(23) Negocios

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~Negocios ~

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~Negocios ~

-¿Segura que quieres hacer esto? -rode los ojos ante la misma pregunta realizada por tercera vez en la pasada media hora.

-Que si, ademas es una manera perfecta para comprobar si tiene la maldita marca del diablo en su pecho. -Braulio afirmó y negó en partes iguales. Sabe que no puede cuestionar una orden mía pero su instinto de macho protector y el cual se intensificó después de aquella noche de sexo está obligándolo a negarse.

¡Maldita sea con los hombres! Piensan que por un poco de sexo ya lo tienen todo, que ilusos.

Reviso la hora de mi reloj de muñeca y veo que voy diez minutos retrasada. Normalmente su tiempo de natación no dura más de 40 minutos, para luego ir directo al gimnasio donde completa su rutina con otra hora. Luego sale de ahí para pasar por un club de lujo y privado de la ciudad por un poco de sus gustitos. Lo cual se basa en niñas menores de dieciocho años y cocaina de la más alta calidad.

Finaliza su día yendo hasta su casa donde finge un día largo de trabajo para que la ilusa de su mujer no sospeche de sus pasatiempos, aunque bien los conoce por las veces que ha tenido que ser internado en la misma clínica de desintoxicación por cuarta vez a las afueras de la ciudad.

Así de bien conozco su rutina.

Saco un espejo de mi bolso y reviso mi maquillaje y recién adquirida peluca roja. La peino con la punta de mis dedos y acomodo un poco el cuello de mi vestido azul royal.

Perfecta, cierro el espejo y lo guardo de nuevo dentro del bolso, el cual cuelga en mi ante brazo.

-Se me hace tarde -avisó

-Sigo sin estar de acuerdo con esto. -vuelvo a rodar mis ojos, lista para pasarle por el lado. Él toma mi brazo y me detiene, volteo a verlo aleteando mis pestañas. Su mirada se mueve de mis ojos a mis labios y viceversa. Se inclina sobre mis labios y los roza, espero más pero no lo hace. Se aleja y me mira.

-Ten mucho cuidado -asiento un poco aturdida por esa caricia y la calidez de su voz con acento español.

Algo en mi cabeza me dice que le reclame y le diga que no vuelva a hacerlo, que lo de nosotros fue solo sexo y ya está. Pero hay otro algo que simplemente me cierra los labios y bloquea mi garganta, no puedo hacerlo. Prefiero callar y alejando mi brazo de su agarre le paso por el lado y salgo de mi oficina camino a buscar a Cespedes.

******

Mis pasos resuenan en mis tacones altos por todo el borde de la alberca entre mezclándose con los chapoteos de Alejandro. Lo observo nadar de una esquina a otra, su espalda ancha y pecosa brillando ante las gotas de agua fría. Trae un sombrero de natación y los ojos cubiertos por unas gafas acuáticas, por lo que no nota cuando me detengo en una de las esquinas esperando a que llegue para obligarlo a verme.

Mónica Donde viven las historias. Descúbrelo ahora