Una estrella en el mar - Pablery (Mery y Pablo)

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Me voy a la Capital - las palabras de Mery resonaron en los oídos de Pablo. Podía notar la voz quebrada de ella.

¿Y vas a dejar cuatro años atrás por eso? 

Pablo, lo nuestro fue muy lindo, pero éramos chicos... Somos chicos todavía, apenas cumplimos los dieciocho –

¿Y es motivo para que decidas irte sin mirar atrás? –

Este pueblo es una porquería... Vos al menos ya heredaste el negocio y la profesión de tus viejos... Yo no tengo más nada que hacer acá –

- ¿Y qué vas a hacer allá? –

Voy a ir a limpiar casas... Después, capaz consiga algo mejor –

- Pero Mery, yo acá te puedo dar una vida relativamente buena –

¿Y qué pasa si no terminamos juntos? ¿Qué pasa si a los treinta de repente me veo sola y sin trabajo? No puedo desperdiciar esta oportunidad

Pablo calló. En realidad no supo qué contestarle. Le hubiera gustado decirle que iban a estar toda la vida juntos, pero ¿Y si no? Era cierto que aún eran muy chicos... ¿Y si, por el motivo que fuera, se separaban? No podía ser tan egoísta.

Igual te voy a escribir cartas... Capaz me puedas venir a visitar - Mery cortó el silencio

Sí... Sí, obvio... Es más, si me va bien, capaz que puedo ir a poner una veterinaria allá, y podamos estar juntos de vuelta –

Puede ser... Me gusta la idea - sonrió Mery

¿Cuándo te vas? –

- Mi tren sale mañana a las nueve... ¿Vas a venir a despedirme? –

Me ponen muy mal esas cosas... Vos viste cómo soy... –

- Entonces, señor sensible, pasemos lo que resta de este día juntos - propuso Mery, más animada

Me gusta la propuesta - afirmó él.

“Te marcharás
Y sin saberlo tu mirada es gris
Tu corazón no quiere partir
Estás atando tu destino a un tren”

Pablo hizo todo lo posible para que esas dieciséis horas que les quedaban juntos fueran las mejores, quiso hacer que Mery nunca en su vida se fuera a olvidar de ese día, por más que la vida los separara luego, quería quedar en su recuerdo para siempre.

Pasearon por sus lugares favoritos, cenaron y terminaron la noche con broche de oro, haciendo el amor.

“Para el serás
Una ventana que nunca se abrió
Una esperanza de su soledad
Una respuesta que nunca alcanzó”

Al otro día, bien temprano, Mery partió. La única que fue a despedirla fue su madre. Luego de un viaje largo, llegó a la terminal de Retiro, y allí la esperaba su patrón, un hombre soltero y bastante mayor, que la había contratado con cama adentro.

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