis hermanos pequeños la rompieron a saber de qué manera, esos dos eran realmente hiperactivos, entonces la mande a reparar y hoy me llamaron para buscarla, justo después de la salida de la prepa, fui a la tienda, avance 4 calles y la bicicleta comenzó a fallar por todos lados, así que enfurecido me acerque hasta esta parada, ya mañana vendría con mi madre a quejarme, ahora lo único que pensaba era subirme en ese colectivo, ir a mi casa, comer y dormir para siempre.

Un colectivo se paro, me levanté de mi asiento, abrí el maletero de esta, tiré de mala gana mi bicicleta, pague mi ticket y me subí.

Me senté en el primer sitio que vi y que estaba solitario, no quería tener a nadie pesado al lado contándome su vida, ya tenía bastante con el calvario que estaba viviendo.

-¿Estás bien?- oí como cuestionaba una tenue voz, que se situaba al frente de mí.

Desvíe mi mirada de mis zapatos y me centré en la persona que había reproducido ese sonido, había sido una chica, tenía los ojos castaños, el pelo del mismo color, más bien tirando a miel, y una gran sonrisa, que sin duda fue lo que más me llamo la atención, aparte de lo linda que era, iba vestida con una nadadora blanca, una chaqueta azul vaquera, unos pantalones rojo de cuadros negros, unos tenis negro y a su lado tenía una mochila roja, así que fácilmente deduje que volvía de la prepa para su casa.

-La verdad es que estoy un poco frustrado- confesé en un ataque de sinceridad, que quizás lamentaría más tarde.

-Se te nota- asintió la chica- Desde que te subiste al colectivo-

-No he tenido un buen día- añadí más datos a la conversación.

-Bueno, hay que tener días malos para valorar los buenos- se encogió de hombros- Sea lo que sea que te haya pasado seguro que no merece que estés tan frustrado-

Pensándolo en frío, analizando mi día gracias a las palabras de esta extraña, todos los días la gente suspende exámenes, pero se recuperan, todos los días los bobos de turno se inventan cosas sobre ti, todos los días profesores se equivocan y culpan a personas que cero que ver, y sobre todo, todos los días se rompe algo en el mundo, y no es el fin de este.