(24) Cabellos en el reloj

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~ Regina Sandoval ~

-Tía

-Dime cariño -Mónica sostenía mi mano y daba saltitos con cada paso que dábamos. Acomode mejor con mi otro brazo a Isabela y me arrepentí de no haberme traído su cochecito para bebés.

-¿Puedo ir a jugar con Braulio en lo que tú hablas con mamá? -cuestionó y yo fruncí el ceño. Me sorprende esa reciente cercanía.

-No lo sé, cariño. Braulio debe estar ocupado y no deberías molestarlo.

-Pero tía... -tiro suavemente de mi mano haciendo que la pañelera de Isabela se resbalara de mi hombro hasta caer al suelo. Esparciendo todo su contenido.

-Mónica -le reclame con suavidad, tampoco es su culpa que yo allá decidido venir a visitar a mi hermana a su trabajo con una bebé recién nacida y una niña inquieta. Además cargada de cosas.

-Por favor -me suplico formando un pucherito en sus rosados labios. Supire, cerré los ojos y voltee a verla antes de bajarme a intentar recoger todo lo tirado.

-Esta bien, pero solo un ratito. -le dije -Y si está muy ocupado no lo vas a molestar ¿De acuerdo? -ella afirmó como muñequita de resorte y sonrió.

-De acuerdo, se estiró sobre mi y dejó un beso en mi mejilla antes de salir corriendo en dirección a la oficina del abogado con su muñeca bajo el brazo.

Suspire, observe los pañales, toallitas y ropa para bebé tirada en el suelo. Isabela se removió en mis brazos y la acomode mejor antes de inclinarme a recoger todo.

-No se moleste, yo la ayudo. -una mano masculina se posó sobre la mía cuando estaba a punto de tomar un pañal. Dirigí mi mirada hacia la procedencia de esa voz y me encontré con un hombre apuesto, ojos oscuros, cabellos negros y sonrisa sincera. Le devolví la sonrisa.

-Gra...gra... -aclaré mi garganta poniéndome de pie. -Gracias

Él se dedicó a tomar todo, doblándolo y acomodándolo cuidadosamente; luego lo colocó dentro de la pañelera.

-De nada, es un placer. -me dedicó una sonrisa de dientes y pude fijarme claramente en lo apuesto que es. -Lo siento -dijo rápidamente. -No me he presentado. -deslizó las manos por sus pantalones para limpiarlas nerviosamente antes de extender su mano derecha hacia mi. -Daniel Llamas, un gusto... -debo confesar que me quede perdida en su mirada profunda y en su sonrisa, es bonita.

-Regina -trague fuerte, para forzar a mi lengua a moverse con más fluidez. -Regina Sandoval. -tome su mano. -Un placer conocerlo...

-¡Regina! -la voz de mi hermana me saco de mi ensoñación y voltee a verla. Su ceño permanecía fruncido y sus labios convertidos en una fina línea. -¿Qué haces aquí? ¿A qué viniste?

-Bueno, yo me tengo que ir. Un gusto señorita -me dedicó una última mirada y yo le sonreí. -Doña -le pasó por él lado a mi hermana y le regaló un asentimiento de cabeza. Ella ni siquiera se molestó en corresponderle el saludo. Sus ojos aún seguían fijos en mi, ardientes como lava líquida por una especie de enojo que no logró descifrar. -¿Entonces? -se cruzó de brazos esperando una respuesta que aún no lograba darle. Me encogí de hombros, acomodando la pañelera sobre mi hombro para pasarle por él lado.

-Vine a hablar contigo

-¿Y Mónica? -preguntó al alcanzarme en su oficina y cerrando la puerta a nuestras espaldas.

-Con Braulio

-¿Con Braulio? ¿Qué hace con Braulio?

-Quería jugar con él -dije encogiéndome de hombros y acercándome hasta ella para dejar a una dormida Isabela sobre sus brazos. Suspire de alivio al verme librada de ese pequeño peso que llevo cargando desde hace rato por no haberme traído su cochecito para bebés. -Aún no lo comprendo, pero tú hija está comenzando a unirse mucho con tu amigo de besos curativos. -murmúre con una sonrisa de medio lado, dejando la pañelera sobre unas de las sillas que habían frente al escritorio de Altagracia y tomando asiento en la silla de al lado. Antes de hacerlo logre ver cómo rodaba los ojos.

Mónica Donde viven las historias. Descúbrelo ahora