-Hola, Priscila. -la miro. Lleva una falda diminuta, que deja ver sus piernas pecosas. El pelo negro enrulado en un moño alto, y un suave ahumado en su mirada felina.
-Ashley. -me sonríe. -Pensé que al final no vendrías.
-No me daría por vencida en algo que me apasiona.
Priscila me analiza. Sus ojos brillantes, me dicen que no me ve como una amiga.
-No lo tomes como nada personal, querida. Dentro del Club, no eres más que competencia. Y yo soy una luchadora experta en ganar las mejores propinas.
¿Qué? ¿Me esta amenazando? Definitivamente necesita mas sexo con su novio. Pero parece que se tira al resto.
-Yo soy una chica salvaje, no soy santa, tampoco merezco flores, pero te aseguro que será mi culpa robarme a la clientela.
-Hablas como una auténtica puta. -da una carcajada y aprieto los dientes. Ya he tenido suficiente en el día.
La dejo con el insulto en el aire, y me sorprende que un día la haya llamado amiga. Que se pudra, a mí también puede dejar de importarme. Y créanme, señores y señoras, muy rápido.
-¡Hey! ¿Que belleza tenemos aquí? Tu debes ser Ashley. ¿No es así? -un hombre de barba recién afeitada y pinta de Aladino de Disney, me acaricia el hombro mientras me recibe. Priscila se hace a un lado, de seguro, fastidiada. Rugí imperiosa de victoria desde mis adentros.
-Así es. Esa soy yo.
-Me llamo Rajá. Vas a trabajar aquí 2 semanas. Empieza con la danza del tubo, y luego en telas. ¿Necesitas vestuario? Hoy será el tema: "Labios compartidos". Usaremos el rojo, naranja y marrón. Avísame si no tienes nada que combine con eso.
El lugar se asemeja mucho a un antro. Pero es elegante, con olores y pinturas afrodisíacos y de estilo permanentemente otomano.
Lo noto en la manera en que las demás se mueven practicando. Sus cinturas son parecidas a la silueta de un reloj de arena. Tienen piernas morenas, cubiertas de aceite, y un maquillaje que cubre sus caras ovaladas. Es danza árabe. La huelo, la siento en el aire y no me resisto. Amo danzar, amo sentir esa corriente de libertad a través de mi cuerpo. Es arte, es vida, soy yo. Y eso nadie podrá negármelo.
-¿Te gustan? -Aladino me mira, rompiendo mi trance.
-¿Puedo bailar danza árabe yo también? -le pregunto.
-Vas a realizar tu propio solo. Haz algo que yo apruebe. -detiene la música de las bailarinas y ellas entienden que deben retirarse. -Anda, el escenario es tuyo.
Me acerco, excitada, con el ritmo en mis latidos. Pero... ¿Qué latidos? No tengo alma. Estoy muerta. Y me siento muerta. Pero ahora, voy a sentirme viva.
Rajá pone una pista melodiosa, parecida a un baile tradicional, pero con violines duros y firmes. Levanto las manos sobre mi cabeza y giro las muñecas. Cierro los ojos, y empiezo a mover fuertemente mis caderas. El ritmo va en aumento. Y yo las contoneo, y giro, y doy vueltas, mis pies saltan, mis manos ruedan, mis piernas marcan una figura ancestral en el suelo.
Esta figura soy yo. Esta soy yo, Ashley. Siento la música fluir dentro de mí. Doy un paso fuerte, y giro mi cabeza, al tiempo en que mi cabello la sigue como un caracol. Doy palmas y muevo mis glúteos, la melodía va descendiendo, se va apagando, mis caderas van al compás, poco a poco arqueo la espalda lentamente con las manos danzarinas, y termino en una pose característica.
Cuando abro los ojos y veo el rostro de los demás, Rajá esta sonriendo como si se hubiera ganado la lotería, busco en la multitud de chicas y pocos miembros del Club y se perfectamente que Priscila perderá su clientela y que se muere de envidia.
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La sonrisa de la muerte.
RomanceAshley es una chica rebelde. Nunca se enamora, y lleva consigo un pasado asqueroso. No es igual a las demás. Su familia ha muerto. Ahora, se considera una nómada adolescente. La muerte quiere probarla. La sigue, la merodea, pero nunca tiene el pla...