Sueños

Anna

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Anna

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Pasaba de medianoche.

Luna volvía de un ensayo que se prolongó más de lo debido; ya habiendo cenado y con unas cuantas cervezas en su sistema, trató de moderar la velocidad de su auto para no tener un incidente como el del mes pasado, donde un oficial de tránsito la detuvo por ir a exceso de velocidad. Las calles de Royal Woods se quedaban casi desiertas a partir de las diez, salvo por excepciones típicas de la fauna nocturna. Luna iba oyendo el saxofón de John Coltrane a bajo volumen, solo para pasar el rato hasta llegar a casa.

Poco después de salir de la escuela superior, Luna dejó todo su interés de estudiar. Fueron días que sus padres se mostraron enojados por esa decisión, pero Luna había encontrado una pequeña oportunidad de destacar en el mundo musical de la ciudad; con el dinero que ganaba en algunas de sus presentaciones comenzó a ayudar en su hogar a pagar algunas deudas y de paso, ganar un dinerito para sus propias cosas. Se detuvo en el último semáforo antes de tomar una ruta hasta su vecindario y aprovechó para encender el último cigarrillo que llevaba.

Antes de ser teloneros para esa banda que llegaría a Royal Woods en unos días, Luna estuvo escribiendo algunas canciones, sin embargo, durante el ensayo no quiso compartirlas. La relación con ese montón de chicos con los que se juntó en primera instancia se estaba desmoronando poco a poco; desde pequeñas discusiones porque tal instrumento se oía desafinado o porque la voz no llegaba al tono que quería expresar la melodía. En el caso de obtener un poco de éxito, Luna dudaba seguir con ellos, por lo que quería formar su propia banda. Una donde pudiera convivir con todos los demás sin estarse molestando cada cinco minutos por cualquier nimiedad, y por supuesto, no compartir sus creaciones con quienes no podría estar al día siguiente.

El semáforo por fin cambió y Luna avanzó poco a poco en la autopista hasta meterse en las calles; el alumbrado de la calle Orwell siempre la inquietaba cuando iba de regreso. Luces titilantes y casas oscuras, que eran el preludio a la zona de construcción que recién empezaba. Desde atrás de las casas, precisamente toda la brecha que ella recorría podía ver la enorme grúa y distinguir las lámparas que daban un poco más de seguridad a todo ese lugar. Antes de que esa construcción empezara, Luna no recordaba mucho acerca de esas casas; estaban abandonadas desde que ella era niña y a nadie parecía importarle. Supuso que era el paso del tiempo, y se imaginó que algún día su propia casa estaría en ruinas.

Dio la vuelta para seguir su camino, le quedaban así dos cuadras más antes de seguir el rumbo hacia su casa. Pudo ver la zona de construcción con mayor detenimiento desde afuera, viendo especialmente que ya les habían entregado montones de excavadoras y bultos de cemento que se apilaban afuera de una bodega. Al momento de regresar la vista al camino, tuvo que frenar de golpe al encontrarse con una chiquilla en mitad del camino; solamente pudo escuchar el golpe en seco, dejándole la garganta reseca. El saxo de John Coltrane quedó en segundo plano mientras Luna trataba de mantenerse serena en todo lo que estaba pasando. Se quedó con la horrorosa sensación de golpear algo con el auto...

Al bajar, con las piernas temblorosas, se acercó lentamente al frente del coche, las luces le hicieron reflejar su sombra, todavía tapando levemente lo que fuera que haya golpeado. Era un hedor inmundo, le hizo fruncir el entrecejo al ver que su coche se había salpicado de una sustancia negra y pegajosa; arroyó a un perro. Un poco más lejos del cuerpo había tirado un moño color rosa, desgastado y raído, se agachó a recogerlo, se veía seco, como si llevara tiempo tirado en la calle. Llevaba pequeñas salpicaduras marrones en un lado.

—¿Está todo bien?

La repentina voz hizo que Luna saltara del susto, encontrándose frente a frente con Charles.