(31) Aarón

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-Yo... yo -balbuceó, rodé los ojos.

-¿Gusta pasar? Hace frío y como usted mismo puede ver no estoy muy abrigada. -señalé mi cuerpo y él tragó fuerte. Me hice a un lado para que pudiera pasar.

Observó todo a su alrededor mientras retorcía y golpeaba sus uñas con nerviosismo. Cerré la puerta a nuestras espaldas y le pase por el lado camino a la sala de estar.

-¿Y bien? -cuestione

-Yo... -quedó en silencio y voltee a verlo elevando una ceja. -Yo estoy aquí. -carraspeó -Porque nunca fue a la comisaría y quede un tanto preocupado por la situación de su hija y su hermana. -bajo la mirada a sus pies y luego la regresó a mis ojos. Me crucé de brazos con una media sonrisa irónica plasmándose en mi rostro.

-No me diga que es así de atento con todos los ciudadanos. -comenté con humor. Áaron bajo la cabeza y carraspeó nervioso. Reí.

-¡Mamá! -el grito de Mónica me hizo voltear hacia las escaleras.

-¡Mónica, espera, no corras! ¡Te puedes caer! -más atrás se escuchó el grito agitado y apurado de mi hermana. Un segundo después escuchamos los pasitos de la niña bajando las escaleras.

-¡Mamá!

-Aquí Mónica -respondí con un poco de hastío por el escándalo. Ella corrió hasta la sala y se detuvo frente a mi.

-¿Como me veo? ¿Me veo linda? -enmudecí perdiéndome en su vestido azul marino con detalles rojos y blancos en las mangas y cinturilla. Lo reconozco como mío. Fue el vestido que me hizo mi madre cuando cumplí su misma edad. Incluso noto algo de desgaste en el ruedo, debido a los años.

-Lo siento tanto, Altagracia. -Regina se disculpó deteniéndose más atrás con Isabela en un brazo y su pañelera y bolso en el otro. -Mónica lo vio en mi habitación y no pude decirle que no... -estire mi mano para hacerla callar. Ya luego le preguntaré cómo es que tiene tantas cosas nuestras, si cuando nos vinimos a vivir con Yessenia solo vinimos con algunas cajas y cosas básicas. Me baje a la altura de Mónica y estire mis manos para tomar las suyas. Su enorme sonrisa y sus ojitos brillantes achicaron mi corazón. Sentí mis ojos picar por las lágrimas y parpadeé tomando una bocanada de aire para alejarlas. No quise pedirle que fuera a cambiarse. Le hice dar una vuelta. Ella giró sobre sus pies y sonreí.

-Te ves hermosa. -su sonrisa se ensanchó mostrándome los dientes y estire mi mano para acariciar su mentón. Me erguí. -¿Me explican a donde van? -cuestione, recién fijándome que están listas para salir. Isabela permanecía en los brazos de Regina chupando su puñito. Me contuve para no ir a retirárselo.

-La tia Regina prometió llevarme a desayunar a un lugar delicioso ¿Podemos ir? -saltó Mónica en su lugar, le regale una mirada a mi hermana. No me había dicho nada y después de lo qué pasó pensé que sabía que no podían salir sin supervisión.

-Altagracia -habló con tono suave como suplicándome, mientras le regalaba una mirada rápida a Rojas; quien se había mantenido al margen de todo y en silencio. -Por favor, Mónica está muy feliz hoy. No rompas su ilusión. -entre cerré los ojos. Me acerqué hasta Regina y tomándola del brazo tire de ella suavemente, alejándola del oído curioso de Rojas.

-¿Por qué haces esto? -cuestione

-Altagracia, solo quiero salir. -dijo -Tal vez, buscar una universidad que me agrade. Dar un paseo con mi sobrina y mi hija, por favor. -me rogó -Estaremos en todo momento junto a Mariano y sus hombres si eso te hace sentir más tranquila. -Suspire, no muy convencida.

-Esta bien, pero las quiero aquí para el almuerzo. -la sonrisa de mi hermana inmediatamente se plasmó en su rostro. -Y ni se te ocurra darle dulces o porquerías a Mónica. Que te conozco y luego la andas consintiendo. -la sonrisa de mi hermana se hizo más grande mostrándome sus dientes.

Mónica Donde viven las historias. Descúbrelo ahora