《Catorce》

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Cuarta rosa.

Poco a poco el sol se iba ocultando y al mismo tiempo el frío de octubre se estaba sintiendo cada vez más. Suspiré y comencé a jugar con mi pulsera en busca de calmar el nerviosismo de mi cuerpo. El tiempo se sentia demasiado lento, aunque sabia que eran cerca de las 7 p.m yo había sentido que habían pasado más de 10 horas.

Estaba demasiado preocupado por Emilio. El día de hoy lo había notado algo extraño, su mirada no reflejaba esa felicidad que siempre se mostraba, ni siquiera obtuve una sonrisa de él en todo el trayecto en el tren. Algo estaba sucediendo en la vida de mi hermoso rizado, pero no tenia ni la menor idea de lo que pudiera ser.

Volví a checar la hora en mi celular y faltaban cerca de 35 minutos para que dieran las 8:00 p.m, suspiré y me levanté de la banca. Lo más seguro es que hoy no vendría Emilio. Di la vuelta y comencé a caminar con dirección a mi hogar, sin embargo cuando di cinco pasos una voz me interrumpió, o más bien la voz de Emilio lo hizo.

Rápidamente gire sobre mis pies y ahí estaba él.

Sus ojos al igual que como los había visto esta mañana, se encontraban apagados, e incluso diría que estaban algo rojos. Sus rizos estaban algo despeinados. Me preocupé, y vaya que lo hice, ese no era mi Emilio, ese no era el chico que miraba en el tren de lunes a viernes. Algo le estaba sucediendo.

Caminé hasta él y rápidamente lo abrace envolviendo mis brazos en su cintura y apoyando mi cabeza en su pecho. De inmediato él también me envolvió en sus brazos.

En esta posición podía escuchar los latidos de su corazón, y podía jurar que jamás había escuchado algo tan relajante como su corazón bombeando.

Aún abrazados, ambos nos acercamos hacia la banca. Emilio tomó asiento y palmeó un lugar a su lado para que yo también tomara asiento así que eso hice. Quería preguntarle que era eso que le estaba quitando ese brillo tan peculiar, que era eso que lo ponía tan mal. Pero no quería presionarlo, si el hablaba estaba bien y si no lo hacía también lo estaba.

El lindo rizado puso su mano sobre mi rodilla y de su chaqueta sacó una rosa, como las que me daba todos los viernes desde hace semanas.

-Tu rosa del día de hoy- me dio una pequeña sonrisa pero esa sonrisa no era como las que él solía darme, no, esa sonrisa era diferente, esa sonrisa era triste. Tomé  la rosa -Las cosas no han estado bien, bonito- me quede callado solo observándolo -. Mi abuelo...- sentí como su voz comenzó a quebrarse. La rosa roja que aún permanecía en mis manos la dejé a un lado en la banca para después pasar mi mano por sus rizos- con los días estuvo empeorando de salud- tragó duro-, está en el hospital justo ahora y yo... yo siento demasiado miedo- en estos momentos las lágrimas escapaban de sus ojos y hacían un recorrido por su rostro-. Mis abuelos son de las personas más importantes en mi vida- cerro los ojos apretandolos un poco tratando de reprimir las lágrimas. Pero no lo logró-. Desde que era niño siempre han estado para mí, nunca me han juzgado- mis manos seguían acariciando su cabello-, la primera vez que un niño llamó mi atención se lo conté a mi abuelo antes que a nadie, y a pesar de ser un hombre mayor no me dijo que estaba mal o que estaba confundido, recuerdo que sólo me abrazo y me llevó a comprar un helado. Mi abuela al poco tiempo también se enteró y su actitud fue la misma. Siempre han estado para mí y me duele que mi abuelo esté en esta situación- y entonces se quebró por completo.

Mi lindo rizado estaba sufriendo, y lo entendía, entendía por lo que estaba pasando ya que para mí, mi familia también es de lo más importante en mi vida. Quería hacerlo sentir mejor pero no sabia de que manera.

Emilio seguía llorando así que lo único que hice para poder consolarlo fue tomar su cabeza y acercarlo a mi. Él me rodeó la cintura y su rostro quedó a la altura de mi pecho, estaba seguro que ahora él podía escuchar los latidos de mi corazón. Bajé un poco mi rostro y le di un pequeño beso sobre su nuca.

Sus lágrimas seguían manchando mi suéter, pero sinceramente no me importaba, lo único que quería era que él se sintiera aunque sea un poco mejor, que llorara lo que tenia que llorar. Le pedía a Dios que todo mejorara con su abuelo, porque si algo peor sucedía no sabría como Emilio podía reaccionar y lo que menos quería era que ese brillo tan característico de él desapareciera.

Poco a poco su respiración se fue normalizando, pero aún así seguía llorando, a los pocos minutos se despegó de mi.

-Gracias- susurró.

-¿Por qué?- pregunté confundido. No entendía porque me daba las gracias, no había hecho nada en realidad.

-Por estar aquí, por abrazarme y dejarme llorar y manchar tu suéter con mis lágrimas- sonrío un poco avergonzado. Sus ojos estaban hinchados y rojos por el llanto que había derramado anteriormente. Tomé su rostro entre mis manos.

-No me agradezcas nada, ricitos- rió un poco por el apodo-. Además, recuerda que siempre a pesar de todo nos encontraremos en esta banca, sin importar qué ¿de acuerdo?

-De acuerdo- confirmó. Ambos nos quedamos en silencio observando los ojos del otro. Me acerqué un poco y le planté un pequeño beso en sus labios. Al alejarme pude ver como una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro. Y por primera vez en todo este tiempo, vi un poco de esa sonrisa que tanto me gustaba.

》》》》》》

Holaa, quería preguntarles ¿si les gustaría que escribiera el momento en donde Emilio habla con su abuelo sobre la primera vez que un niño llamó su atención? No sería un capítulo, solo algo extra a la historia y se publicaría después de este.

-Ame;

Rosas  {Emiliaco}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora