C U A T R O

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Las Torres de Silencio eran edificaciones funerarias construidas con el propósito de dejar los cadáveres en su interior para ser consumidos por los buitres. El concepto en sí siempre me había perturbado un poco, había algo sombrío al respecto y a la vez algo tan puramente natural. Y esa fue exactamente la sensación que se sedimentó en mis huesos cuando las alcanzamos, ya entrada la noche. Eran escalofriantes pero al mismo tiempo emanaban una tranquilidad inigualable.

En el centro de Dema había nueve Torres de Silencio, una por cada región, suponía. Nos había tomado un poco más de una hora llegar a ellas, con Tyler al manejo de la carretera. El viaje había transcurrido en silencio y cada vez que había intentado entablar una conversación Tyler me había dado a entender con un gesto, con la mirada o simplemente con un silencio ensordecedor que aún no era el momento, que no era seguro.

Así que no pude evitar sorprenderme cuando tras haber aparcado y atendido a los caballos, se acercó a mí con una manta en brazos y cubrió mis hombros con ella, mientras me dedicaba una tierna sonrisa, que apenas logré vislumbrar bajo la luz de la luna. Le agradecí con una sonrisa; la noche estaba helada y hacía un rato que había estado tiritando mientras esperaba que se encargara de los caballos y esperaba sentada a unos cuantos metros de distancia como me había indicado.

- No podemos disponer los cuerpos hasta el amanecer pero, subamos. – sugirió, brindándome su mano para levantarme del suelo. La tomé gustosa y me aferré con ganas a la manta. – ¿Tienes el pétalo? – inquirió y por un momento lució preocupado.

- Sí. – asentí frunciendo el ceño, pues casi me había olvidado de eso. Instintivamente palpé el bolsillo interno de mi casaca. – Justo aquí. – aseguré.

- Vamos, entonces.

Nos dirigimos a una especie de escalera empinada que nos permitiría escalar hasta lo más alto de la Torre. Al pie de las escaleras Tyler se detuvo y me tendió la mano. Lo miré, expectante.

- Está oscuro y el camino es engañoso. – explicó. Asentí y volví a tomar su mano, para entonces comenzar a ascender, despacio, peldaño a peldaño.

Tyler tenía razón. El camino era bastante engañoso. Los peldaños estaban fangosos, había escalones rotos e incluso había unos que simplemente no estaban… por no mencionar las piedras en el camino. No, me refería a una metáfora. Literalmente piedras en el camino. Internamente agradecí que me hubiese tendido su mano o de otra manera ya estuviera yaciendo muerta, con el cuello roto al final de las escaleras.

Tras lo que se sintió como una escalada eterna, alcanzamos el tope de la Torre. Era realmente alto y si mirabas al interior podías vislumbrar a los buitres a la espera de alimento. Mientras que si mirabas al exterior, la vista se extendía mostrando toda la región de Keons y parte de la región de Lisden, con las pocas luces que permanecían encendidas a aquellas horas. No era particularmente tarde, la noche apenas comenzaba pero en Dema la oscuridad se cernía temprano.

Las Torres son como nosotros. – pensé. – Con algunas luces en el exterior y la muerte en el interior.

Una vez culminamos la escalada, Tyler suspiró, extendiendo sus brazos como para disfrutar de alguna libertad que sólo él podía percibir. Reí y para mi sorpresa fue genuino.

- ¿Qué? – inquirió él, volviéndose para verme.

- Parece que disfrutas estar aquí. – apunté.

- Lo hago. – admitió. – Sé que es raro pero… - agregó, aludiendo a que el lugar donde estábamos era una especie de cementerio, sólo que peor. – es pacífico.

- Lo es. – coincidí, sabiendo que hablaba de esa sensación de tranquilidad que yo misma había experimentado apenas habíamos llegado. - ¿Cómo lo hiciste? – solté repentinamente, mirándolo directo a los ojos.

WELCØME TØ TRENCH | [Josh Dun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora