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- Oh, perdón, la desperte. - Murmuró una enfermera mientras cambiaba el suero vacio por otro.

Le negué con la cabeza, sonriendo a medias. - No se preocupe, tengo el sueño sensible.

- Ay, ¿y su novio también? - Pregunti divertida.

- ¿Qué?¿Qué novio? - La miré como si tuviera tres cabezas.

Ella me señaló con los ojos al lado mio y yo volteé, encontrandome a Seokjin acostado en el sofá con su propio abrigo, arropandolo. Estaba durmiendo incómodamente  con la cabeza echada hacia atrás contra la pared.

Verga vale, éste si es porfiado. Se supone que debería de estar en la agencia, o en su casa, no sé.

- ¿Cuando llegó?

- Nunca se fue, los demás se fueron hace rato después de que usted se quedó dormida, pero él pidió permiso para quedarse aquí...que buenos amigos tiene. - Me sonrió. Le dio la última mirada a Seokjin y enseguida salió del cuarto, cerrando la puerta suave para no despertarlo.
Sólo espero que el gordo no se arreche con él.

Volví a echarme a la cama y me quedé viendo el techo. En un momento ladeé la cabeza y miré por unos segundos el gotero del suero, ya me sentía mejor, la cosa me estaba regresando lo que había perdido.

Cerré mis ojos y a los segundos me quedé dormida, otra vez.














Abrí los ojos pesasamente. Miré a un lado y Seokjin estaba sentado en el sofá, revisando su teléfono.

- ¿Qué hora es? - Pregunté repentinamente, frotando mis ojos.

El morocho rápidamente me miró, sonriéndome dulce y alegremente.

- Las once y media. - Respondió manteniendo su teléfono en la mano. - ¿Cómo sigues?

- Mejor. - Le sonreí de lado. Me fijé en su celular y no pude evitar preocuparme. - ¿El CEO no te a llamado la atención? - Le señalé la broma.

Él rió por lo bajo, negó con la cabeza. - No, de hecho me dejó quedarme. - Encogió los hombros.

- ¿Si? Porqué después no quiero escuchar que te esté regañando por quedarte aquí sin necesidad. - Solté con precaución, causando su risa más sonora. Él se acercó un poco más en la cama apoyando sus codos al costado de mi brazo.

- Es necesario para mi, tranquila. - Me dijo mientras me daba una sonrisa más melosa. Ay no.

- Se puede decir que tu apodo da el mérito, Kim. - Hablé de la nada, viendo su cabello oscuro y brillante.

- ¿Te gusta? - Preguntó mientras se acómodaba por impulso.

- Ajá. - Asentí y casi sin darme cuenta ya estaba curvando mis labios por una sonrisa penosa. - Te queda bien.

- Entonces no me lo cambiaré nunca. - Respondió con emoción fijida haciendome reír.

En ese momento, la puerta se abrió y yo agrandé los ojos al ver a Daniel entrar rapidamente todo cubierto.

Coño e la madre.

Me encogí los hombros y de reojo vi que Seokjin estaba estático, mirando a Daniel cerrar la puerta despacio.

- Dios, Andreina, ¿por qué demonios no me dijiste que estabas en el hospital? - Acusó acercandose a la cama, pero al voltear y fijararse bien quién estaba a mi lado ya que antes se tuvo que girar rápido para cerrar la puerta para no hacer ruido, quedó claramente sorprendido. - ¿Seo-Seokjin-sunbae? - Los dos torpemente hicieron una reverencia sin palaba alguna. Juré que casi se dan en las cabezas.

La Catira De Kim Seokjin © √ K.SKJDonde viven las historias. Descúbrelo ahora