V e i n t i d o s

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Tras haber asesinado a un Nazi, creí que no habría nadie en quien pudiera confiar más que en Harry, a pesar de que una vez me dije que jamás llegaría a confiar plenamente en él

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Tras haber asesinado a un Nazi, creí que no habría nadie en quien pudiera confiar más que en Harry, a pesar de que una vez me dije que jamás llegaría a confiar plenamente en él. Pero ahora, que sabía que era judía y también sabía que era responsable de la muerte de uno de sus compañeros, finalmente descubriría de lo que era capaz y me aterraba por las noches pensando si en verdad cumpliría su palabra y guardaría conmigo el secreto, pero aunque así lo hiciera, la desaparición de un Nazi, se convirtió pronto en noticia que andaba en boca de todos en Cracovia.
Algunos pensaban que podría haber sido capturado por la resistencia polaca y debido a esto, dos días más tarde, los alemanes irrumpieron en las casas y comercios.
Mantener oculto a, Adam, el pequeño niño judío, fue para Pavel más difícil que nunca, pero de inmediato le armó un pequeño refugio en el falso techo del ático y lo ocultó ahí veinticuatro horas, hasta que su casa quedó libre de sospechas.
Por nuestra parte, la casa de los Bieleck fue irrumpida con violencia, empujaban puertas y vaciaban armarios a gritos, exigiendo que dijéramos la verdad.
Aterrada, pero incapaz de confesar, me mantuve en todo momento con una expresión de vacío en el rostro.
Cuando finalmente se fueron, me debatí la posibilidad de decirle la verdad a Kalum, pero temía que él se enfadara tanto conmigo que jamás volviera a dirigirme la palabra y también temía que los Bieleck se enterasen y me sacaran de su casa por revoltosa.

Revisaba cada mañana debajo del macetero del pórtico, aguardando por ver algún mensaje de Harry, pero este no llegaba. Los ciudadanos de Cracovia, mientras tanto, eran interrogados en cada esquina. Los alemanes desataban su rabia contra nosotros y cada día que pasaba me parecía que nos asemejábamos más a un gueto.
Incendiaron establecimientos y rompieron ventanas, advirtiendo que de no encontrarse rastro del alemán, al cabo de cinco días, cincuenta polacos serían fusilados en la plaza principal.
Quise entregarme más de una vez, pero aún no conocía el plan de Harry, así que decidí esperar un poco más hasta que supiera con certeza si sería capaz o no de ayudar.

Los alemanes dejaron de asistir al bar de Pavel a beber, en lugar de eso, irrumpieron la segunda mañana desde que comenzaron a revisar los establecimientos. Los vimos avanzar casa por casa a lo largo de la calle y cuando cruzaron las puertas, noté que el primero de ellos, era Harry.
Él ni siquiera me miró.
Ordenó revisar las alacenas, armarios, la cocina y la bodega. Sostenía en una mano un arma y la otra, estaba cerrada duramente en un puño.
Cruzó de largo por la barra, empujando algunas cosas como lo hacían los demás, me golpeó con el hombro al pasar cerca de mí, la mano que tenía cerrada en un puño la deslizó en el interior de mi delantal y con discreción dejó algo ahí antes de seguir caminando.

Un retazo de papel que leí más tarde cuando los Nazis se habían marchado y Kalum y Pavel miraban por la ventana la manera en que esos hombres continuaban invadiendo propiedades.

