《Capitulo extra; Perfecto》

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-¿Crees que ya hayan dormido?-  preguntó el rizado.

-Posiblmente Natalia, pero lo dudo mucho de Johana- contestó Joaquin mientras que trazaba pequeños círculos imaginarios sobre el pecho de su esposo.

-Bien, entonces esperemos un poco más- Joaquín asintió.

Era la noche del día de reyes, por lo que ambos estaban esperando que sus gemelas de siete años por fin estuvieran dormidas para poder dejar los regalos.

Una hora después, ambos padres bajaron las escaleras de forma sigilosa y tratando de no hacer ruido.

Rápidamente fueron hasta donde sus pequeñas niñas habían dejado los zapatos y dejaron las dos muñecas que tanto las gemelas habían estado pidiendo, también dejaron unas bolsas de dulces. Al terminar, la pareja subió a su habitación asegurándose de que ninguna de las dos los hubiera visto.

Así que con una gran sonrisa porque habían cumplido su misión, ambos se fueron a dormir.

~*~

Unas pequeñas manos se encontraron en su mejilla seguido de un grito.

-¡Papi!- le gritó en el oído a su padre mientras que su hermana le tocaba el hombro tratando de despertarlo. Al escuchar esto, rápidamente Emilio abrió los ojos y casi cae de la cama.

-¿Pasó algo? ¿Su padre está bien? ¿Ustedes están bien?- preguntó agitademente.

-No, no pasó nada. Mi otro papi está bien y mi hermana y yo también- respondió con inocencia la pequeña Natalia.

-¿Entonces por qué me gritaron?- preguntó desconcertado y tratando de normalizar su respiración.

-Es que queríamos que jugaras con nosotros- respondió Johana mirándolo con ojos inocentes.

-¡Mira lo que nos trajo los reyes! ¡Están hermosas!- dijo Natalia con evidente emoción, mientras que tomaba y abrazaba a su muñeca. Emilio sonrió al verla, ya que para él la felicidad de sus hijas siempre sería también su felicidad.

-Papi, nuestro otro papi dijo que cuando terminara de hacer el almuerzo jugaría con nosotras ¿Puedes jugar conmigo y Nat mientras papi termina? Anda di que sí- la pequeña niña hizo un puchero. Ese pequeño gesto le recordó a Joaquín, ya que el menor siempre lo hacía ceder haciendo ese tipo de caras y bueno, sus hijas no eran la excepción.

-De acuerdo- se levantó de la cama-, vamos chaparras- tomó a cada niña y se las colocó una en cada hombro como costal de papas. De esta manera y el rizado haciendo ruidos de avión fue que bajaron las escaleras hasta la sala de estar. Al llegar ahí, las dejó a ambas sentadas sobre el sofá mientras que él iba hacia la cocina.

Su esposo se encontraba a espaldas de él, meneando una espátula y sosteniendo un sartén. Con una gran sonrisa se acercó a él y rodeó su cintura con sus brazos.

-Buenos días, mi corazón- besó su mejilla.

-Buenos días, ricitos- rió entre sus brazos y se giró para darle un beso en los labios. Beso que fue interrumpido por dos voces haciendo sonidos de asco. Ambos se despegaron y miraron a sus gemelas que se encontraban paradas con gestos de desagrado en la entrada de la cocina.

-Iugh- habló Johana-, dejen de besarse.

-Ya quiero verte haciendo esos gestos cuando tengas pareja, después de que tengas dieciocho, claro está- aclaró-, y lo besó porque es mi esposo- habló el mayor.

Rosas  {Emiliaco}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora