Y el león ruge liberado
Lucha tanto como puede, necesita entrar a buscar a TaeHyung, no hay nada más que desee que encontrarle y mantenerle a salvo, pero la escena frente a sus ojos es desalentadora, debilitándole y haciéndole querer dejarse caer de rodillas a sollozar. Nunca debió aceptar que les separaran, debió de ir con él, SeokJin debió de mantenerse a su lado. Tanto como NamJoon le abrazaba.
El hombre de cabellos castaños aprovechó el momento de debilidad para abrazarle con mayor fuerza, buscando reconfortar un momento en lo que buscaba otra opción, no podían quedarse solo ahí parados, claro que no —Tenemos que ir a buscarles. —determinó serio, haciendo que SeokJin se recompusiera al menos un poco. Si bien no podía apartar sus ojos del poderoso fuego extendiéndose por fuera del palacio, envolviéndolo en rojo y amarillo candentes que desprendían un abrazador calor incluso desde donde se encontraban ellos.
SeokJin se apartó casi de un empujón, mirando fijamente el lugar ardiente y conteniendo sus lágrimas, había sido entrenado con dureza y frialdad, debía pensar con cabeza fría —Necesitamos movernos rápido.
Ni siquiera le respondió, NamJoon caminó un par de pasos para gritarles al resto —¡JiMin! ¡YoonGi! ¡Deben sacar de aquí a los niños y la carreta! —el cachetón había levantado su cabeza al escuchar que gritaron su nombre, pero YoonGi apenas y se había movido, seguía descansando— ¡YoonGi, levántate que SeokJin y yo iremos a por HoSeok y TaeHyung y quiero que estén listos!
—¡Yo voy a por la carreta! —decidió adelantarse YuGyeom, corriendo con la intención de ayudar a empujar, seguro de que podría hacerlo bien sin saber que un destello a la distancia apuntaba a su pecho. No sólo los criminales lograron salir ilesos (o casi) del lugar, los guardias comenzaban a rodear en busca de quienes habían causado tan catástrofe, tomando por sorpresa a la inusual banda.
El destello y ruido proveniente de las armaduras captó la atención de más de uno, pero era tarde. Un hombre con arco disparó sin tentarse el corazón, su flecha teniendo la misión de detener a la pequeña figura que se movió sin preocupación alguna, a YuGyeom quien sólo alcanzó a escuchar el grito de su mejor antes de caer al suelo de tierra como un peso muerto.
—¡YUGYEOM! —gritó horrorizado JungKook, queriendo ir hasta él cuando el sorpresivo tirón de su ropa le hizo gritar con más angustia y dolor. JiMin apenas y pudo ver al animal que se levantó de sus piernas y corrió atrapando con el hocico parte de las ropas de JungKook, subiéndolo a su lomo antes de empezar a correr, huyendo con el pequeño y perdiéndose en la obscuridad de la noche mientras sus gritos seguían escuchándose desgarradores, gritando el nombre de su amigo.
Todo pasó en cuestión de segundos, JiMin ni siquiera pudo buscar cómo protegerse del ataque sorpresa o cómo defenderse cuando NamJoon se hincó abriendo una grieta en el suelo que marcó con sus manos, frunciendo el ceño y concentrándose para que fuera tan profundo que la caída matara a los hombres. Más de uno cayó sin poder hacer nada, pero uno que otro logró sostenerse de algo, buscando desesperadamente trepar para salvarse cuando un fuerte chorro de agua le impactaba directo al rostro, haciendo que se soltaran y que lo último que vieran fuera el cielo nocturno antes de que la grieta se cerrara tragándoselos.
Con la tierra aún temblando, el peli gris se levantó tambaleante, tratando de avanzar hacia las figuras en el suelo, apresurándose para llegar con ellos al tiempo que NamJoon una vez y comprobó que de momento no eran amenazados. No había que confiarse, no podían, lo que debían hacer era huir.
JiMin se dejó caer de rodillas viendo horrorizado la flecha encajada dejando una mancha carmín a su alrededor, y el cuerpo completamente quieto, débil —No, no por favor. —susurró NamJoon revisando el pulso de SeokJin, el hombre que corrió sin dudar hacia YuGyeom para abrazarle y protegerlo de la flecha que al final, le dio al adulto, este cayendo junto a YuGyeom sin soltar si quiera un quejido de dolor.
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"DDAENG" YoonMin
FantasyHace demasiados años atrás, más de los que se pueden contar, el mundo era otro y los dioses obsequiaban la elección al hombre y a la mujer de ser humano o animal. Dividido en reinos, los seres que vivían en el agua no podían hablar con los que habit...