Una aurora.
Me acuerdo haberla visto la primera vez que fui a acampar en Alaska con mi abuelo. Recuerdo que la luz que despedía nos iluminaba las pupilas y los sueños inocentes de niños ilusionados.
Si, aun me acuerdo de aquellos días.
Que lindo recuerdo, en medio de tanta tragedia.
Mi vida va más allá de lo cotidiano. Más allá de una novela de Shakespeare, de Edgar Alan Poe o de Homero.
Al fin lo he comprendido.
Comprendido mi equívoca existencia. Soy como un color más del arco iris invisible a los ojos. Un color que nadie puede saber como es, o de donde vino. Porque así somos los seres humanos. No somos originales aunque intentemos serlo, sacamos ideas de otras ideas, somos seres que viven y nacen de inspiración. Somos seres inspirados.
Pero yo no. El egoísmo y el orgullo, eran parte de mí desde el momento en el que fui diseñada. Mi cuerpo, el único instrumento puro de mi, se conservo en el vientre de mi madre por naturaleza. Pero mi alma, mi esencia, la cual seguía conectada a mi, por medio de algo sobrenatural, estaba perdida, arrebatada, dormida en un sueño de caos.
Vine a la Tierra sin un alma, un cuerpo vacío, un cuerpo programado.
Fui un error de la Creación. El primer error echo a propósito para probar que el ser humano aunque nazca malo puede cambiar.
Pero el ser superior de todo el Universo no permitiría que un alma no inocente e impura viniera al mundo.
Porque cuando somos bebés, somos inocentes.
Nacemos ingenuos.
Pero yo no. Yo no nacería ingenua.
Yo era un alma con sentimientos impuros desde sus raíces incluso antes de ser moldeada. Entonces mi alma se perdió. Y los sentimientos buenos que también albergaba, se fueron con ella.
Y la muerte quería eso.
Era su trabajo. Era uno de sus labores más difíciles de cumplir.
¿Por qué? Porque yo era un alma difícil.
Era una criatura sin salvación.
Una chica incapaz de compadecerse.
Una chica rebelde, una chica informal y pasajera.
Una chica que fue criada como una mocosa normal, con unos buenísimos padres, hermanos y abuelos. Un lindo y espectacular físico. Una casa lujosa, la cual fue el fruto de largas jornadas laborales de sus padres. Ella tendría un futuro.
Hasta que llegaron las pruebas.
Los perdió, mas bien, lo perdió todo, el objetivo era sentir dolor, o incluso sentir compasión.
Pero no lloró ni siquiera con la muerte de su madre.
El refugió que aquella Ashley buscaba y necesitaba desesperadamente como una mendiga muerta de hambre, o un drogadicto a la heroína era el dinero, el sexo pasajero, y el baile.
El baile sonaba como una dulce melodía en sus oídos.
Estoy hablando de mí.
Yo soy Ashley. Yo soy el asco de persona que han leído. Yo soy un recipiente, utilizado por un demonio con forma humana.
Y en este instante estoy siendo devorada por una aurora azul.
Siento electricidad erizando mis vellos en la nuca, me recorre las piernas, me acaricia las curvas. Me susurra una canción en lenguas que desconozco.
Intento moverme, pero... ¿De qué serviría?
Estoy estática en un gran campo de energía azul.
Envuelta como un capullo de mariposa.
-Ashley... ¿Qué has echo?
Siento una voz lejana hablarme.
Está cerca... No, esta lejos... Muy lejos...
Trevor.
-¡Ashley!
Escucho gritos. Y siento una emoción compartida de Trevor.
Ha pasado algo urgente.
Trato de volver en mí, y empiezo a morder y arañar el capullo azul con todas mis fuerzas.
-¡Demonio! -exclamé. -Devuélveme a mi estado normal.
-Shh. -responde. -Falta algo.
Siento que el capullo comienza a abrirse y un olor repugnante inunda mis fosas nasales.
-Habrá un traidor entre los tuyos. -ríe con elegancia el demonio. -Pronto sabrás quien es, sería aburrido si te dijera su identidad. -su hermoso rostro, se acerca al mío. -Tu vida sin alma, tiene mas sentido que cualquier otra, Ashley. No sabes las ganas que tengo de devorarte. Deberías cuidar tu alma, si la recuperases.
Lo miro y me da repulsión, porque se que su verdadera forma oculta tras esa aura azul, debe ser tan espantosa o incluso peor que el de los otros, quienes tenían musgo, carne putrefacta, negrura carcomida y excrementos.
