Capitulo 6

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Desperté. Sentí unas manos abrazándome y unas piernas me cubrían. Me giré y vi a Trevor con la boca entreabierta. Oh Dios mío. No podía admitir que se lo veía sexy. Y no debía. <<Cerdo sin cola>>, recuerda, Ashley, recuerda. No me había fijado que no llevaba camisa. Su piel tocaba mi piel, y era una sensación extraña. Pero no tan desagradable. 

Me moví debajo de su agarre, y lo que sentí fue a Jeffrey totalmente despierto tocando mi muslo derecho.

-¡TREVOR! –grité. -¿Qué es eso? ¿¡Qué te pasa!? ¡Eres un pervertido!

Trevor se despereza y se frota los ojos soñolientos, luego se sobresalta bruscamente y al notar sus brazos y sus piernas sobre mí sale disparado de la cama.

-¿No has ido a la escuela? ¿No te enseñan educación sexual?

-¿¡Eso te parece educación sexual!? –apuntó a su bóxer.

-Se llama erección matutina, Ashley... Es decir, Laura.

Me relajo y me siento en el borde de la cama.

-Nunca más me abraces. –gruñí.

-No lo estaba haciendo.

-Pues tu subconsciente sí.

Trevor rueda los ojos y se frota el cabello.

-Dios... ¿Por qué no la dejé en el sofá? –gruñó mientras se dirigía al baño.

Me aparté de la cama, me cambié de ropa cojiendo una camisa de Trevor y la amarré con un nudo y me dirigí a la cocina. La señora Bianca, seguía durmiendo pues sus ronquidos se escuchaban como si estuviera hablándome al oído. Rebusqué en el refrigerador algo de tomar. Tomé un cartón de leche, lo abrí y me serví. Tomé una manzana y me la comí en un dos por tres.

Después, fui directo al cuarto de Trevor para seguir leyendo su diario. Aun tenía mis dudas se sobre quién era Louis, por qué murió, y sobre todo, saber los secretos de Trevor. Porque algo aprendí en mi vida: Nadie puede ser totalmente bueno. Abrí la puerta sin preguntar y lo que vi, fue el perfecto momento para gritar.

Trevor estaba desnudo y sus manos se tapaban lo más que podía. Una mano adelante, y la otra atrás. Reí demasiado.

-¡Toca la puerta, antes de entrar! –gritó mientras se tapaba con las sábanas.

-Pensé que era mi casa.

-¡Pues no!

-Me da igual. –cerré la puerta y le hablé desde afuera. –Vístete y llévame a buscar mis cosas.

-Esta bien, patrona. –gruñó. -¿Donde las dejaste?

-Debajo de un puente.

-Pensé que lo decías en broma. –abrió la puerta ya vestido, pero sin camisa. Joder, se lo veía muy bien. –¿Por qué no vas tú? Tienes auto.

-Necesito que me ayudes. Son algunas cosas...

Trevor dudó, salió del cuarto con una camisa azul de Aeropostale y camino en dirección a la cocina. Tomó una manzana, y salió por la puerta principal.

Lo seguí, bajé por el caminito y admiré las calles. Es increíble como en la noche todo puede estar callado y aun así existen algunos lugares como a los que estoy acostumbrada a ir, que son mas alborotados que el día. 

Vi a una chica andando en bicicleta, y me pregunté si era esa tal Vanessa. Ya me caía mal. Trevor la miró y ella a él. 

Ese incómodo momento, me obligó a meterme lo más rápido que pude al auto y tocar la bocina fuertemente. 

-¡Súbete! 

Trevor no dejó de mirarla. Así que avancé cinco metros. Trevor al ver que me iba volvió hacia el auto corriendo.

-¡Tranquila! ¿Tan apurada estás?

Lo ignoré. 

-Oye... –dijo mientras puse una canción leve de Birdy, que se llamaba Skinny love. –No me has dicho por qué vendiste tu casa, ni la razón por la que eres así.

-La muerte. –respondí fríamente.

-¿La muerte? –me miró serio. -¿Es por lo de tu familia?

-Ajá. Es como una maldición. –sonreí, mientras giraba por la autopista.

-Debe ser duro estar sola. –murmuró por lo bajo.

-Me gusta estar sola, Trevor. No necesito de nadie para ser feliz.

Trevor miró la carretera, y se limitó a jugar con sus nudillos.

-¿Y qué vas a hacer? –dijo después de unos minutos.

-Voy a irme a San Andrés. Quiero vivir ahí.

-¿Por eso vendiste la casa de tus padres no?

-Exacto.

¿Acaso Trevor no sabía lo que la muerte me había dicho? ¿No entendía! ¡Jesús! Tenía que decirle para que me ayudara. La inocencia de Trevor me era molesta a veces. No podía creer que estaba con el mismo chico de ayer.

Eso debe ser un récord.

-Mira: La muerte mató a toda mi familia para probarme. –frené el auto, justo al frente del puente. –La muerte me dijo que si yo muero, no iré a ningún lado por que estoy vacía por dentro. No tengo alma.

-¿Estas en drogas, Ashley?

-Debes creerme.

-Estas loca. Dime que no voy a terminar muriendo como en la película La Huérfana.

¿Yo? ¿Huérfana? Si, literalmente lo era. Pero pronto sería mayor de edad. Así que mueran bitches.

-¡Esto es real! –chillé.

-¿Y que vas a hacer?  -dijo mientras cogía una maleta color azul eléctrico. El puente estaba oscuro, y se nos dificultaba ver las cinco maletas azules que había escondido ahí hace tres días. 

-La muerte dijo que tu me ayudarías.

Trevor se quedó quieto. Incómodo. La maleta cayó en sus pies, y yo traté de que volviera en sí. Este era el momento perfecto para cachetearlo. Sonreí maliciosamente.

-¡Trevor! –le di una bofetada.

-Ahora todo tiene sentido. –dijo con lágrimas en los ojos.

¿Esto en serio está pasando? ¡Trevor estaba llorando!

-¿Qué sucede? –le pregunté tomándolo por sus hombros.

-Todo tiene sentido, Ashley. –murmuró acercándose hasta estar frente con frente.

Tengo que admitir que  no entendía lo que estaba pasando. Me sentía rara. Como si me estuvieran desenvolviendo de mi fuerte cascarón.

Sus ojos café con leche, me estaban expresando dolor, alegría, y oportunidades. Y creo que sueño. Si, mucho sueño.

¿Y no se supone que los efectos del café son al revés?

Cerré los ojos. Y al abrirlos, la muerte estaba ahí. 

La sonrisa de la muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora