Capítulo 36

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"Urkütun"Descansar

La mirada del joven se extendía por todo el lugar contemplando con sacra paz la escena. Sabía cuál sería el final de todo, estaba seguro que antes que terminara el día vería la gloria de Negunechen en medio de su pueblo. Dolor y sufrimiento, destrucción, angustia, tristeza inundaban los corazones de los mapuches; sin embargo, a medida que avanzaba entre los restos de su gente una cuota de paz comenzaba a retornar a sus agotadas almas. Neuquén lo sabía bien, no era por él, sino por lo que su retorno representaba, el respiro, la paz, la protección que lo acompañaba, los poderes del Wenu Mapu presentes en los textos sagrados. Ante los ojos de los hombres la batalla estaba perdida, desde la perspectiva de Neuquén, la perspectiva espiritual, la victoria había sido ganada. El muchacho alzó su diestra y tras él emergieron miles de animales, todos y cada uno de ellos habitaba en los bosques de la tierra del sur, listos para enfrentar a los invasores que habían penetrado en ellos. Los rostros de los animales evidenciaban el profundo deseo de hacer justicia por tantos animales caídos, cientos de árboles talados sin respeto ni permiso. Un viento recio soplaba tras el contingente y la luz de Antú se abría paso por entre las nubes que cubrían los cielos. Desde la mirada de los presentes la imagen resultaba en una mixtura de poder, reverencia, gloria y honra, una que ningún hombre podría obtener por sus propias fuerzas.

-Dejaremos nuestra alma en el campo de batalla y libraremos a todos los que han caído bajo en la opresión de los winkas. – las palabras salían de Neuquén, pero era el Espíritu de los espíritus quien hablaba por medio de éste. – Traeremos la paz a la gente y ríos de agua viva a los sedientos.

Su voz era escuchada por todos los presentes, un frio sudor recorrió las espaldas de los winkas provocando que sus ojos se llenaran de espanto, sus rostros tomaran un pálido blanco y de sus bocas no salieran más que unos leves e imperceptibles sonidos, muy lejanos de lo que serían palabras. Por otra parte, los mapuches sentían como un calor llenaba sus pechos y el fuego del Wenu Mapu les entregaba nuevas fuerzas. Había llegado el momento tan esperado, el tiempo de la victoria. A las palabras del joven la tropa de animales se dejó caer sobre el aturdido y atemorizado ejército. Sin saber cómo, una nueva lucha se desarrollaba, esta vez entre los seres del bosque y los winkas quienes huían incapaces de comprender lo que sucedía. Desde donde estaba Kallfümilll le escena era algo irreal, cientos de animales de todo tipo impactaban a los invasores, los más pequeños subiendo por sus ropas, metiéndose por entre las telas, mordiendo todo cuanto podían, por su parte los más grandes destrozaban a todo winka que aparecía a su camino y las aves arremetían con decenas de picotazos. Un puma se dejó caer sobre un hombre que llevaba una armadura que en otro tiempo había sido plateada, en esos momentos se encontraba corroída por el óxido, entre tanto un grupo de huemules golpeaba a unos soldados para luego pasar sobre ellos pisando cada parte de sus cuerpos, de esta manera mucho otros animales se dejaban caer impactando, chocando, mordiendo, clavando a los invasores. Sin embargo, aun cuando la escena era prometedora, Pizarro y sus bestias continuaban de pie atacando y a todo aquel cuanto saliera a su paso. Neuquén observó lo que sucedía, sabía que ninguno que se enfrentara con el poseído saldría con vida; sólo él podía vencerlo. Cruzó una mirada con el gran puma blanco, ambos pensaban lo mismo. Fue así que emprendieron una veloz y certera arremetida contra aquel, abriéndose paso ante todo winka que osara ponerse en su camino. Unos cuantos cayeron a sus pies luego de que éste les asestara un golpe con su hacha, sin embargo, el problema fue cuando encontraron a las criaturas que servían a Pizarro, quedaban aún tres de ellas, las observó buscando su punto débil, mas cada una tenía la fuerza y poder de cien hombres. Neuquén sabía que para llegar hasta él debería vencerlos primero. Apretó sus piernas afirmándose con ellas al lomo de su compañero, tomó el hacha con ambas manos, inhaló tan profundo como pudo, cerró los ojos y pensó en todo cuanto estaba en juego; acto seguido asestó sobre ellos golpeando con todas sus fuerzas a la bestias. En un principio ninguna pareció recibir algún daño, pero al caer a piso contempló con satisfacción como las tres eran derribadas sin más. No muy lejos de donde se encontraba, la abominación que en otro tiempo fue conocida como Pizarro se abría pasa hasta Neuquén con el propósito de acabarlo, llevaba en sus manos la espada otorgada por los kalkus, en la otra al joven Kallfümilll arrastrando, inconsciente. Cuando se encontraron cara a cara ambos supieron que era el momento de la verdad, el instante en que se decidiría el destino de las tierras del sur.

El primer guerrero de Negunechen "Camino Sagrado"Where stories live. Discover now