《Trece》

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Tercera rosa.

Estaba enojado. Muy enojado.
En definitiva hoy no era mi día, y lo único que lo podía salvar tenia nombre, apellido y rizos.

Mi día inició bien, vi a Emilio por la mañana y ambos acordamos una tercera cita, estaba feliz, muy feliz, pero esa felicidad se fue al caño cuando llegué a mi colegio. Resulta que mis compañeros no pudieron poner mi nombre en el proyecto de Biología cuando yo hice más de la mitad solo, y lo peor no fue ahí sino que mi maestro de psicología no me recibió un trabajo simplemente porque no se le dio la gana y ahora es probable que este a punto de reprobar dos materias, y para colmo Renata manchó mi pantalón rojo de pintura negra. Solo quería llegar a ese parque y fundirme en los brazos de Emilio, sentir su calidez y saber que todo estará bien.

Camine hasta nuestra banca y ahí estaba él, pude darme cuenta que con su mano sostenía una rosa roja. Otra más para mesa de noche. Sonreí y caminé hasta donde se encontraba.

-Hola- saludé con mi mano.

-Hola, corazón- dejó la rosa en la banca y se puso de pie para después darme un abrazo. No pude evitar que el montón de mariposas revolotearan en mi anterior cuando lo escuche llamarme de esa manera. Correspondi su abrazo y deje que su calidez llenara mi cuerpo y así de un solo momento, mi enojo desapareció.

-No sabes lo bien que me hace estar así contigo- confesé aún con mi cabeza en su pecho y sus brazos rodeandome.

-A mi también me encanta estar así contigo- suspiré-. ¿ por qué el suspiro?

-Hoy tuve un día no tan agradable- hablé sobre la tela de su suéter.

-Humm- me separó un poco y tomó mi rostro entre sus manos- cuéntame.

Nos separamos por completo, pero antes de que tomáramos asiento, tomó la rosa de la banca y me la dio.

-Asi que las rosas pueden ser nuestro para siempre- dije mientras reía y tomaba la rosa. Era muy hermosa. Algún día iría a la florería de los abuelos de Emilio, tal vez le podría comprar algo a mi mamá, ella ama las flores.

-Puede ser- también río-. Pero como ya te dije, si fuera por mi te daría todas las rosas del mundo, mi pequeñín- sonreí. Emilio era tan tierno.

-Me gusta que me llames por esos apodos, suenan dulce viniendo de tu parte.

-Tu haces que quiera decirte todos esos apodos- me sonrojé. Debería ser un delito ser tan lindo como lo es él-. Pero bueno, niño tierno, vamos cuéntame que es eso que te tenía de malas- Emilio se sentó en la banca pero estiró sus piernas a lo largo de esta, a lado de la banca estaba un árbol algo grande por lo qué el recostó su espalda ahí, abrió sus piernas y palmeó con sus manos ese espacio para que yo tomara asiento, así que eso hice. La manos de Emilio fueron a parar a mi cabello acariciandolo, me recargue sobre su pecho y me relajé.

-Estoy a punto de reprobar dos materias- sus manos seguían sobre mi cabello y yo comencé a jugar con los petalos de la rosa que aún conservaba en mi mano-. Estoy en ultimo año y tengo que salir con buena calificación para poder entrar a una buena universidad.

-¿No hay nada que se pueda hacer?

-Sí, me quedan exámenes, y si pasó todos con más de 8 habré pasado las materias.

-Eso es bueno ¿no?

-Hummm. Digamos que si pero igual me preocupa, tendré que estudiar demasiado y...

-Hey- besó mi mejilla tiernamente-, tranquilo corazón, estoy seguro que todo saldrá bien, eres inteligente y muy listo. Saldrás con más de 8- volvió a besar mi mejilla. Emilio era todo lo que necesitaba en estos momentos, es increíble como unas simples palabras viniendo de la persona correcta te pueden hacer sentir tan bien.

Rosas  {Emiliaco}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora