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Extrañarlo era esos sábados, que ni siquiera me dejaban llegar a la mañana y atacaban desde la medianoche, con la sensación de un vacío que arde y se estanca en mi garganta en espera de un llanto que es rehusado y pierde sentido después de tantas veces ocurrido. Hasta mis ojos parecían estar esperando el riego, a pesar de ser párpados pesados y ojeras como adornos.

Extrañarlo era mirar largas horas por una ventana que siempre entregaba la misma película, sentirse ínfima en comparación con la masividad de afuera, con las miles y desconocidas historias caminando en todas direcciones, con finales y principios en círculos. Huir hacia el cielo, verlo cambiar y preguntar por qué mis días se repiten. Anhelar esos atardeceres más que nunca, esperando ayude a brindar un poco de esos recuerdos inútiles. Leer el mismo libro ochenta veces.

Extrañarlo era tomar mi cabeza entre ambas manos, desesperada. Cansada de sentir las mismas cosas una y otra vez sin encontrar salida. Sin saciar mi necesidad de él.

Extrañarlo era tratar de continuar a pesar de eso, tratar de explicar por qué, no tener respuestas, seguir preguntando.

Extrañarlo era descubrir nuevas maneras de hacerlo. Quedarme sin ocasiones en la naturaleza para compararlo. Dejar espacios libres en mi corazón.

Extrañarlo era mirar el reloj y descubrir que siempre sucedía con más intensidad a las 4, hora en donde quisiera poder jugar con la muerte y hacer que eso que me impedía viajar hacia él en sueños, dejara de existir.



¿Es esto un posible spoiler? Maybe.  

#ToBYGWhere stories live. Discover now