Especial Itachi y Deidara
Deidara lanzó la mochila a la cama de Itachi y miro los primeros indicios de la tarde, miro por sobre el hombro y encontró una manta doblada, sonrió, saco su celular y le envío un mensaje a Itachi antes de salir por la ventana y escalar hasta llegar al tejado donde tendió la manta y se sentó a mirar el atardecer. Abrazo sus rodillas y dejo qué el viento moviera su largo cabello rubio.
En solo dos días tendrían su graduación. Suspiró por qué no le había contado a su novio sobre la propuesta del director de viajar a Inglaterra y tomar un posgrado en negocios mercantiles. El deseaba viajar, deseaba conocer el mundo, pero también deseaba pasar la vida a lado del pelinegro.
Dejo salir un nuevo suspiró. Miro el cielo coloreado de tonos rojizos y anaranjados, cerró los ojos y pronto el sueño lo comenzó a invadir.
—¡Suki ya llegué y traje espaguetis con salsa de tomate!
Abrió los ojos ante el escándalo y sonrió al ver a esos chiquillos dándose abrazos. A veces pensaba que de haber conocido a Itachi a esa edad seguro sería la misma historia de esos dos. Por eso le gustaba tanto andar ayudándolos en sus ocurrencias. Le parecía tierno pero era algo que jamás pensaba admitir, tenía una apariencia ruda de la que cuidar.
Suspiro mientras el viento mecía sus cabellos de un lado a otro.
El estómago le dolió. Tenía que contarle a Itachi sobre su decisión de partir y la posibilidad de perderlo le provocaban ganas de llorar. Paso saliva para eliminar el nudo que tenía atorado en la garganta. Con Itachi se sentía en paz, Itachi olía a hogar y cuando unían sus cuerpos siempre lo hacía sentir que era ahí donde pertenecía.
—¡Sasu mira tus flores que bonitas están!
—Mamá dice que es por qué me las regalaste con amor y yo les doy amor para cuidar el que les diste tú.
Deidara apretó más el agarre en sus piernas flexionadas y pensó en esas palabras. Concluyó que tenían razón. Cada uno de los integrantes de esa familia estaba llena de amor y por lo tanto daban y recibían lo mismo.
Él quedó huérfano muy joven y lo único que poseía era una foto vieja de sus padres pero ningún recuerdo o palabra estaba grabado en su corazón sobre lo que quizá fue su familia. Vivió mucho tiempo con su abuela pero al ser una mujer vieja el cuidado y la atención fue limitada. Luego el tiempo se encargó de dejarlo solo de nuevo. Tuvo momentos difíciles por qué le costaba socializar con la gente, el miedo de encariñarse para luego perderlos le hizo ser alguien solitario. Itachi fue la luz en su vida, por qué llegó y se quedó. Itachi fue amigo y se acercó a él de forma lenta, tiro las barreras y le hizo recordar que sí, que una vez tuvo una familia, que una vez sintió el calor de una madre, que una vez obtuvo caricias y sonrisas de un padre y que en las sonrisas de su abuela hubo protección.
Las lágrimas bajaron por sus mejillas y escondió el rostro entre sus piernas.
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Itachi llegó a su casa y saludo a su madre con un beso en la frente.
Mikoto le sonrió —Dei está en tu habitación.
El pelinegro apretó los labios y luego miro a su madre avergonzado, tenía que contarle sobre sus intenciones con Deidara. La emoción le impidió seguir hablando, pero Mikoto conocía bien a su familia. Se llevó las manos a la boca y dio saltitos ilusionada
—¿Se lo vas a pedir hoy?,¡Oh, hijo!
Itachi asintió —lo haré hoy mamá, por favor llama a papá para que se apresure a venir.