-Gracias por dejarme utilizarte. Nuestro trato ha finalizado. -da una reverencia.
-De nada. -me inclino.
-Tenlo en cuenta, recipiente.
-¿Que cosa? -inquirí.
-Eres al único ser al que le he agradecido.
Y desapareció.
El aura, se fue desvaneciendo como pompas de jabón. Y la oscuridad del sótano me devolvió a la realidad de esa dimensión.
Lo primero que vi fue el rostro petrificado de Trevor, de Shiro, y de las chicas curiosas y arriesgadas que habían guiado a Trevor al lugar, de seguro.
Después, mis ojos se dirigieron a mis manos, a mi ropa, a mi alrededor.
El cuerpo del hombre estaba echo trizas.
Tripas dobladas y picadas por todo el suelo. Mis uñas estaban sucias, y teñidas de rojo. Mis manos estaban cubiertas de sangre.
Miré mi reflejo en el metal de la puerta, y parecía una psicópata.
Tenía mi blusa rasgada, de la cintura para abajo estaba desnuda cubierta de sangre como si en agua me hubiera bañado con normalidad.
Mi cuerpo olía a sangre, despedía sangre por los latigazos, y escurría una hermosa saciedad de venganza.
-Eres... Dios mío. ¡No te nos acerques! -las chicas se fueron de inmediato.
Trevor empezó a vomitar.
Y Shiro fue la única que se acercó a hablarme.
-Esto no lo pudiste hacer tú. -murmuró con los ojos llorosos. -Ha sido un demonio llamado "Ao". Lo seduce el deseo de venganza y de ira.¿Permitiste que poseyera tu cuerpo, Ashley?
-Ese hombre iba a violarme, casi me destroza mis partes intimas, y estaba azotándome como en la época de la esclavitud.
Shiro me toca las mejillas, y deposita un suave beso en mi frente.
-No dejes que más cosas malas inunden tu ser. Eres hija de la Tierra. Naciste del egoísmo y de intolerancia, pero no eres una asesina.
-Quería ayudar a esas almas. Se supone que ese es nuestro deber de ahora en adelante, Shiro.
-Y lo haremos, master. -sonrió. Me había llamado "master", como si fuera alguien del cual aprendería o admirase, mientras se limpiaba con aegyo los ojitos que tenía. -Yo tranquilizaré sus almas, y las llevaremos en este instante a un refugio seguro. Aquí estan sus llaves. -me las tendió en la mano.
-Gracias, Shiro. -me di la vuelta y busque un trapo para cubrirme.
Trevor estaba palido, y no paraba de vomitar. La presencia de Shiro se había dirigido a tranquilizar a las muchachas.
Me dirigí a los baños, y me metí en una ducha.
El agua estaba congelada, pero no me importaba con tal de que me limpiara. El dolor de los latigazos era atroz, y sentía que moriría de hipotermia.
Esto parece una película de horror. Después de unos minutos escuché la puerta abrirse.
-Ashley, ven aquí.
Trevor me pasa una toalla, salgo de la ducha y apenas me ve, me recuesta en su pecho.
-Sé que no has sido tu, todo esta bien.
Me abraza, y me acaricia el pelo.
-Puedes llorar si quieres. -murmura, mientras me alza el rostro.
-Trevor, hueles a vómito. -interrumpo.
Trevor rodea los ojos.
-Ashley, no es momento para esos comentarios. Vamos a irnos de aquí.
-Debí hacerte caso cuando me alertaste. -murmuré con riesgo de que me escuchara.
-Las chicas están a salvo ahora, Shiro está tranquilizando sus almas. No hubiera sucedido sin tu perseverancia. -me alza la barbilla y sus dedos recorren mis labios.
-Tengo frío. -confieso lentamente. -Y mucho sueño, Trevor. -mi voz está rasposa y la garganta me quema de tanto gritar.
Lo ultimo que escucho antes de cerrar los ojos, fue la voz de Trevor susurrándome al oído.
-Yo te daré calor.
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La sonrisa de la muerte.
RomansaAshley es una chica rebelde. Nunca se enamora, y lleva consigo un pasado asqueroso. No es igual a las demás. Su familia ha muerto. Ahora, se considera una nómada adolescente. La muerte quiere probarla. La sigue, la merodea, pero nunca tiene el pla...