«Tengo todo bajo control. No hables con nadie sobre lo que sucedió.» decía la nota y eso era todo. No aclaraba más.
Fue necesario aguardar para descubrir lo que había hecho, desde el momento en que le dije donde había abandonado el cuerpo de su compañero hasta que los saqueos cesaron y entonces, a los ciudadanos de Cracovia se les ordenó que no se acercaran a la zona de bosques.
Ahí, algunos creían que el cuerpo del soldado había sido hallado y yo temía que de ser así, las marcas de las balas en su cuerpo, les haría saber que fue asesinado.
El tercer día desde que inició la búsqueda, dejamos de escuchar el alboroto en las calles y al llegar la noche, salimos del bar como en cualquier ocasión cotidiana y nos íbamos directo a casa sin demorar, respetando el horario de toque de queda.
Kalum no hacía comentarios respecto al tema, estaba siempre en silencio. Tal vez porque temía que si los saqueos comenzaban de nuevo, esta vez pudieran descubrir que nuestros documentos eran falsos.
Esa noche, al igual que las anteriores, apenas probé bocado, no tenía apetito ni para el agua, me disculpé y me dirigí a mi alcoba, colocando llave a la puerta de entrada y bloqueando la puerta del baño con una mesa para evitar que Kalum se acercase esa ocasión y se diera cuenta de que yo estaba llorando.
Sin embargo, pese a esto, le escuché golpear suavemente desde ahí una hora más tarde, cuando él se preparaba para dormir.
―¿Necesitas compañía?― dijo. Estaba segura en un noventa por ciento que pese a mi esfuerzo por esconder mis preocupaciones, él había sido capaz de escuchar mis sollozos y ahora estaba preocupado.
―No― mentí.
Por supuesto que necesitaba compañía. Estaba aterrada. Pero no era su compañía la que me hacía falta. Quería a mi madre, a mi padre, mi hogar, mi vida... todas esas cosas que sabía que no podía tener.
El chico carraspeó.
―Si necesitas hablar, estaré aquí donde siempre... si estás preocupada, si tienes miedo o si tienes algo que decirme... aquí estoy.

Me quedé en silencio. No tenía voz para decir nada, pero estaba aterrada. Me parecía que él trataba de decirme algo, decirme que estaba comenzando a sospechar debido a mi extraña conducta.
―No hay nada que decir, solo quiero irme a casa― chillé.
Hubo silencio al otro lado de la puerta y luego su voz amortiguada.
―Iremos pronto, lo prometo.

Fue lo último que dijo y yo tampoco hablé más.
Ambos nos refundimos en la soledad de nuestras respectivas alcobas, que pese a estar divididas por tan solo por unos metros de espacio y concreto, se sentían como si estuvieran en universos distintos.
El silencio perduró hasta que me quedé dormida y entre mis sueños, agazapado al otro lado de la ventana, había un cadáver con ojos abiertos, que vestía de soldado y su cuerpo descompuesto tenía dos marcas de balas de las que ya no fluía ni la más pequeña gota de su sangre.
Golpeaba con las uñas enlodadas el cristal y yo sabía que estaba ahí, mirándome, esperando por entrar para asesinarme como yo lo había hecho con él, pero no me atreví a moverme durante varios segundos, hasta que el golpe de sus uñas se hizo más fuerte y abrí los ojos aterrada, saltando en mí cama y mirando la ventana.

Había despertado y ahí, no había un muerto, pero el golpeteo en la ventana continuaba escuchándose.
Me acerqué y vi en la entrada de la casa, la sombra de un hombre que arrojaba pequeñas piedras y ramas hacia el cristal.
Lo reconocí. Era Harry.
Encendí una vela para hacerle saber que había despertado, pero avergonzada por llevar nada más que una bata de dormir de tela tan delgada, me coloqué un abrigo de lana encima y corrí descalza a su encuentro.
La casa estaba a oscuras y tan solo un tenue rayo de luna que entraba a la casa a través de un ventanal, iluminaba el reloj de la estancia.
Era media noche.

