(32) Te quiero mucho

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-Por favor, no le digas nada a mi hermana. —la voz de Regina se había vuelto dulce y aniñada. El joven guardaespaldas, quien había estado trabajado para las Sandoval incluso desde antes de la niña Isabela estuviera siquiera en planes de existir, suspiró.

-Señorita, si la Señora Sandoval se entera que la traje a este lugar y aparte con las niñas. Me despide y luego me corta la cabeza. -y en el tono de voz que lo dijo parecía ser que de verdad creía sus palabras.

-Mariano, si ella no pregunta no se entera. -dio un par de pasos faltantes hasta él y colocó una mano sobre su hombro. -Y si llega a preguntar, solo dile que fuimos a desayunar, a pasear... -canturreó -Lo normal, tampoco debes darle tantos detalles ¿si? -el guardaespaldas volvió a suspirar, conectando sus ojos cafés con los de la señorita.

Había algo que Regina en medio de su inocencia no conocía y eso era los sentimientos del joven guardaespaldas hacia ella. La quiso desde que llegó y ella le sonrió, desde que la Señora Sandoval los presentó y le dijo que el sería el principal guardaespaldas a su cuidado. A partir de allí tuvo que verla crecer, enamorarse del patan que le rompió el corazón y luego la abandonó dejándola embarazada. Tuvo que ver sus ojitos tristes durante mucho tiempo, sus lágrimas en silencio en la parte trasera del auto, su miedo a cómo iba a contarle todo a su hermana.

Y tal vez fue ese enamoramiento del guardaespaldas hacia ella lo que lo hizo asentir, y aún a pesar de saber que podía perder su trabajo y hasta todas sus metas cuando la Señora Sandoval lo desprestigiara, todo puede valer la pena por esa sonrisa y esos ojitos brillantes. La joven Sandoval dio un saltito de emoción y se enganchó a su cuello dejando un corto, pero húmedo beso en su mejilla que hizo su corazón saltar.

-Vamos, Mónica -abrió la puerta trasera del auto llamando a la pequeña. -¿Me ayudas con la carriola? -Mariano asintió apurándose a bajar el objeto de la cajuela del coche; mientras Regina se dedicaba a sacar a la bebé de su sillita.

 -¿Me ayudas con la carriola? -Mariano asintió apurándose a bajar el objeto de la cajuela del coche; mientras Regina se dedicaba a sacar a la bebé de su sillita

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-Regina, cuando me dijeron que estabas aquí me sorprendí muchísimo.

-Hola Daniel. Espero que no te moleste que haya venido sin avisar. -Daniel terminó de acercarse hasta ella y saludarla con un beso en la mejilla.

-No, para nada -sonrió -Veo que trajiste regalos. Los niños estarán muy felices. -dirigió una rápida mirada al lugar donde padres y niños se arremolinaban para recibir algún juguete y un dulce de manos de los guardaespaldas de Regina.

-Esa es la idea -rio Regina -Esta pequeña y yo decidimos venir cuando se nos ocurrió la idea ¿verdad? -volteó a ver a Mónica quien asintió un poco oculta entre su mano y su pierna. La niña Sandoval no era muy feliz de estar en lugares tan llenos de niños.

-Hola hermosa. -Daniel se bajó hasta su altura y acarició su mejilla. -¿Por qué no vas a jugar? -Mónica negó.

-Mónica es una niña muy sola. No tiene muchos amigos. -comentó Regina. -Y eso la pone un poquito tímida.

Mónica Donde viven las historias. Descúbrelo ahora