Capítulo XXXIII

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Me despierto pegada a su cuerpo, los dos enredados entre las sábanas, se podría decir que nuestras almas están entrelazadas en éste preciso momento.

Su respiración calmada, su pecho subiendo y bajando lentamente, leves ronquidos escapan de él. Eso me hace sonreír, me elevo y le doy un beso en la mejilla, él se mueve un poco pero no se despierta.

Me levanto lentamente, con cuidado de no despertarlo, la claridad se abre paso por el ventanal y doy algunos pasos hacia allí, para apreciar los rayos del sol que se asoman al amanecer, luego busco mi teléfono y me fijo en la hora, aún es temprano.

Entro a tomar una ducha caliente bastante agradable, me doy mi tiempo y me relajo dejando que el agua se lleve todas mis penas.

Me llevo un susto terrible cuándo me percato que un líquido rojo baja por mis piernas mezclándose con el agua, pero luego recordé que mi menstruación debía llegar en estas fechas, genial, bonito momento para que apareciera. Aunque me hubiera asustado más si no hubiera llegado, ahí sí que hubiera entrado en pánico. Pero todo eso habría sido un poco difícil, ya que Thomas es muy cuidadoso. Y pues bueno, solo hemos estado juntos dos veces. Dos veces que le harían un hijo a cualquiera.

Menos mal cuándo eres mujer siempre vas preparada, una mujer prevenida vale por dos dicen; los tampones no siempre fueron de mi agrado, pero en este momento no queda de otra. Ahora que soy una persona sexualmente activa debo hacerme chequeos médicos más seguidos. Como siempre dicen, es mejor prevenir que lamentar.

Usar estos trajes femeninos formales para la oficina definitivamente no son lo mío, pero tuve que comprarme uno; en la boutique lo llamaron el traje sastre, es de un color marrón con cuadritos trazados por finas líneas, los pantalones son de cintura alta y ajustados hasta los tobillos, me puse una básica negra y el blazer a juego con los pantalones. Los stilettos negros de terciopelo que Lili me había prestado van a juego con este atuendo.

Dejo mi pelo suelto y salvaje para que pueda secarse libremente, salgo del baño luego de ponerme un poco de rímel y un labial carmesí, dejando mis pecas a la vista.

Gracias a Dios nuestra habitación tiene su propia cocina, así que decido preparar un delicioso café así como me gusta. Mientras estoy preparando mi café espumoso escucho un golpe, seguido de un grito de Thomas maldiciendo y cerrar la puerta del baño con brusquedad. Me lo imagine golpeándose el dedo pequeño del pie por el umbral de la puerta del baño, no sé porque lo hice pero me causó bastante gracia. Me hubiera encantado ver eso.

Le dejo el café preparado para que se lo sirva bien caliente, luego me dirijo a la pequeña sala de estar que se encuentra cerca del ventanal permitiéndome admirar el amanecer y la ciudad en todo su esplendor bajo los primeros rayos del sol.

Thomas me sorprende abrazándome por detrás con sus brazos desnudos, su piel está fresca y tiene un aroma a jabón masculino, me da un beso en el cuello y ese mínimo contacto me trasmite una corriente eléctrica, me voltea a modo de quedarnos frente a frente, nuestras narices casi rozando, su pelo húmedo se encuentra todo alborotado, la toalla envuelta a su cintura deja ver esa marca en forma de v que es tan sexi y su barba de tres días le dan un toque más maduro.

— Buenos días mi amor.. — dice con una voz gruesa, me mira fijo a los ojos, es la primera vez que usa esa palabra conmigo, me siento dichosa al escuchar esas palabras de sus carnosos labios y un cosquilleo me invade el cuerpo.

— Buenos días mi amor.. — digo de forma tímida, mientras él acomoda un mechón de mi pelo rizado. Creo que ese gesto ya se la ha vuelto una costumbre, cada vez que tiene la oportunidad lo hace, pero es algo que me encanta. — ¿has dormido bien? — pregunto cautelosamente recordando la intensa noche que pasamos y no puedo evitar sonrojarme, no puedo creer que haya sido capaz de hacer aquello, pero en ese momento fue tan excitante que me deje llevar por mis instintos.

ANNE©[✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora