Capítulo 19

4 0 0
                                    


"Trufül" Obscuro

La respiración agitada, sus manos abriéndole camino entre la densa foresta, las piernas temblando, su rostro empapado a causa del sudor. Aún podía recordar el sonido de los gritos, como sus compañeros de viaje gemían ante el ataque de las bestias. Imágenes de sus rostros tan reales como las ramas que raspaban su cuerpo, como la tierra que iba impregnando sus pies; sangre espesa, de un rojo que a momentos se tornaba negro, miradas que reflejaban una desesperación propia de las más cruentas pesadillas. Cuerpos arrojados al suelo inerte, sin vida, siendo destrozados por criaturas que a duras penas lograba describir. Todo parecía demasiado horrible como para ser cierto. A momentos se decía "No es verdad" "No es verdad". Pero contrario a su deseo todo era cierto. El ataque de los alwës, la muerte del contingente, la separación del grupo y en medio de todo, Ayun no estaba con él. Lo último que supo de ella fue que una bestia la tomaba por el cuello a la vez que la movía casi como si fuera una rama a punto de romperse, para luego arrojarla contra un árbol. Había intentado ayudarla, corrió donde se encontraba, pero las bestias le salieron al paso; se encontró con tres, cada una más horrible que la otra. Los cuerpos deformados, llenos de protuberancias, las que volvían difícil saber qué era músculo y qué era una herida producto de alguna que otra lucha. Las manos eran garras desde las que emergían largo y huesudos dedos que daban la impresión de ser parte de un esquelético y frágil cuerpo. Todo lo contrario, sus manos firmes, duras como la roca cortaban todo lo que rozaban con una brutalidad aterradora. El bello caía desde las cabezas cubriendo sus rostros, volviendo difícil, casi imposible reconocer quién habían sido en su época de humanos. De no haber sido porque aún mantenían una que otra prenda propia de los hombres nadie hubiera pensado que antes de ser aquellas monstruosas criaturas eran seres humanos que vendieron sus almas y vidas a los wekufes por algún favor o deseo. Levanto su brazo trato de golpear a una bestia, pero otra lo alcanzo a tomar y luego de azotarlo contra el suelo en varias ocasiones lo arrojo tan lejos que terminó cayendo por un barranco muy lejos de donde se desarrollaba la lucha. Cuando abrió los ojos se encontró con que un hilo de sangre corría por su frente, un ojo morado, un diente suelto, el brazo izquierdo le dolía, por un momento pensó que estaba fracturado, para su tranquilidad no era así. Intento volver al lugar de la lucha, si se llegaba a encontrar con las bestias era lo de menos. Lo único importante era salvar a Ayun, su amor. Recordó el primer momento que la vio. Ella entrenaba cada día con un muchacho de nombre Neuquén. Las habilidades de la joven eran notables, superiores a las de cualquiera, las de su compañero resultaban patéticas. Nunca pasaría de ser un simple mapuche que con dificultad dominaba el uso de la lanza. Al menos eso pensó en ese momento. Quería acercarse a ella, pero sabía que no sería sencillo. "Un acercamiento indirecto." Pensó sin sacarle la vista de encima mientras la muchacha se movía con una seductora gracia a la vez que elevaba la lanza larga y arrojaba estocadas al aire. Debía volverse amigo de ese muchacho; solo sabía que se llamaba Neuquén y que había perdido hacia poco a su hermano mayor. Era la oportunidad perfecta, le hablaría, se volverían amigos y obtendría información sobre la joven y la conquistaría. Así lo pensó y así lo hizo. Alon siempre obtenía lo que quería y en especial cuando era algo difícil. Por lo que le habían dicho nadie le había robado ni siquiera una mirada de interés a esa joven. "Un reto." Pensó. No alcanzo a llegar al lugar del ataque. El sonido de las bestias gimiendo, aullando indicaba que estaban cerca. Posiblemente buscan a los pocos sobrevivientes. Tuvo que correr a todo lo que daba. Llevaba varios días huyendo. A duras penas le daban tiempo para comer o descansar, mucho menos para dormir. A momentos creía que se volvería loco, escuchaba voces que le hablaban palabras de muerte y dolor; imágenes que anunciaban la pronta caída y derrota de su gente. De cuando en cuando mojaba el rostro para espantar el sueño y comer uno que otro fruto de piñón que encontraba en el camino. Sin embargo, cada vez que se detenía las bestias parecían acercarse más como si supieran donde se encontraba y solo se divirtieran haciéndolo creer que tenía alguna oportunidad de huir. No supo cómo pero de pronto un alwë apareció frente suyo. Casi del doble de su tamaño se erguía con su largo, de respiración áspera, sonidos guturales y velludo cuerpo extendiendo esas garras que parecían capaces de robar el alma de cualquiera. Pese a todo lo aterrador de la bestia sus ojos rojo sangre eran tristes, como si en alguna parte de su ser sintiera una ligera cuota de dolor al ser lo que era, casi como si sufriera a causa de esa cruenta existencia. La bestia lo tomo del cuello, alzo por los aires, acerco a su hocico del que bajaba una baba espesa, amarillenta, semejante a bilis; sintió su aliento ácido entrar por sus narices y llenar los pulmones, por un momento creyó que moriría, luego que vomitaría. Así fue. La bestia lo dejo caer y él devolvió lo poco que tenía en el estómago. Sin embargo, su verdadera sorpresa fue a causa de la voz que entraba en escena.

El primer guerrero de Negunechen "Camino Sagrado"Where stories live. Discover now