《Veinte》

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Salí rápidamente de mi casa con mi bufanda en la mano tratando de colocarmela sobre mi cuello para cubrir mi nariz y no dejar que el frío aire llene mis pulmones.

Traía demasiada prisa; el día de ayer me quedé dormido y no pude tomar el tren con Emilio y hoy en la mañana la estación estaba siendo rodeada por muchos policías y el vagón que solemos tomar todas las mañanas estaba cerrado y acordonado. No sabía que había sucedido y tampoco quise preguntar, pero un sentimiento de preocupación asaltó mi cuerpo haciéndome doler el estómago, al darme cuenta que Emilio nunca apareció, por lo que que todo mi turno en la escuela estuve ansioso porque diera la hora en que Emilio y yo nos encontráramos en el parque como todos los viernes.

Llegué al parque un poco antes de lo usual, tomé asiento y cruce mis pies sobre la banca mientras que trataba de calentar mis manos. Cada vez el frío se intensificaba más. Y por alguna razón estaba demasiado nervioso.

Todo el día había tenido en mi cuerpo ese sentimiento de preocupación, ni siquiera pude poner atención a mis clases o a las charlas de mi abuela. Incluso mamá me preguntó que era lo que me ocurría a lo que simplemente le contesté con un "estoy bien"; pero no lo estaba. Estaba lejos de estarlo. Solo quería tener el cuerpo de Emilio sosteniendo el mío, sentir su calor y sus cálidos labios, eso era todo lo que necesitaba para calmar esta horrible sensación.

El tiempo pasó con lentitud, el parque cada vez se iba vaciando, y la noche ya se encontraba oscura y sólo la alumbraban las pequeñas estrellas. Mire mi celular, marcaba diez minutos para las nueve. Sin previo aviso mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Emilio no había venido. Emilio no estaba aquí. Algo había pasado con Emilio. Mi mente comenzó a maquinar mil cosas sin embargo se detuvo en la estación, en esos policías rodeando el vagón, en ese cordón amarillo rodeando lo que parecía ser algo importante, y ahora en verdad las lágrimas estaban cayendo por mi rostro. No sabía que había pasado y no quería averiguarlo. Sólo quería que Emilio llegara con esa rosa y me dijera todas esas cosas bonitas que solía decirme, pero en lugar de eso estaba solo en medio de un parque con la cara empapada en lágrimas con la esperanza de que quizá llegue.

Con ambas manos temblando sostuve mi celular cuando este Marco una llamada entrante, era Renata.

-Hola- contesté mientras sorbia mi nariz.

-¿Joaco? ¿Estás bien?- preguntó ella de forma alarmada. Aclare mi garganta y hable.

-Sí... yo... estoy bien- dije.

-De acuerdo- se escuchó un largo silencio hasta que por fin suspiro y volvió a hablar-. Necesito que vengas a casa, hay algo que tal vez debas de saber- eso último hizo que mi cuerpo se congelara.

-¿Qué debo saber?

-No puedo decirte por teléfono. Sólo ven a casa pronto, recuerda que si mamá y papá no te ven cuando lleguen nos irá muy mal a ambos- lo había olvidado. Mamá aún seguía sin darme permisos por lo que cada viernes Renata y yo le inventabamos una excusa para que yo pudiera venir a mi cita con Emilio, excepto el día de hoy que mis padres habían salido con unos viejos amigos y no estarían en casa hasta después de las diez de la noche.

-Está bien, voy en camino- colgué la llamada y me dispuse a caminar hasta mi casa.

La llamada de mi hermana me había dejado peor que hace unos minutos. Tan sólo de pensar en lo que podría ser eso que tanto quería decirme me daban ganas de vomitar.

Abrí la puerta de mi casa y entré en ella. Ya en mi habitación dejé mi abrigo sobre mi cama y guarde las llaves en un pequeño alajero. A los minutos entró Renata.

-Bien- camine hacia mí silla que estaba en frente de mi escritorio y me dejé caer-, ¿Qué me tienes que decir?- supe que era algo de lo cual no estaba preparado cuando vi sus ojos y como su mano tomó de inmediato la mía.

Rosas  {Emiliaco}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora