chapter xvii

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LAS INTENSAS LUCES IMPACTABAN EN SU ROSTRO UNA Y OTRA VEZ, mientras un gran murmullo conformado por diferentes voces llenaba el aire. Harriet sonreía con dulzura y trataba de responder todas las preguntas que recibía por parte de los reporteros de Auradon, pero le resultaba ligeramente difícil cuando todos hablaban a la vez y no le permitían hablar con tranquilidad. La morena acomodó su chaqueta roja y volvió a observar a la multitud que la llenaba de preguntas.

La hija de la Reina de Corazones frunció el ceño y con delicadeza trató de hablar con ellos— Lo lamento, no puedo oírlos si todos hablan a la vez, tal vez si sólo bajaran un poquito la voz y esperaran su turno podría responder todas sus preguntas. —ante esto los reporteros disminuyeron el volúmen de sus voces hasta que sólo podían oírse los ruidos que provocaban los flashes de las cámaras. La morena comenzó a responder algunas preguntas, cuando unos ligeros pasos llamaron su atención. Un pequeño brillo apareció en sus ojos al ver al jóven rey que caminaba hacia ella, pasando a través de los reporteros.

— Bien, disculpen. —murmuraba abriéndose paso entre la pequeña multitud.— Creo que ya fueron suficientes preguntas por el día de hoy.

Una reportera se acercó a Ben con su micrófono en mano.— ¿Imaginó usted que saldría con la hija de una villana?

Ben soltó una risa— Eso es todo por ahora, gracias por venir. —Harriet susurró un pequeño «Fue un placer, gracias por venir» y observó al castaño que la observaba con una sonrisa divertida. Un suspiro de alivio escapó de ambos al ver que frente a ellos se encontraba el hada madrina alejando a todos del lugar.

— Las cámaras te adoran, el pueblo entero de Auradon te adora Hattie. —Ben le dedicó una sonrisa radiante provocando un ligero sonrojo en las mejillas de la morena. Harriet besó la mejilla de Ben, y observó al hada madrina que se despedía de ellos con su típica sonrisa radiante.

— Lo haces genial Harriet, no prestes atención a lo que dicen, a veces los reporteros suelen ser un poco duros. —hizo una mueca de desagrado.

Harriet suspiró, elevó sus manos hasta el cuello del muchacho y con delicadeza acomodó el cuello de su camisa y las solapas de su traje azul que estaban levemente levantadas.— Es fácil decirlo Benjamin, pero creo que tarde o temprano voy a acostumbrarme.

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