(10) Daniel

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-¿No puedes dormir? -cuestione al ver a Regina en el mesón de la cocina con una taza de té entre los dedos. Observo la hora en el reloj a un lado del refrigerador, son las 5:03 am. Ella niega. Fruncí el ceño. -¿Te sientes mal?

-Es solo los últimos síntomas del embarazo, se me duermen las manos, tengo los pies hinchados y me duele muchísimo la espalda. No encuentro una posición cómoda para dormir. -sonreí. Mi hermanita pequeña va a ser mamá muy pronto, quien lo diría.

-¿Probaste con las cremas que me daba la tía Yesenia para relajarme? Siempre me ayudaron y mira que ese embarazo fue un infierno. -rode los ojos y ella resopló.

-No digas eso -me encogí de hombros, nunca lo he negado. -Y no -respondió

-Creo que aún queda un poco en la que era su habitación. Se que hizo más para unos malestares que tenia. Deberías mirar.

-¿No haz sabido nada de ella? -negué -Solo me dijiste que se fue pero no porque. -me di la media vuelta para servirme un poco de té también, no quiero que haga preguntas sobre Yessenia. Si se entera que la eche se va a molestar conmigo y no estoy para conflictos. Serví una taza de té humiante y sin echarle azúcar ni nada más voltee a verla.

-¿Vas a salir? -asentí soplando un poco la taza para luego darle un sorbo. -Es muy temprano

-Saldré de la ciudad con Matamoros y quiero llegar a tiempo a mi destino.

-¿A donde vas?

-Ire a visitar unos terrenos para una nueva compra que quiero hacer. -ella sonrió

-Es increíble cómo te hiciste una mujer de negocios tan rápido. -murmuró y me encogí de hombros.

-Supongo que se trata de aprender rápido y mezclarse con las personas correctas. Hasta hace menos de dos años y medio la constructora aún tambaleaba en mis manos. Pero he aprendido bien y con la ayuda de Braulio últimamente está resultando un poco más fácil.

-Se nota que es muy guapo -dijo con una risilla asomándose en la curvatura de sus labios. Rode los ojos

-No empieces -le reproche mientras terminaba todo el contenido de la taza de un trago. -Sabes bien que no estoy interesada en los hombres por ahora.

-Pero sino he dicho nada. -murmuró de nuevo llevándose la taza a los labios como quien no quiere la cosa.

-Mejor me voy, hoy tienes ganas de ponerte insoportable -dije y acercándome hasta ella bese su frente. -Intenta descansar -le ordene y ella asintió.

-¡Te cuidado, te quiero! -la escuché exclamar pero no respondí, nunca lo hago.

En la salida me encontré con Matamoros esperándome a un lado del auto con la puerta abierta para mi.

-Buen día Matamoros

-Buen día Doña -el sol aún no había salido por completo pero aún así me ajuste los lentes de sol y me subí al auto. Matamoros cerró la puerta y yo me acomodé en el asiento mientras lo veía dirigirse hasta su lado del conductor. El subió al auto, ajustó su cinturón de seguridad y su mirada envuelta en sus oscuros lentes de sol se encontró con la mía a través del espejo retrovisor.

Me sorprende que a pesar de que lleve tan poco tiempo trabajando para mi le tenga una confianza absoluta sobre mi vida y la de mi familia.

Todavía recuerdo el día que le conté parte de mi pasado y mis planes. No solo no huyo, sino que permaneció leal a mi lado y mirándome a los ojos, a pesar de su extraño nerviosismo hacía mi; me dijo "Le voy a ayudar a hacer justicia". Y desde entonces no ha parado en buscar a cada uno de los desgraciados de esa noche. No sabe por qué razón no he aceptado a Mónica, pero aún así se ha encargado de cuidarla y de llevar a Regina varias veces a visitarla al colegio. Para luego informarme como quien no quiere la cosa como fue que encontró a la niña, si la veía limpia, si estaba bien alimentada...

Mónica Donde viven las historias. Descúbrelo ahora