(16) Miguel Preciado

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-Si Regina estoy bien. -rode mis ojos ante su misma pregunta por cuarta vez. -Mejor acuesta a Mónica y duérmete. Espero ya mañana en la tarde regresar. -suspiré -No, estoy con Matamoros -observe a Matamoros acercarse con un vaso de café por el pasillo hacía mi. -Esta bien, adiós -suspiré por última vez llevando mis dedos índice y pulgar hasta el puente de mi nariz y masajeándolo. Colgué el teléfono en el momento en que Matamoros se detuvo a mi lado y me extendió la taza de café.

-¿Todo bien?

-Solo Regina preocupada -rode los ojos -¿Y Daniel? -pregunte al voltear y no verlo cerca.

-Tuvo que regresar a la fundación-asentí.

-No quiero que se acerque a esa niña hasta que yo hable con ella. -él asintió.

-Yo me encargo -respondió -Pero debería irse a descansar. Rente un par de habitaciones en un hotel por aquí cercano. -observe la hora en mi reloj y note que era cerca de las 8:00 pm. -Los médicos ya informaron que no va a despertar hasta mañana. -dijo y yo asentí.

-Tienes razón. Además necesito tener la mente clara para cuando hable con ella.

-La llevo -negué.

-No, tu quédate y vigila que no venga nadie. -lo mire a los ojos -Que nadie se le acerque Matamoros. -recalque, aunque sabía que podía confiar en él, asintió. -Me llevaré el auto.

-Buenas noches, Doña.

-Buenas noches Matamoros. -le pase por el lado y deje pequeños golpecitos sobre su hombro.


*****

-Matamoros -me incline sobre él y susurre su nombre. Él abrió sus ojos de golpe y me miró. Sonreí. -Anda ve a descansar. Yo me quedo. -negó -Ve, que no eres de piedra y te necesito descansado para después. -la duda recorrió su mirada. -Anda, vete -insistí, suspiré -Estaré bien, se cuidarme sola. Además aquí no corro ningún peligro. -tomó una gran bocanada de aire y se puso de pie.

-De acuerdo, pero si me necesita no dude en llamarme. -asentí. Èl se dio la media vuelta y se retiró.

-¿Señora Sandoval? -voltee a ver ante una enfermera que el día anterior había sobornado para que me diera informes de la jovencita en todo momento y me avisara apenas despertara. -La joven acaba de despertar. -una gran sonrisa dividió mi rostro. -La dejare pasar antes del cambio de turno. Venga conmigo. -asentí y la acompañe por un pasillo recto. -No se tarde. -volvi a asentir Justo cuando colocaba una mano en el pomo de la puerta y la abría para mi.

-Esta de más decirte que tendrás una pequeña bonificación extra. -dije con disimulo y por la esquina del ojo la vi sonreír. -Ahora, déjame sola y vigila que no entre nadie. -ella asintió y se alejó.

Empuje la puerta con cuidado, asome mi cabeza y me encontré con la jovencita. Tenía la vista perdida en la pared frente a ella y sus ojos llorosos. Tenía una cortadura sobre la ceja derecha y un moretón cerca del labio. Así también como algún que otro golpe que estoy segura que tiene, pero que no se muestra hasta que te acercas y la observas detenidamente.

-Hola -dije en tono suave para no asustarla. Ella volteo a verme. Su ceño se frunció y de nuevo sus ojos se llenaron de lágrimas. La vi tensarse.

-¿Quien eres tú? -preguntó

-Me llamo Altagracia Sandoval, pero todos me llaman La Doña. -ella enmudeció observándome. -¿Y que hace aquí? ¿Qué quiere?

-Yo soy la persona que te trajo ayer y he estado pendiente de tu recuperación. -dije, dando pasos pausados hasta ella. Asintió.

Mónica Donde viven las historias. Descúbrelo ahora