Abrí la puerta del corredor exterior y ahí como siempre, me encontré a Harry, vestido con el mismo uniforme negro.
―Necesitaba verte― murmuró al tiempo en que una brisa helada se estrellaba contra mi cuerpo.
De cualquier manera, salí y cerré la puerta a medias tras de mí.
―¿Qué ha sucedido?
―Nada, todo está bien― me aseguró, acariciando mis brazos por encima del abrigo y dejó un beso breve en mis labios.
―¿Cómo puedes decir que no ha sucedido nada? ¿No viste todo lo que ocurrió? ― reclamé.
―Lo sé, pero todo está bien, me encargué de que la muerte pareciera un accidente.
―Explícate― rogué ansiosa por obtener a una solución cuanto antes.
―Bueno, encontré el cuerpo donde me dijiste, estaba comenzando a descomponerse y no estaba seguro de que los alemanes podrían considerar la posibilidad de que un grupo de rusos lo hubiera asesinado, así que lo llevé a la zona de bosques donde ejecutan a los judíos y ahí lo enterré. Estaba seguro de que nadie lo encontraría ahí...
―Espera, ¿Qué dices? ¿Qué judíos? ¿Los ejecutan? ¿A cuántos?

Harry se detuvo cuando hice todas esas preguntas. Retrocedió un paso y no respondió.
Yo sabía que debían ser decenas o cientos, pero también sabía que él no tendría el valor de decirlo.
El corazón se me retorció por dentro. Estaba ahí sufriendo por haber provocado la muerte de un alemán, pero de pronto recordaba que ellos asesinaban despiadadamente a millones por todo Europa.
Tragué duramente y apreté con más fuerza el abrigo que me rodeaba.
―Solo dime ya lo que hiciste, no necesito saber los detalles de la muerte de los judíos.
―Lo lamento, solo quiero que sepas que nadie encontrará su cuerpo ahora. Le quité la ropa. Tenía las huellas de las balas así que las quemé. Pero guardé algunas de sus pertenencias como su reloj, una cadena de plata que llevaba en el cuello, sus zapatos y su sombrero. Luego conseguí otro uniforme como el suyo y lo dejé sobre una roca junto a un río en el bosque. Nosotros solemos andar por esas rutas, nadar ahí a veces, así que no demoraron mucho tiempo en encontrar sus cosas y en estas temporadas, debido a las lluvias y el clima, el río se vuelve traicionero, las corrientes van y vienen. Así que muchos piensan que se ahogó. Han pasado las últimas horas siguiendo la ruta del río en busca de su cadáver, pero estoy seguro de que al final lo darán por muerto y no habrá más... contra ti, ni contra nadie.

