Prólogo

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Cientos de voces se alzaban entonando una antigua canción que evocaba la tristeza que se albergaba en sus almas. A medida que pronunciaban las palabras, los ojos se iban llenado de lágrimas a causa del recuerdo de lo que dejaban atrás.

"Mi angemew, kimnoelchy takuwe tukuniey, ti dungun trayen. Kuyfike püllu kalbuko. Kaley kaleu wirañunmu nagpay yengun. Wentru pepan ni pu che, umül umülü yengün wente mapu wentemew rupay pu winka. Allfüli ti mapu yegün, weñen ti pellü che."

Lo que en lengua extranjera significa.

"Madre mía sobre tu cara con vestimentas desconocidas, se hizo presente el murmullo del agua azul. Numerosas gaviotas bajaron graznando. Hombres silbando por los esteros corren a ver a su gente, a mi sangre, pero ya están en el suelo y sobre ellos pasan los extranjeros; hiriendo la tierra, robando el alma de mi gente."

Solo quienes hubieran sufrido los dolores de ese pueblo, las penas que el humilde remanente había pasado, podrían comprender el peso que esas palabras evocaban, uno tal que emergía de lo más profundo del alma herida. El grupo compuesto de hombres, mujeres y niños avanzaba a pie abriéndose paso por la densa foresta. Ramas tan grandes como brazos, raíces que emergían del suelo dando la idea de ser manos que trataban de sujetar a los que pasaban por el lugar, el suelo barroso y húmedo. El camino no era fácil, llevaban días escapando de sus perseguidores, un escuadrón de winkas, seres semejantes a hombres, con extrañas armas las cuales disparaban fuego junto a un ensordecedor ruido, ropas duras como la roca y brillante como el Antú. De rostros cubiertos de bello, casi tanto que no se lograban distinguir sus rasgos y ojos revelaban gran crueldad, una sed por acabar con todo lo que encontraran a su paso. Al menos así lo decían los pocos que habían sobrevivido a sus ataques. La mayor parte del lof había sido capturado o asesinado. Solo unos pocos lograron escapar. Entre ellos una figura de cabellos claros, mirada tierna y rasgos delicados caminaba tratando de seguir el paso del resto. Su vientre abultado, signo de que estaba embarazada, le dificultaba andar al ritmo de los mapuches, quienes no solo conocían cada sendero, sino que además eran expertos en transitar por lugares pantanosos y de una vegetación tan densa.

-¿Puedes continuar?– pregunto Kallfümilll a la vez que la tomaba del hombro.

-Estoy bien, no te preocupes– pero su tono decía lo contrario.

-Llevas una gran carga contigo, descansa un poco– acto seguido hizo una señal. El grupo se detuvo -¡Vamos a detenernos para recuperar fuerzas!

El grupo obedeció. Aunque no era ni su lonko, ni su toqui. En los últimos días, Kallfümilll había demostrado ser un excelente líder. Valiente, sabio, prudente y sacrificado. En más de una ocasión había enfrentado el solo a varios winkas con nada más que su hacha y los había vencido. Nadie dudaba que Negunechen se encontrara con él. Que lo guiaba y daba su protección.

-No se detengan por mí –tomo aire y agregó– Si se demoran más puede ser que los atrapen.

-Eres mi kure, mi compañera de vida... -la conforto acariciando su delicado rostro. – no permitiré que nada te suceda a ti o a nuestro hijo.

-Lo sé.

Acercaron sus labios y se besaron, Si bien él era mapuche y ella una mujer winka, hija de uno de los winkas líderes. Fue en Kallfümilll, un joven tomado como esclavo en quien encontró el amor de su vida. No paso mucho tiempo hasta que ambos se unieron ante Negunechen y así sellaron su amor para siempre. De ese acto de amor un retoño comenzó a crecer en el vientre de la joven. Cuando su padre supo esto quiso acabar con Kallfümilll y todo su lof. Fue así que se vieron en la necesidad de escapar. Por lo que decían los rumores. Un remanente de mapuches había logrado cruzar al otro lado del rio Biobío y organizaban sus fuerzas para repeler los ataques de los winkas. Llegar a donde ellos era su única opción para sobrevivir. Pero el grupo se encontraba compuesto en su mayoría por ancianos, mujeres y niños. Lo que volvía lento y peligroso el avance. Debían andar con cuidado. Los winkas poseían animales crueles, entrenados para cazar a hombres y desgarrar sus carnes. La noche cayó sin que se percataran. La mayoría dormía, un par hacia guardia. Entre estos se encontraba Kallfümilll.

El primer guerrero de Negunechen "Camino Sagrado"Where stories live. Discover now