PRIMER INTERLUDIO

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"Si eres capaz de devolver con una sonrisa una traición.Si eres capaz de dar tu mano a quien con la suya te señaló"

—Mago de Oz: La danza del fuego, del álbum "Finisterra".

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PRIMER INTERLUDIO

Ella sabe

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La zona recreativa del barrio estaba llena.

Los niños jugaban a la pelota, se mecían en los columpios, en el sube y baja, y echaban carreras hacia la resbaladilla. Sin embargo, de entre todos ellos solo una niña llamaba la atención precisamente por estarse perdiendo de toda la diversión de un soleado y perfecto día de verano.

Estaba a la sombra de un árbol, mirando en dirección a los niños que jugaban mientras su mano derecha acariciaba el lomo de un grueso libro color marrón-rojizo.

Haberse mudado hace una semana desde Oregón no había sido algo muy cómodo, se sentía fuera de lugar a casi medio país de distancia de su antigua escuela y amigos. En esa región de Michigan las cosas eran normales hasta cierto punto, a excepción de su cantidad algo exagerada de incendios en zonas alejadas de la ciudad o demasiado solitarias. Aquel dato lo había leído en la biblioteca hace dos días, por la mañana, mientras se enteraba de cosas en el Gran Libro de Royal Woods. Una enciclopedia sobre la ciudad muy similar a la cual tenían en su pueblo.

Siendo así, aunque tenía muchas ganas de jugar afuera como cualquier otro niño, Lynn se mantuvo lejos por no saber adaptarse al sitio. Se conformaba, por el momento, en ver a todos los demás mientras se divertían, esperando que algún día lo notaran mirando tímidamente por la ventana y se acercaran a preguntar si saldría a jugar. Sin embargo, no contaba con que aquella niña solitaria llamara su atención poco después de tomar asiento frente a la ventana.

Estaba por retirarse para seguir desempacando cuando vio la pelota de los niños rodar hasta donde estaba la niña solitaria; quizás así se iniciaban las amistades, parándose enfrente a los demás esperando a ser notado (al menos en Michigan). No había sido así en Oregón, pero en este sitio todo era distinto, y estaba haciéndose a la idea. Muy contrario a lo que Lynn pensó en un principio, nadie se acercó a la niña a pesar de que esta tenía el balón en las manos, observándola por todos lados, hasta que un niño pelirrojo se acercó, mirando con preocupación. Le sorprendió bastante ver cómo le arrebataban el juguete y se iban más allá, hacia un cercado. Incluso los demás, los que estaban en los juegos, se alejaron junto con ellos mirándola como si fuera un bicho raro.

Mientras todos los demás estaban escondidos, organizándose para comenzar a jugar otra vez, ella se sentó de nuevo a la sombra del árbol escondiendo la cabeza entre sus rodillas.

No pudo evitar sentirse triste al ver su espalda moverse con el inconfundible bamboleo del llanto. Las cosas no podían quedarse así, al menos eso siempre decía su padre, quien al menos donde vivía siempre habían llamado el Hombre del Plan, entonces fue corriendo a su habitación y de su tarro de vidrio sacó una buena cantidad de golosinas que echó en una bolsita de cartón para luego salir de su casa en completo silencio, procurando no despertar a su madre, que estaba dormida con un libro a un lado. También echó un rápido vistazo al reloj para asegurarse de que su papá no llegara a casa. No porque fuera algo malo, quizás se alegraría de verlo hacer algunas amistades, sino porque quería terminar de desempacar las cosas que le encargó por la mañana.

En cuanto puso pie fuera de la casa y se encaminó directo a la niña, fue acosado por murmullos de sorpresa y desagrado que venían desde el cercado entre las casas. No les hizo caso, siguió caminando hacia allá, a pesar de que uno de los tantos niños se acercó para disuadirlo, deteniendo en seco su marcha al quedar en medio de ambos. Lynn lo miró, esperando algún movimiento, pero él no hizo nada, solo miraba con una estúpida mueca de desagrado, como quien hubiera olido mierda al despertar en la mañana. Antes de que dijera algo, Lynn siguió caminando hasta quedar bajo de la sombra del frondoso árbol, frente a la niña.

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