Soltando el pasado

786 18 3
                                    

8
Soltando el pasado

...

Las mañanas tranquilas en la vida de Sam se habían acabado dos años atrás, cuando todavía estaba en Glasgow, a la espera de buenas noticias para su banda. En aquella época, conociendo gente y lugares nuevos, el recuerdo de Luna quedó ahogado entre un montón de nuevas experiencias. No lo negaba, a veces la recordaba con mucho cariño y sentía unos irracionales celos de quien estuviera junto a ella, besándola como ella alguna vez lo hizo. Pensamientos como esos la guiaron a experimentar; no estaba orgullosa del vergonzoso trío junto a su amiga Marien, ni de la mamada que le dio a un sujeto tipo bien vestido a quien conoció apenas dos horas mientras bebían en un pub.

No le había contado nada de eso a Luna, las palabras de cuando habló con ella por teléfono seguían calándole un poco: tengo mucho qué contarte. Y mientras Luna hablaba de las pesadillas de su hermanita Lucy, de su fiasco con un montón de músicos poco dedicados y la terrible culpa que sentía de tan solo pensar en abandonar su hogar, ella miraba hacia el frente del camino sin decir una sola palabra, ni como apoyo ni como reproche. Luna se veía feliz de desahogarse con alguien que no podía opinar mucho al respecto, así que no dijo nada. En parte, como supuso, a Luna no le interesaría saber mucho de su pasado amoroso; o como también sería probable, Luna tampoco querría hablarle de su pasado. La clase de comportamiento tomado durante los últimos dos años en Inglaterra le habían provocado una terrible ansiedad.

«Luna ya lo sabe» pensaba— «No te dice nada porque se burla de ti en silencio»

Luego veía su amigable sonrisa, escuchaba su voz y propuesta tan amables de incluir una canción que ella hubiera escrito. Sam no podía jactarse de eso con sus antiguos compañeros; todos la hacían a un lado, y ella seguía pegada porque, después de todo lo ocurrido, tenía miedo de conocer gente nueva. Increíbles los estragos provocados por una sola persona. La gente tampoco apreciaba mucho los instrumentos como la flauta y el clarinete, ni siquiera por haber aprendido a tocar la gaita se ganó el favor de alguna nueva agrupación. Sam había regresado de Glasgow con una autoestima o muerta o muy dañada. Tanta amabilidad por parte de Luna la estaba abrumando, y al mismo tiempo sentía revivir algo dentro de ella; Luna Loud era un músico muy diferente a todos quienes había conocido, tanto en Royal Woods como en Glasgow.

El propio sentimiento de estar de nuevo en las calles que había recorrido desde niña le provocaba ansiedad. Se trataba de algo tan irreal que todo le parecía un simple sueño, algo que jamás ocurriría. Sin embargo, debajo de la blusa había una cicatriz que le recordaba toda su realidad. Nada había sido un sueño, todo estaba grabado a fuego en su mente, la pesadilla se repetía una y otra vez en los momentos menos indicados. Antes de dormirse, después de despertar; mientras estaba comiendo, cuando fumaba o solo caminaba. Ya no tenía ni mañanas tranquilas ni momentos de paz, ni siquiera por estarse hospedando en casa de los Loud por tiempo indefinido, solo hasta tener un lugar a donde ir. En cierto modo agradeció que los señores Loud no preguntaran la razón de que no quisiera ir a casa con sus padres. De hecho, mientras agradecía una y otra vez, no paraba de envidiar a Luna por la vida tan perfecta que se había formado durante su ausencia.

"No puedo culparla de hacer su vida mientras no estuve" pensó en aquel momento.

De nuevo, la envidia se estaba abriendo de paso al verla dormida de forma tan apacible en la litera de arriba con su hermana Lori. La señora Loud le dio un colchón inflable, tres mantas y una almohada; estarían un poco apretadas, pero las tres hermanas que se quedaban en la habitación de Luna se mostraron gustosas de que hubiera una invitada más. Para ser una familia numerosa, los Loud eran gente muy hospitalaria, y gracias a ello podía ver que Luna farfullaba cosas estando dormida —no se le entendía nada— pero de vez en cuando sonreía y daba a notar que, aunque los años parecían estar más marcados en ella, se había convertido en una mujer muy hermosa, incluso más que cuando la conoció durante la escuela. Por supuesto, supo que nada podría ocurrir entre ellas, pues la barrera puesta por el reloj había dejado las cosas muy disparejas.

SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora