(25) De buen humor

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Altagracia Sandoval:

-Disfruta del espectáculo -la voz de Braulio me hizo alejar la mirada de la vista del computador y enfocarla en el periódico que había dejado caer sobre el escritorio. La foto de Cespedes en primera plana, seguido del titular "Prestigioso teniente capturado por tráfico de estupefacientes"  acababa de alegrar mi mañana. Una enorme sonrisa se instaló en la comisura de mis labios. Estire mi mano para tomar el periódico entre mis dedos. La cara nerviosa, roja y asquerosamente sudorosa de Alejando aumento mi gozo. -En las siguientes seis páginas tienes todos lo detalles. -dijo y me apresuré a buscar cada una de las páginas y leerlas. Reí cual niña pequeña ante un show de payasos. Me puse de pie, dejando caer el periódico sobre el escritorio y corrí hasta Braulio. Me lancé a sus brazos y él me recibió gustoso.

-¡No lo puedo creer! -exclamé emocionada. Me aleje de su hombro y conecte mi mirada con la suya. Su sonrisa se congeló en sus labios y sus ojos escanearon mi rostro a detalle. Fruncí el ceño y lo sentí acariciar mi mejilla con sus nudillos.

-Eres una completa maravilla cuando sonríes. Cual ser mágico perteneciente a una leyenda infantil. -mi sonrisa se ensanchó.

-No me digas que me saliste poeta, Padilla. -lo moleste enredando mis brazos alrededor de su cuello y atrayéndolo más hacia mi.

-Por ti me convierto en el mismo Pablo Neruda. -comentó y no pude evitar soltar una risotada que me obligó a cerrar los ojos y a echar la cabeza hacia atrás.

Sus labios humedecieron la piel de mi cuello cuando lo hice y me estremecí. Me afianzo hacia él y suspire. Levante la cabeza y lo enfoque. Sus ojos brillando de una manera un tanto especial. Él deseó latente en aquellos orbes plateados, pero incluso había algo más... algo como...

"Braulio te quiere mucho"

-¿Pasa algo? -cuestionó ante mi silencio, parpadeé repetidas veces y negué. Volví a implantar una sonrisa sobre mi rostro y me estire más sobre él para rozar sus labios con los míos. Suspiró, tome su labio inferior entre mis dientes y tire suavemente de él. Braulio colocó una mano sobre mi cabeza y me obligó a mantenerme firme mientras con su lengua se abría paso en mi interior. Gemi, gruñó. Apretó más su agarre alrededor de mi espalda para elevarme, mas lo empujé. Negué.

-Debes irte -dije, frunció el ceño. -No me mires así -deslice la punta de mis dedos por sus rosáceos labios y los acaricie. -Debes ir a sacar a Cespedes de la cárcel. Se el mejor abogado que pueda existir. -lo fruncido de su ceño se intensificó. -Vamos -lo empuje un poco con la palma de mis manos y me encamine hasta mi escritorio. -No pensabas que lo iba a dejar allá dentro como si nada ¿o si? -me deje caer sobre mi silla y cruce mis piernas. El dobladillo de mi vestido rojo se subió mostrando un poco más de piel. Su mirada se perdió en ese punto y sonreí.

-De hecho... -tragó fuerte -De hecho, si lo pensé. -volví a sonreír.

-Me subestimas cariño -lo mire con un tanto de incredulidad. -La cárcel es muy poco para lo que ese animal se merece. -tome el periódico con la punta de mis dedos y me perdí nuevamente en su fotografía. -Cerdos como él merecen más, mucho más. -volví a colocar el periódico sobre el escritorio y levante la mirada para verlo. -Así que vas a ir, nos ganaremos su confianza, harás que lo dejen en libertad y luego nos encargaremos de él. -hice con mis manos la forma de una pistola disparando y sonreí. Mordí mi labio inferior.

Mónica Donde viven las historias. Descúbrelo ahora