Mi nombre es Veintiuno. Sujeto Veintiuno, para ser más específica.
O al menos ese era el nombre que me habían asignados ellos. Los Obispos. Ellos controlaban la ciudad y a todos en el interior de aquellos muros altos y grises. Había nueve de ellos, lo que dividía a la ciudad de Dema en nueve regiones. Cada región bajo la supervisión o mejor dicho, el mandato de uno de los Obispos.
Nico era el líder, la cabeza de la serpiente. Sacarver, Vetomo y Keons eran sus segundos en comando, en ese orden de crueldad. Andre, Lisden, Reisdro, Listo y Nills completaban la diócesis. Nueve de ellos, controlando a cientos de nosotros a través del Vialismo. La religión y el estilo de vida entre los muros de Dema.
Todos tenían tareas que cumplir a diario, y encontraban satisfacción en aquello y en la certeza de que al día siguiente habría más tareas que serían ejecutadas con la misma sencillez. Mantenían nuestras mentes embotadas, confundidas, no querían permitirnos pensar con claridad. Debían infundir terror más que respeto en sus largas túnicas rojas y con sus espectrales rostros, mitad blancos, mitad negros para controlarnos.
Rojo. El rojo infernal de sus túnicas era el único atisbo de color que alcanzábamos a ver en Dema. Aparte de eso, todo era gris. Incluso el cielo. Algunas veces había algunos tonos de blanco, pero eso era todo. Descolorido y silencioso. Violentamente silencioso.
Un año más tarde, aún podía recordar con claridad mi primer encuentro con aquella ciudad que habían convencido a todos de llamar hogar.
Había abierto mis ojos lenta y dolorosamente, mientras latigazos de dolor azotaban mi cuerpo. Estaba desnuda y en el suelo pavimentado de gris que llegaba hasta donde mis ojos alcanzaban a ver. Me incorporé como pude, removiéndome incómoda a pesar de que no había nadie a mi alrededor para apreciar mi desnudez. Una mirada a mí alrededor fue suficiente para descubrir que no sabía dónde estaba... y que mi mente se sentía extrañamente vacía.
No podía recordar nada. Ni mi nombre, ni mi edad, ni como había terminado desnuda en medio de aquella ciudad gris que me rodeaba. Comencé a temblar de pies a cabeza, quizás por el frio, quizás por el miedo y me abracé a mí misma, con la esperanza de calmar ambos. No había funcionado, pero había notado algo... habían marcas en mi piel. Una hermosa flor en mi muslo derecho, y las palabras Fe y Luz escritas en mis muñecas, izquierda y derecha respectivamente.
Acaricié las marcas con añoranza... como si de alguna manera me acercaran más a la verdad. Y ahí fue cuando aparecieron. Al principio sólo pude oír el repiqueteo de los cascos de los caballos sobre el asfalto, pero tan pronto como logré ponerme en pie, a pesar de mis temblorosas piernas... llegaron. Montados en majestuosos caballos blancos y ataviados en sus características túnicas rojas, que bajo la escasa luz, daba la impresión de reflejarse en sus ojos. Eran escalofriantes y por supuesto, mi instinto había sido correr.
Pero me tenían rodeada, los nueve en su totalidad, desde todos los lugares. Me quedé de pie, aturdida, sin saber a cuál mirar, sin saber a cuál era más aterrador darle la espalda y noté entonces que estaba llorando.
- ¡Por favor! – supliqué pues aunque no sabía quiénes eran, ni que querían... algo en mi interior me decía que querían mis huesos.
Ellos simplemente se quedaron ahí, impasibles en sus monturas, con sus ojos vacíos clavados en mí. Comenzaba a preguntarme cuanto más podría resistir aquella tensión cuando uno de ellos habló... con una voz seca, vacía y gutural.
- Sacarver... llévatela. – había sonado como una orden y un segundo después el jinete a la derecha del que había hablado, espoleó a su caballo, que relinchó y cargó en mi dirección.
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WELCØME TØ TRENCH | [Josh Dun]
FanfikceWhen Bishops come together they will know that Dema don't control us... - Inspirado en el universo de Trench de la asombrosa banda Twenty One Pilots. Todo lo que creas conocer probablemente sea de ellos, lo que no... es cosa mía.