Capítulo 23

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"Kuñiwn" Peligro

Un remanente del pueblo había quedado rezagado durante la huida al Bucalemu; ancianos que apenas podía mantener el paso, el viaje era largo y difícil, los años tampoco les ayudaban en su tránsito, sus piernas se encontraban agotadas a algunos ya casi les temblaban, las ramas que se interponían dificultando el camino. Las ancianas ya no podían seguir y los veteranos a duras penas cargaban a los bebes y niños que traían con ellos. La verdad era que los más viejos estaban dispuestos a recibir la muerte, no le temían. Pero dejar a esos infantes en manos de los winkas, alwës y sus siniestros señores, los kalkus, era un destino inaceptable. Pese al agotamiento, el frío y lo adverso del clima, continuaban su avance, intentando abrir camino como podían entre la espesa foresta. Sus cuerpos cada vez más rígidos, sus rostros perdían el color y vigor de antaño, incluso la respiración se había vuelto un acto difícil de realizar. El camino se acabó y solo un sendero apareció, era la mejor opción que tenían; en realidad la única. Si bien era peligroso seguir un camino desconocido, quedaban más expuestos a la vista de sus perseguidores y el ruido que hacían en su caminar no cooperaba con su deseo de ocultarse. Era la única oportunidad de continuar avanzando y llevar con bien a los niños que cuidaban. Una mujer mantenía apretado, junto a su pecho a una guagua, era su nieto, su hija había muerto en las invasiones de los winkas y su esposo se encontraba entre los heridos durante el último combate. A simple vista no se notaba, pero la verdad era que sus ojos se encontraban próximos a derramar la angustia que embargaba sus almas en saladas y densas gotas. Algunos de los niños lloraban, por no estar junto a sus padres, otros por cansancio, varios por comida y frio. Las ancianas les relataban historias convenciéndolos de que ese abrupto viaje era un juego, una aventura y que si llegaban al final tendrían una recompensa. La verdad era que no sabían si pasarían de ese día con vida. Unos cuantos que iban algo más atrás, varones, los que en otro tiempo lucharon en batallas de las que solo quedaban canciones, apuraban el paso del grupo, sabían que de ser capturados todo perecerían la más cruenta de la muertes, no podían permitir que nadie cayeran en manos de sus enemigos. Habían escuchado las leyendas sobre las bestias, los alwës. Sabían que eran hombres los que a causa del engaño de los kalkus les cedieron sus almas a los wekufe, no iban a permitir que eso sucediera, a los niños, a nadie. Un ruido se escuchó a sus espaldas, semejante a una jauría enfurecida, sedienta de sangre. Supieron que solo podían ser anuncio de que sus enemigos estaban cada vez más cerca, más de lo que podían haber imaginado. Intentaron aumentar la velocidad del paso, pero los niños no podían ir más rápido, menos aún los ancianos, quienes para ese momento ya se encontraban agotados, con sus cuerpos adoloridos, muchos entumidos de frio. Una niña se tropezó, cayendo al suelo y comenzando así a llorar. De inmediato una mujer la tomo en sus brazos y la consoló, la hizo guardar silencio con aquella velocidad que solo una madre experimentada posee. No podían permitir que descubrieran donde se encontraban. Las miradas se depositaron sobre ambas, nadie lo dijo, pero era seguro que el ruido del lamento de un niño fuese más que suficiente para delatarlos. Unos cuantos metros más lejos una anciana dejó caer su cuerpo sobre el barro que se extendía a lo largo del sendero. Su esposo la intentó poner en pie, pero no respondía, estaba cansada, la esperanza de vivir había abandonado sus ojos. Su corazón se disponía para recibir la muerte. De pronto lo que parecía ser un forcejeo se transformó en un llanto, mas no uno que es movido por la desesperación, sino aquel que tiene como móvil la melancolía, el dolor del alma, el miedo a lo desconocido. Ambos de rodillas en el suelo, la anciana y su esposo, abrazados como si fueran uno, como si cada cual supiera lo que el otro sentía. El resto del grupo se reunió a su alrededor.

-No pueden quedarse acá.

-Si los atrapan morirán.

-Pónganse en pie.

El primer guerrero de Negunechen "Camino Sagrado"Where stories live. Discover now