D O S

159 17 11
                                    

Eran las once con cuarenta y cinco de la noche y temblaba descontroladamente en mi cama. No podía dormir. Mi respiración estaba acelerada, mi estómago revuelto y mi mente trabajaba a toda velocidad. Aún debatía si debía asistir o no a la convocatoria de Tyler. Era esperanza. Esperanza que hace mucho había perdido y esperanza a la que ahora le temía.

¿En qué me había convertido? ¿Era ahora otra de las marionetas en Dema? ¿Acaso era esto lo que aquel lugar te hacía? Sí, sabía que lo era... pero comenzaba a afectarme más que nunca. Te convertía en víctima de tus miedos, en rehén de tus inseguridades, en esclavo de tus dudas... al punto en que eran paralizantes y te hacían repeler lo bueno, sólo por ser desconocido.
No podía permitirlo. No podía dejar que ellos me controlaran... y si el fuego de aquella esperanza se había extinguido, Tyler era ahora la chispa que amenazaba con volver a encenderlo todo. Y no podía desperdiciar eso.

Con una determinación renovada por mis últimos pensamientos me incorporé de golpe y me atavié rápidamente en un pantalón y una camiseta de lana gris. Por último me coloqué un grueso sweater y unas zapatillas del mismo color, por supuesto. Era una noche fría, como todas en aquel lugar olvidado. Me miré en el espejo de mi nueva habitación, que era un poco más grande que el de la anterior e inhalé profundo mientras intentaba infundir valentía en los ojos verdes que me miraban. Me coloqué la capucha y con la cabeza baja, salí sigilosamente de la habitación, intentando hacer el menor ruido posible.

Discurrí por las escaleras en silencio y salí al exterior. Como había dicho, era una noche fría y además las calles estaban cubiertas por una gruesa capa de neblina. Me aseguré de que el perímetro estuviera limpio y eché a andar, intentando mantener mi rostro oculto. Las calles estaban desiertas, frías y oscuras, ni siquiera había luz en el interior de las casas. Parecía desierto. Rememoré las palabras de Tyler en mi mente a la perfección. Suponía que era lo bueno de tener un cerebro casi vacío de recuerdos. Había mucho espacio para nueva información.

Había dicho Círculo. Y sabía que la iglesia de aquella región se encontraba situada frente a una especie de monumento de caballos blancos que formaban un círculo. Era conocido simplemente como El Círculo. Una vez llegué me fijé en las expresiones tristes de los nueve caballos de mármol. Sus ojos eran rojos, como poseídos por la maldad de los Obispos. Era realmente triste.

Pero no tenía tiempo que perder. Ya casi era medianoche. Dos derechas. Alcé la cabeza para vislumbrar un pequeño pasadizo, que de no haberlo estado buscando, no lo habría conseguido. Discurrí haciendo el mejor ruido posible, mientras atravesaba las casas grises de los desafortunados que dormían. Hice mi segunda derecha sin mayor dificultad. Una izquierda, que me llevó por una calle amplía y vacía. Dos derechas más que me hicieron ascender por unas escaleras blancas. Dos izquierdas, que me mantuvieron en las sombras y una derecha, la última... que me llevó a una especie de sótano de un edificio aparentemente abandonado.

Había corrido muchísimo y las piernas me temblaban mientras descendía las escalinatas que me adentraban en el recinto. Estaba tremendamente oscuro, así que tuve que darle a mis ojos un momento para adaptarse. Una vez lo hicieron, continué descendiendo mientras me sujetaba de una pared rocosa. Una vez alcancé el final de las escaleras la oscuridad era más profunda y me engullía por completo, pues ni siquiera la luz de la luna alcanzaba aquel lugar. Sentí un latigazo de miedo golpearme en el pecho cuando comprendí que estaba sola. Allí no había nadie... ¿me había equivocado o todo había sido una especie de broma retorcida y el nombre de aquel chico ni siquiera era Tyler?

Clavé mis uñas con fuerza en las palmas de mi mano, haciéndome daño... mientras los ojos me escocían con las lágrimas. No era posible... había estado tan segura del brillo en sus ojos, de la suspicacia en su mirada. Estaba lista para dejarme caer al suelo derrotada, cuando en medio de la oscuridad una mano se cerró alrededor de mi muñeca. Tuve que bregar contra cada fibra de mi cuerpo para que un grito sobresaltado no escapara de mi garganta. Me volví de golpe, inhalando aire a bocanadas y mis ojos lograron recortar una silueta pequeña, delgada, extraña.

WELCØME TØ TRENCH | [Josh Dun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora