En aquel habitual lugar, bajo la luz de las estrellas únicamente, estaba sentado reflexionando sobre todo lo que había sucedido los últimos meses, tal vez el irme al extranjero no suena mal, cerré los ojos disfrutando de la brisa fresca y el sonido de las hojas junto a los grillos. Escuché unos pasos y ahí estaba él, quien tan solo permanecía a mi lado apoyándome en cualquier momento, me levanté feliz por verlo, pero su semblante serio me causó un escalofrío.
— Shouyo — acarició mi mejilla con voz temblorosa — tengo que decirte algo antes de que tomes tu decisión — habló con voz algo temblorosa, lo cual me preocupo pues no era normal en el mostrarse así de débil — solo... — se arrodilló frente a mi aferrándose fuertemente a mi suéter — solo te pido... no me odies por favor — logró decir antes de que su voz se quebrara al borde del llanto.
— Kuroo levántate — dije sin querer verlo así provocándome unas inmensas ganas de llorar — no te odiaré así que no llores por favor, arriba — dije tomando sus manos, pero el negó con la cabeza.
— Seguramente no lo recuerdas, de hecho puedo afirmarlo, no recuerdas nada de ese día — dijo con voz dolida — mereces saberlo, pero soy un cobarde y nunca me atreví a decirlo — susurró y me arrodillé frente a él.
— Kuroo, me estás asustando, por favor solo detente... si te hace daño no tienes que decirlo — acaricié su mejilla y el mordió su labio inferior dolido.
Tras un silencio el cerró sus ojos un par de segundos y me miró directamente a los ojos.
— Me odie mil veces por haberlo hecho y dejarte pensar cosas que no eran, me odie por no decirlo y tener tal vez la oportunidad de que pasara algo, me odio enteramente por hacerte sufrir, pero... ese día, que tanto intentas recordar,quien te hizo eso... — me sorprendí por sus palabras ¿El sabía quién fue? — fui yo.
Me quedé helado, mirándolo a los ojos y el a mi, aquel beso... mi primera vez, fue con el, pero no podía ser cierto... o si.
Siempre quiero estar a su lado, el siempre esta junto a mi, aquellas miradas en las que me perdía, los silencios entre ambos que me daban calidez y tranquilidad, la seguridad al estar en sus brazos, la forma tan tierna en la que me cuida, sus palabras y actos de aliento, es todo lo que espero en una pareja, si fuera el mi pareja, yo debo asegurarme que haya sido el...
— Me odias... lo sé y lo entiendo, pero no pienso alejarme de ti, haré lo posible para que podamos estar juntos y...
No dejé que terminara posando mi dedo en sus labios pidiendo silencio, el me miró suplicante, deslice mi dedo lentamente por su labio inferior, pasando por su mejilla, y al pasar por su cuello y posarse mi mano entera en su hombro el me miraba nervioso pero ansioso por una respuesta a su interminada suplica.
Mire el suelo, si después de todo no era el con quien sentí tantas cosas, no importaría, porque el simple hecho de ser el me es suficiente para poder amarlo y no tener dudas sobre incluso formar una familia, acaricié su mejilla con mi otra mano sin levantar la vista y el acarició mi cintura aferrándose a mi.
— No me odies por favor — susurro con voz temblorosa — te lo suplico — dejó salir esas palabras en un jadeo empezando a llorar, negué con mi cabeza y el empezó a llorar más — por favor no digas que no — me acercó a el.
— No — dije a lo bajo — te dije que no... — el apretó mi playera — que no te odiaría.
El me miro con un alivio enorme en su rostro, levanté mi vista por completo y me atreví... lo besé con cuidado a lo que correspondió de inmediato.
Entonces me di cuenta, era el... quien me dio esa calidez, quien alivió mi dolor, me dio tranquilidad, me enamoró en aquel entonces y todo este tiempo y seguramente lo seguirá haciendo.
— Te amo — sonreí y el se estremeció emocionándose tanto que se levantó rodeando mi cintura dándome vueltas a lo cual reí y el igual.
— Te amo — me besó — también te amo pequeño.
