SEGUNDO INTERLUDIO

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No eches raíces en un sitio, muévete; pues no eres un árbol, para eso tienes dos pies.

—Mago de Oz (La danza del fuego)

...

ELLA SUEÑA

Esa noche, Harriet soñó con un árbol enorme. Un árbol que estaba lleno de cuervos, en un sitio donde a pesar del crepúsculo, hacía mucho frío; donde una estrella gélida alumbraba, pero enfriaba todo. Una luz carente de calor.

— ¿Estás bien? —preguntaba Lynn, mientras sujetaba su mano.

—Sí, no te preocupes.

El muchacho encendió la lámpara, dejándola ofuscada. El viento movía la cortina con lentitud, entrando sibilante por la hendidura de la ventana abierta; antes de que Harriet dijera otra cosa, Lynn fue hacia el otro lado de la cama para agacharse, pues ella se negaba a darle la cara, por la vergüenza.

—Harriet, es la tercera vez esta semana —dijo con paciencia—. Debemos ir a un doctor, no es bueno lo que te sucede.

—Solo son pesadillas.

—Las has tenido desde que llegamos aquí, cielo —Lynn le tomaba las manos, apretándolas con cariño mientras la miraba con preocupación—. Harriet, esto no puede seguir así, ¿entiendes? Mañana mismo iremos a un doctor.

— ¿No querrás decir "psicólogo"?

—Quien sea, mientras pueda ayudarte —Lynn cerró los ojos mientras se mordía la lengua, mediando sus palabras—. Yo no creo que estés loca, en serio. Creo en todo lo que me dices, y esto no puede seguir así. Iremos con un profesional, te guste o no.

Harriet asintió, sonriendo mientras una lágrima escurría por su mejilla. Lynn no tardó en limpiarla, para luego darle un beso en la frente; se quedaron abrazados al pie de la cama, en el lado de Harriet, mientras pensaban en silencio. Por supuesto, Lynn conocía muy bien a Harriet, desde que eran unos chiquillos. Él jamás le diría que estaba loca, porque sabía muy bien cómo pasaban las cosas bajo sus predicciones. En ese momento, tres fuertes golpes sonaron en la puerta del frente.

— ¡Señora Harriet! —se escuchaba desde afuera— ¡Ayúdenos, por favor!

—Atiende, por favor —pidió Harriet a Lynn—. Bajo en un segundo, hazlos pasar.

Su novio bajó en el mismo instante, fue entonces que Harriet corrió al baño y de una arcada dejó salir el vómito, esperando que Lynn no la haya escuchado. Mientras estaba hincada en el váter, no paraba de visualizar aquel escenario lleno de cuervos y una sensación tan fría que casi hacía congelar su pecho. No estaba preparada para seguir lidiando con sueños tan extraños, sin embargo, le había ocultado muchas cosas a Lynn desde que se mudaron desde Royal Woods. De forma honesta, no estaba tan segura de contarle, porque no se trataba de algo antiguo. Se trataba de algo más reciente, de algo atemorizante. De sentimientos tan inhumanos y monstruosos que no la dejaban en paz por mucho que trataba de ignorarlos. Por ende, mientras se miraba en el pequeño espejo del baño y se limpiaba el vómito, trataba discernir algo real en su reflejo. Algo que le dijera que no estaba soñando.

— ¿Todo está bien, Harriet? —preguntaba Lynn desde afuera del baño.

—Sí, sí, ya voy.

Antes de salir se echó agua en la cara y luego salió, sonriéndole a Lynn mientras ambos caminaban hacia la sala de su modesta cabaña. Para entonces, su novio ya había encendido las luces, permitiéndole ver a la afligida muchachita, su vecina, sosteniendo a su hermano pequeño, el cual presentaba una terrible herida en la cabeza que pasaba desde su sien derecha, hasta la parte posterior izquierda, en la nuca.

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