Capítulo 4

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"Rehues" Ejércitos

Cientos de personas se encontraban reunidas, alistándose para salir a hacer frente a los winkas. La mayoría hombres en la flor de su juventud todos y cada uno de ellos bien entrenados, diestros en todo tipo de armas; entre ellos algunas mujeres jóvenes, las que habían acudido en representación de sus familias debido a que en ellas no se encontraban hombres con la edad suficiente para ir a la guerra. Si bien no tenían la fuerza ni la potencia de un guerrero del sur, cada una estaba bien adiestrada en el arte del arco y la flecha, así como en la montura y toda técnica de lucha, de modo que resultaban ser excelentes guerreras, mejor que muchos de los hombres presentes. Apartados de ellos estaban los hombres mayores, en su mayoría ancianos, los que habían sobrevivido a las últimas luchas y que aún lograban mantenerse en pie, empuñar un arma y dar su vida en el campo de batalla. Varios habían perdido una que otra extremidad, un ojo o en el mejor de los casos llevaban sobre sus cuerpos las marcas de luchas encarnecidas, a las que sobrevivieron únicamente por las fuerzas infundidas por Negunechen. Según la tradición cada anciano tenía a cargo un pequeño grupo de jóvenes al que dirigir al momento de entrar en batalla. Los resguardos habían sido tomados y la mayoría parecía estar lista para la batalla. Pese a esto la tensión se percibía en el aire, nadie lo decía, pero todos sentían aquel temor muy propio de quienes saben que enfrentaran la muerte cara a cara. Habían llegado informes acerca de que los winkas estaban cerca y no avanzaban solos. Un grupo de criaturas los acompañaban, los alwës, seres que en otro tiempo fueron hombres, pero que ahora servían a los espíritus oscuros tras haber vendido sus almas por una cuota de poder. Iban juntos a ellos arrasando todo cuanto encontraban a su paso. Sobre esto era que se encontraban deliberando dentro de la ruka del Maputoqui lo líderes guerreros del pueblo. Los toquis cruzaban sus miradas con el fuego de la fogata que alumbraba aquella fría mañana, mientras intercambiaban opiniones, subiendo a cada momento el tono de voz, dejando poco a poco que la ira los fuera dominando.

-¡Silencio! – interrumpió Minchekewün, el Maputoqui, haciendo callar con esto a los veinte hombres que se encontraban a punto de trenzarse en lucha. – Es inaceptable que los toquis, los hombres de guerra y sabiduría de los pueblos del sur no sean capaces de llegar a un acuerdo sobre lo que haremos.

-Posiblemente el Maputoqui debería indicar lo que haremos– respondió Kurrakewün, con un toque de ironía en su rostro.

Las palabras de éste fueron apoyadas por un par de toquis, los que se mantenían a espaldas de éste, sabían que no eran peso para la autoridad de Minchekewün, pero Kurrakewün era un hombre valiente, la mayoría del tiempo, osado, movido más por sus pasiones y por la furia que por la prudencia. Ambos guerreros cruzaron miradas, se encontraban unidos por una historia de luchas de poderes, pugnas familiares y enfrentamientos bélicos entre sus lof. Sin embargo, habían hecho a un lado todo eso por un propósito mayor. Pese al acuerdo, les resultaba difícil tolerar la presencia del otro, en especial a Kurrakewün, quien por muy poco no había sido nominado a ser el Maputoqui. Fue Minchekewün quien obtuvo la mayoría y así, como el resto, éste se vio en la obligación de someterse a su oponente.

-La verdad sí tengo una propuesta que hacer... -Minchekewün guardó silencio. Los presentes lo acompañaron, esperando lo que éste fuera a decir; llevaban días discutiendo lo que harían una vez que todos los rehues se reunieran.

-Entonces diga lo que debemos hacer– indicó Kurrekewün manteniendo ese leve tono a ironía que se mezclaba con una habitual cuota de insolencia.

-Si es cierto lo que dicen acerca de que los winkas vienen acompañados por los alwës, eso sólo puede significar una cosa, –se puso en pie– no podremos hacer frente a nuestros enemigos.

Nadie esperaba esa respuesta, bien conocido era que Minchekewün era un hombre de guerra, valiente como pocos, experto en armas, diestro a kawell; los rumores decían que era capaz de sacar un árbol con sus propias manos desde la raíz. Las palabras causaron gran conmoción entre los presentes. Unos se pusieron en pie, otros golpearon el suelo, unos cuantos movían las cabezas de un lado a otro buscando encontrar sentido a las palabras dichas.

El primer guerrero de Negunechen "Camino Sagrado"Where stories live. Discover now