(11) Mamá

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-Rosalba ¿Qué pasó? -exclamé apenas la divisé en el pasillo de la sala de espera y corrí hasta ella.

-Señora -ella volteo a verme con la mirada envuelta en nervios. -No lo se, la señorita Regina empezó con contracciones y luego rompió fuertes. -fruncí el ceño.

-Pero si todavía le quedaba poco más de un mes -dije, sentí unos pequeños bracitos rodearme y aferrarse a mi. Solo hasta entonces noté que Mónica estaba con nosotras.

-¿La tía Regina se va a morir? -cuestionó y me miró con sus ojitos cafés bañados en lágrimas mientras pequeños hipidos se escapaban de su garganta. La mire de vuelta y por primera vez no supe que responderle, no soy buena para estas cosas. Y menos para cuando sus pequeños deditos se aferran a mi pantalón como garras.

Voltee a ver a mi alrededor y divisé la silueta de un doctor salir de una de las habitaciones, creo recordar que alguna que otra vez atendió a Regina durante sus primeros meses de embarazo.

Me apresuré a dar un paso hasta él; pero Mónica aún pegada a mi pierna me lo impidió. Suspire y volteando a verla, coloqué mis manos bajo sus bracitos y la levante. Ella enredó sus piernitas en mi cadera y escondió su cabecita entre la curvatura de mi cuello.

-¡Doctor! -lo llame mientras me apresuraba con Mónica en brazos. Él volteo a verme. -Soy Altagracia Sandoval, hace un rato trajeron a mi hermana Regina Sandoval y quería saber...

-Ah si, la Señora Sandoval -me interrumpió y paso una mano por su canoso cabello. -Se de quien habla, la señora en estos momentos se encuentra en cirugía. Su labor de parto se adelantó y el niño aún no estaba en posición para salir. Mi colega en estos momentos la está atendiendo.

-¿Pero está bien? ¿Se va a salvar? -él negó -Ya no es mi caso señora Sandoval, no sabría decirle. -mi boca cayó abierta varios centímetros. ¿Como es posible? -En unos minutos saldrá alguien a darle mejores informes -comentó y regalándome una última mirada se retiró.

-Pero... -me quede callada cuando Mónica volvió a sollozar en mi hombro y no se si fue la ansiedad, los nervios, el miedo de que pudiera perder a mi hermana o su llanto que me estaba taladrando los oídos pero la tome de los brazos y colocándola de nuevo en el suelo sin ninguna preocupación la mire.

-¿Quieres dejar de llorar Mónica? ¡Con tus lágrimas no vas a resolver nada! -levante la voz furiosa, ella abrió sus enormes ojitos y por un momento creo que sus lágrimas se detuvieron. Dio dos pasitos hacía atrás y el terror inundo su mirada. Su labio inferior tembló y nuevas lágrimas silenciosas comenzaron a inundar sus mejillas. Se dio la media vuelta y salió corriendo por todo el pasillo hasta detenerse en la otra esquina y pegándose a una pared se dejó caer hasta sentarse. Enterró su cabecita sobre sus rodillas.

Levante la cabeza y me encontré con la mirada nerviosa y lo que parecía ser dolida de Rosalba. Ella hizo el movimiento de ponerse de pie, pero algo debió ver en mi mirada que la detuvo. Luego dirigí mis ojos hacía Matamoros y vi como su rostro pasó por uno que otro semblante triste. Creo que lo vi negar con la cabeza. Pero fue tan imperceptible que creo haberlo imaginado.

Luego por último regrese mis ojos hasta Mónica y la encontré hecha un ovillo a la distancia. Lloraba, pude ver como su pequeño cuerpecito temblaba con cada llanto. Suspire, me lleve una mano hasta el cuello y lo masajee. Matamoros esta vez se adelantó varios pasos pero apurándome en su camino lo detuve. Él me miró y luego regresó a su antigua posición. Cerré mis ojos un segundo.

-Bravo Altagracia. Eres la madre del año. -me recriminé en un susurro. Y cuando volví a abrir mis ojos Mónica permanecía en el mismo lugar. Di los pasos restantes hasta ella y me incline hasta su altura. -Mónica -la llame con voz suave y ella se sobresaltó, pude ver como su cuerpo se tensó. -volví a cerrar mis ojos y luego de considerarlo un segundo decidí sentarme frente a ella en este mugriento suelo, aunque no lograba divisar ni una sola mancha. Pero con la cantidad de personas que deben caminar por el a diario ya lo imagino. -Mónica -estire mi mano y la pase por su cabecita, ella volvió a romper en llantos un poco más agudos. -Lo siento tanto, no quise gritarte. -dije en un tono de voz casi tan bajo que solo ella podía escucharme. -Me puse nerviosa, estoy tan asustada como tú de perder a mi hermana. -sentí mis ojos picar por las lágrimas. -Perdóname por favor. -volví a acariciar su cabello y esta vez una lágrima se escapó de mis ojos por más que intente contenerla, luego de esa le siguieron muchas más hasta convertirse en un llanto descontrolado. No puedo perder a mi única familia.

Mónica levantó la cabeza de sus pequeñas rodillas y me miró. Sus mejillas bañadas en lágrimas brillaban con el reflejo de la iluminación del pasillo. Sus ojos cafés conectaron con los míos. Sus largas pestañas mojadas por las lágrimas. Odio que me vean llorar, por lo que entere mi rostro entre mis manos buscando un poco de sosiego.

-No llores -la suave vocecita de Mónica inundó mis oídos mientras el suave tacto de su pequeña manita buscaba acariciar mi mejilla a través de mis manos. -Todo va a estar bien mamá -volvió a hablar y esta vez las lágrimas se congelaron en mis ojos mientras la respiración se me cortaba de golpe. Levante la cabeza de entre mis manos y la mire. Sus ojitos cafés estaban muy cerca de mi rostro mientras con su mano enyesada intentaba secar sus propias lágrimas para luego regálame una pequeña sonrisa. -La tía Regina siempre dice que si tenemos mucha fe todo va a estar mejor. Yo no sabía que era fe, pero también me dijo que es creer en que algo bueno va a pasar. ¿podemos creer en que la tía Regina y mi primita Isabela van a estar bien? -cuestionó, asentí sin dejar mirarla y por auto reflejo una sonrisa también se instaló en mi rostro. -Entonces van a estar bien. -dijo con simpleza encogiéndose de hombros. Volvió a estirar su manita y acariciar mi mejilla. -No llores, tus ojitos se ponen tristes y no me gusta.

-¿Como me dijiste? -cuestione y ella frunció el ceño, la duda cruzó su mirada como si no supiera que fue lo que me dijo y temiera equivocarse. Volví a sonreír y colocando ambas manos sobre su espalda tire de ella hacía mi. -No importa ven acá. -dije y ella cayó sobre mis brazos, su bracito enyesado golpeó mi hombro cuando la rodee en un abrazo, pero no importa.

Ella acomodó su mentón sobre mi hombro y con sus pequeños brazos rodeó mi cuello.

-Creo que con un abrazo me sentiré mejor. -dije en un susurro solo para mi.

Mónica Donde viven las historias. Descúbrelo ahora