O n c e

2.2K 215 12
                                    

Después de que el gueto fue abandonado, mis labores cambiaron

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Después de que el gueto fue abandonado, mis labores cambiaron. Ahora pasaba más tiempo en el campo de Plaszow, vigilando a los judíos trabajar en las canteras, dando órdenes a gritos y apartando a algunos de ellos al azar, para ser enviados a morir.

Ahí, la gente moría mucho más que en el gueto.
La SS tenía la orden de transportar a los judíos en camiones de ganado cada segundo día para llevarlos a una trinchera cercana al campo, donde se afilaban al frente de las tierras excavadas y caían de espaldas uno a uno al ser disparados.
Comencé a sufrir de dolores frecuentes en los hombros y en la nuca. Con cada persona que moría, el dolor se agravaba, como si sus almas estuvieran trepándose a mi cuerpo y arrancándome los músculos.

El recuerdo de Nicola estaba presente en mi cabeza, pero me avergonzaba visitarla en el bar porque la última vez que hablamos, le prometí que haría lo posible por tratar con más amabilidad a los prisioneros, aunque durante las últimas semanas había matado decenas de ellos cada día y temía que el crimen pudiera vérseme en la cara.
Así que me abstuve las ganas de verla y en lugar de eso, le hice llegar una caja de galletas con una breve nota escondida en su interior.

«Pienso y sueño en ti todas las noches. No me he olvidado de ti, ni de la promesa que te hice.»

Pasaba horas preguntándome cual habría sido su reacción al ver ese mensaje y las galletas. Tal vez tiró la caja sin abrirla y ni siquiera fue capaz de ver lo que escribí para ella.

A esas alturas, imaginaba que ella ya sabía que el gueto fue abandonado y que ahí murieron cientos de personas y otras cientos fueron enviadas a un campo de concentración.
Recordaba perfectamente que una ocasión en el bosque, me hizo saber que ella era bastante consiente de las cosas que ocurrían en esos campos y yo decidí no preguntarle cómo lo sabía.

Podía suponerlo. Entre los ciudadanos existían espías Polacos que mantenían a la gente informada de muchas cosas.
Debido a esto, me angustiaba saber lo que ella escuchaba sobre mí y sobre las cosas que hacía en Plaszow.

Pero, ¿Por qué le estaba dando tanta importancia?
¿Quién demonios era ella y como logró jugar con mi mente?

Quizá era una hechicera o un demonio que llegó para abrirme los ojos en el momento menos indicado y sacarme la cuenta de todos mis pecados en esa tierra.

De ser así, ¿Estaba condenado a vivir mis errores sin tener la capacidad de hacer nada por impedirlo?
Mi trabajo demandante me impedía ser amable todo el tiempo. Algunas veces, cuando los comandantes estaban cerca, no podía escapar de mis responsabilidades y si me pedían disparar, disparaba o si me pedían callar, callaba.
Sin embargo, cuando estaba solo, intentaba hacer al menos una pequeña acción que sacara del apuro a algún judío. Especialmente a los más jóvenes. Trataba de sacar a los niños y los adolescentes de las listas de condenados a muerte en las trincheras. Con discreción, les aconsejaba alejarse de ciertos comandantes y soldados, especialmente en horas específicas y también me había tomado la tarea de acechar ocasionalmente a la mujer cuyo pequeño hijo había salvado la mañana que abandonamos el gueto.
El nombre de la mujer era Agatha y su hijo era Samuel.

La chica bajo la farola |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora