Una flor - Gastochi (Rochi y Gas)

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Rochi estaba sentada sobre la cama, serían casi las tres de la mañana pero no había logrado conciliar el sueño. El frío y la humedad de aquella habitación le calaban los huesos, y ese mes no les había alcanzado para comprar la garrafa. El invierno ese año iba a ser duro.
Se levantó y caminó hacia una especie de moisés que le había improvisado a su pequeño hijo de cuatro meses, Ramiro, y lo acarició. El pobrecito estaba helado, y Rochi se sentía angustiada por no poderle dar una mejor vida. Agarró un saco de lana que le pertenecía y cubrió con él a su bebé, intentando darle un poco más de calor. Miró en su billetera, sólo tenía treinta y ocho pesos. Esa era toda su ganancia del día, se había pasado toda la tarde en la estación de Liniers vendiendo flores, y sólo había recaudado unos miserables treinta y ocho pesos que, con suerte, le alcanzarían para comprarle dos pañales a Ramiro el día siguiente, y rogar que no necesitase más de dos cambios de pañal ese día.
De repente, Ramiro largó un llanto fuerte, irrumpiendo en el silencio de la noche. Claro que silencio era sólo una forma de decir, vivir bajo el puente de la autopista significaba no conocer el silencio, y es que el tránsito nunca cesaba en la General Paz.
Rochi tomó en brazos a su hijo, lo meció hasta que logró calmarlo. Seguramente todo lo que ese bebé quería era un poco del calor maternal que sólo ella podía darle. Cuando volvió a dejarlo en su moisés, Rochi miró la hora. Estaban por ser las cuatro, y Gastón, su marido sin papeles, como decían siempre bromeando, aún no había regresado.

“Ella buscaba un amor
Él saliendo del dolor
En la vida se cruzaron y todo marchó”

Rochi y Gas se habían conocido hacía solamente un año y medio, y sin embargo habían pasado muchas cosas juntos. Él tenía veintidós años, y limpiaba vidrios de los autos abajo del puente, justo donde ahora vivían. Había quedado solo cuando su madre había fallecido muy joven, producto de una tuberculosis, dos años antes, y en esas cuatro paredes de chapa se había armado su refugio. En comparación a sus conocidos, se sentía afortunado, al menos no tenía que dormir a la intemperie.
Rochi, por su parte, era la mayor de seis hermanos. Su madre pasaba olímpicamente de ella, ya que siempre estaba ocupada con los más chicos, y su padrastro la maltrataba y la acosaba sexualmente. Una noche, harta de las cosas que tenía que vivir, huyó de su casa. Se fue con lo puesto. Un jean gastado, una blusa desteñida, y ojotas. Se tomó el Roca y nunca más volvió a Villa Albertina.
Rochi, de sólo dieciséis años, vivió dos días en la calle, hasta que la encontró Gas. Se acercó a ella pensando que era una adolescente traviesa que se escapó de su casa atrás de un noviecito. Pero cuando Rochi le contó lo que le estaba pasando, Gas se dio cuenta que no era esa rubiecita inocente que pensó al verla. Rochi tenía tanta calle y tantas vivencias como él. Aun así, la calle no le pareció un lugar adecuado para tan bella señorita, y la invitó a irse a vivir con él. "De onda". Tan "de onda", que durante el primer mes, Gas durmió arriba de una manta en el suelo para dejarle a Rochi el único colchón que tenía en ese momento.

“Para poder resistir
A su terrible adicción
Ella vendía sus flores en la estación”

Durante ese mes los dos se la rebuscaban como podían. Gas siguió lavando vidrios de autos. A veces vendían golosinas, accesorios y estampitas arriba de los trenes. A veces sólo se veían un rato por las mañanas. Rochi trató de convertir ese cuchitril en un hogar para los dos. Siempre le dejaba la comida lista a Gas, aunque a veces no compartieran la cena, y por las mañanas no faltaba el mate en el desayuno.

“Y sola quedó
En lo oscuro de su habitación
Preguntándose es muy tarde y por qué él no volvió
Él sólo quiso llevarle una flor a su amor
Él sólo quiso llevarle una flor a su amor”

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