Inhalé entrecortada y dejé salir el aire con fuerza.
―De acuerdo― musité, levanté una mano para acomodar mi cabello y Harry mientras tanto, bajaba la vista a mis pies.
―Estás descalza― comentó lo obvio, volvió a acariciarme un brazo y la mejilla.
―Estoy en pijama― corregí.
Harry asintió y por un momento, pensé que se ofrecería a marcharse, pero en lugar de eso, se acercó y me rodeó con los brazos para brindarme su calor.
―Estas últimas semanas han sido horrendas― murmuró― te he sentido tan lejos y di cuenta de cuanto te necesito ahora. Ya no puedo sacarte de mi mente, a diario veo tanta hostilidad, tanta soledad, tanta desesperanza... y después estás tú. Tú eres lo único bueno en medio de esta guerra, eres mi oasis y no sé qué más hacer, porque debería alejarme de ti, debería pensar en ti y en lo peligroso que sería si descubrieran que eres judía, pero no puedo, soy un egoísta.
―Yo también he sido egoísta― susurré con tristeza mientras él dejaba pequeños besos en mis mejillas, de un lado y de otro, pausando brevemente de vez en vez.
―Eso no. Eres valiente, humana, humilde y me ves, como nadie tendría el valor de verme en esta ciudad... Nicola, necesito tu amor.
Me quedé en silencio y él me besó en los labios, llenándome de una sensación bastante placentera. Mayor a cualquier sensación que sus besos me hubieran provocado antes.
Esta vez, era distinto, porque él estaba ahí, admitiendo que estaba enamorado, a pesar de que ahora ya sabía todos mis secretos.
Jamás experimente algo similar. Era como estar completamente expuesta, sin nada entre nosotros y aún así, me decía: “Necesito tu amor”.
Quise decirle que ya tenía todo mi amor, porque me sentía identificada con sus sentimientos y también lo consideraba como la única persona entre tantos de su tipo, que era capaz de mirarme de esa manera.
Sin embargo, las palabras no me salían cuando él me besaba sin hacer la más mínima pausa y sus brazos, me apretaban con tanta fuerza que se me cortaba la respiración pero no podía detenerlo.
Tan solo lo jalé más cerca de las sombras cuando escuché el ruido de un camión militar pasar calle abajo.
Harry rodeó mi cintura con un brazo y me levantó ligeramente hasta que mis pies pisaban apenas con las puntas, el frente de sus zapatos lustrosos.
Me apretó contra la pared y miró hacia un lado.
El camión había desaparecido y en su lugar, tan solo restaba el sonido del ladrido de un perro alborotado.
Volvió los ojos sobre mí, acarició con su nariz mi mejilla y subió una mano a mi nuca al tiempo en que sus labios, se perdían en las profundidades de mi cuello.
Un suspiro salió de mi boca y miré al cielo mientras él besaba y lamía mi piel de una manera que nadie nunca tuvo el atrevimiento de hacer.
Su lengua se deslizó de corrido hasta mi oreja, se detuvo ahí y su respiración como la de un león contra mi oído, me estremecía.
Su cabeza terminó reposada contra la mía durante unos minutos, se limitó a respirar pesadamente a mi oído pero nuestras manos estaban inquietas.
Baje las mías por sus brazos y volví a subir a su pecho mientras él con una suya, husmeaba bajo mi abrigo y tocaba mi pecho, únicamente cubierto por la bata blanca que usaba.
Me quedé muy quieta cuando la palma caliente de su mano envolvió uno de mis senos y sin necesidad de apretar ni hacer otra cosa más, me hizo temblar.
Tragué de nuevo y miré hacia el cielo sin saber qué hacer cuando Harry volvió a besar mis labios y ahora sus dos manos me palpaban de arriba abajo sin que yo lo detuviera.
Por el contrario curvaba mi cuerpo contra la pared y le permitía abrir de par en par mi abrigo, para proseguir con eso.
Sostuve sus mejillas y gemí contra su boca al sentirle deslizar una mano entre mis piernas.
Harry mordió mi labio inferior y tiró de él al tiempo en que yo me deslizaba hacia la puerta de la cocina.
Solo entonces se detuvo y me miró, respirando agitado a través de sus labios rosas.
―¿Te vas ya?― preguntó con incredulidad.
―¿No quieres pasar?― pregunté con apenas una vocecita.
Harry levantó la mirada a la casa y preguntó.
―¿Adentro? ¿Contigo?
―¿A dónde más?
―¿Y si alguien nos ve?
―Todos duermen― tomé su mano y lo jalé sin preguntar más.
Él tampoco se opuso, aunque estaba visiblemente nervioso.
Cerré la puerta de la cocina y me volví a encontrar entre la oscuridad con sus labios tan húmedos.
Me besó con brevedad y luego susurró:
―¿A dónde?
Tomé su mano y lo llevé hacia las escaleras.
El suelo de madera rechinaba bajo sus pesadas botas y yo trataba de llegar a mí habitación lo más pronto posible sin hacer escándalo.
Cuando finalmente llegamos a ella y cerré la puerta con llave, me giré buscándolo entre las sombras.
Levanté una mano y él levantó la suya hasta que se tocaron y dimos un decisivo paso para volver a acabar con la distancia que nos separaba.
Volvimos a besarnos. Esta vez como si entre nosotros, no hubieran barreras de ningún tipo, ni sociales ni de pudor.

La chica bajo la farola |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora