Capítulo 35

1 0 0
                                    


"Akutun" Llegada

La creación relucía ante sus ojos, podía contemplar la esencia de todo cuanto estaba frente a él; las formas, figuras, texturas y colores, eran solo ilusiones que ocultaban un mundo mucho más profundo, sacro, arcano para las almas de los hombres que se mantienen atados a las necesidades mundanas. Supo que así era como los pillanes veían la existencia. La naturaleza le hablaba, podía oírla cantar, el suelo que antes le parecía tan firme, realmente se erguía sobre la sabiduría y verdad del Wenu Mapu. Verdades tan puras y prístinas que nadie que tuviera una cuota de mancha en su alma podía acceder a ellas. Pero tras de todo una voz que hablaba en una lengua tan ancestral que ni los ancianos más antiguos podrían haberle descifrado, pero él sí pudo. Palabras de cantico y exaltación a Negunechen, a su Hijo y su Sagrado Espíritu. Buscó las sombras, había salido lejos, no lograban contemplar la luz que de él emanaba. Ante sus ojos apareció una nueva figura, una sombra, que le parecía conocida, era un hombre de carne y hueso, pero en su pecho una mancha negra, lechosa, hedionda se extendía por su cuerpo. Contempló su rostro, era Linkokewün, quien finalmente se presentaba ante él. En su mano llevaba una lanza formada de humo. No dijo nada, ya no había espacio para palabras, solo quedaba el enfrentamiento final. Se lanzó contra el muchacho arremetiendo con una fuerza que superar los límites humanos, pero el real peligro era que su arma buscaba dañar no el cuerpo, sino el alma. Neuquén interpuso su hacha en la trayectoria, bloqueando así el feroz ataque. Sintió la fuerza de su enemigo en carne propia, era evidente que estaba dispuesto a acabar con él de una vez por todas. Sin embargo, había algo más en su ataque, podía sentirlo, era terror, un enorme y profundo terror, por un instante, un chispazo de imágenes y formas se hizo presente ante él. Ante sus ojos criaturas y bestias, seres de aspectos infrahumanos que emergían de todas partes, abriéndose paso entre ríos de cadáveres que aún se mantenía con vida en sus cuerpos, una vida que realmente resultaba ser muerte del cuerpo y tortura del alma. Ese era el lugar a donde iría de no acabar con él, no sabía cómo, pero tenía la certeza de que así sería. Ambos se observaron fijando la vista del uno en el otro y viceversa.

-Traicionaste a tus hermanos, -profirió Neuquén, en su voz se manifestaba una cuota, no de ira, tampoco de furia, sino de un profundo dolor, el que surge de las confianzas rotas y las amistades olvidadas– nosotros creímos en ti, yo creí en ti, éramos un cuerpo y tú nos diste la espalda, no solo a tu gente, sino a propia tu alma.

-Te sientes traicionado, crees que conoces lo que es el dolor. Te diré algo niñito, no has conocido el dolor, solo quien ha vivido el abandono de su gente, de su pueblo sabe lo que eso significa– sus ojos se inyectaron en sangre– Fue Minchekewün quien me empujó a esto, quien con sus decisiones me llevó a dejar de lado lo que creía para entregar mi alma a los wekufe...- tomo aire -creía en él, pero sus deseos de paz, su anhelo de traer unidad a los pueblos del sur lo volvió débil y no pudo ver que lo que nos hacía falta era una mano fuerte, un puño como roca, un espíritu sin compasión listo para someter a toda nuestra tierra en pos de un bien mayor, control de los pueblos del sur del mundo.

-No sé qué fue lo que hizo Minchekewün- apretó su arma con más fuerza.

-Fue débil, misericordioso, fue un amigo cuando debió ser un guerrero– los ojos fijos como bestia lista a caer sobre su presa– No acabo con Kurrakewün cuando debió hacerlo, gracias a eso mucha de mi gente murió a causa de conflictos con su lof– escogió sus palabras con cuidado– La paz es una ilusión, lo único real es la voluntad de quienes tienen el poder para acabar con la vida de los otros.

-Lo que sí sé es que nadie más que nosotros mismo es responsable de nuestras decisiones– en su voz se evidenciaba una cuota de sabiduría que solo le era propia a los ancianos que han caminado en los Ad mapu, que han aprendido a negar su carne y ser dirigidos por el espíritu– Cada uno decide lo que hará con su vida y a quien servirá con ella, tú... -alzo su diestra indicándolo con ella– ya has tomado tu decisión y se te hará conforme a lo que deseas.

El primer guerrero de Negunechen "Camino Sagrado"Where stories live. Discover now