Desperté, aún el primer rayo de luz, estaba por nacer, el silencio se acumulaba en las paredes, sólo pensaba en su rostro pálido y a veces trigueño, en su sonrisa fría, en su nariz haciendo alarde, con cada respiración...
Traté de convertir el silencio en verso, en quizá escribirle algún poema que sabía que jamás leería, en decirle que a veces me resulta repugnante cada metro, cada kilómetro que me separa de él..
O confesarle entre sollozos que también en ocasiones, agradezco esos metros, esos kilómetros, esa ausencia que se refleja en mis espejos, y que se lanza por mi ventana cada luna llena...
Esa incesante angustia, ese dolor de cabeza, porque conforme pasa el tiempo por mi reloj siento que mis palabras se hacen eternas en su memoria, cada segundo se convierte en una resta, en un kilómetro menos, en el que me voy descubriendo, en que me voy...
Desdibujando, decostruyendo, y sí también destruyendo, para hacerme mejor, quizá, no tengo la certeza, pero cada paso, me aleja más de ese absurdo pasado que sólo me causa angustia, cada recorrido a su hogar descubro entre paisajes otra razón para amar, lo cual me es suficiente, al menos por ahora...
Me resulta complicado en esta madrugada, abrir mis ojos. no recuerdo anoche a que horas me dormí, es ahora ese instante en que el silencio se desvanece, entre motores de diversos carruajes de contaminación. que pasan con crudeza por el asfalto frío, que aún parece muerto.
No he querido revisar el reloj, nunca me ha causado tal impresión la hora del día en que me encuentre, quizá es por eso que soy impuntual a veces, o también esa reflexión eterna, inconclusa, que busco hallarle respuesta, justo en el momento que debo salir.
Unas cuantas palabras, se paseaban por mi mente, pero mis manos, aún dormidas, no precisan ese arte de escribir, justo en este instante, sé que debo verlo hoy, han pasado ocho largos días, en los que sin contar detalles, sabíamos uno del otro, lo necesario, lo estricto, nos hacíamos compañía por medio de expresiones cortas, por lectura entre líneas, una rareza quizá, debo admitir que escuchar las historias de amor de los demás, me resultan fascinantes, en la medida en que se descubren unos a otros, y se decepcionan múltiples veces, pero hallan diversas salidas, historias que se parecen unas con otras, que se deducen, se pronostican, y al final aunque cada pareja dice, que lo de nosotros, no lo tiene nadie, en otro lado de la misma ciudad, se sonríen otros amantes, susurrándose palabras exactas. Planean cada mirada, y en su superficialidad, no empatizan en lo más mínimo con su ser amado. No obstante, al tener el lápiz escribiendo esto, sé que nuestra rareza, si no es de nadie, por razones que desconozco, o que nunca he podido describir, por eso que se queda en silencio, por eso que se omite, por eso que se reserva, por ese beso que se roba, por ese instante en que se regala un abrazo, por ese día que lloró a mi lado, por esa dificultad que nos hizo replantearnos, porque no nos soportamos, porque nos amamos, pero también nos admiramos, y competimos cada segundo, en un reto distinto y más complejo...
Así pasaron unos 20 minutos, en una extensa reflexión, que no me lleva a ninguna parte. pero bueno, en esos momentos ya nació la luz de nuevo, y afuera, se oyen alaridos con diversos acentos, rugen motores sobre el asfalto, y afortunadamente ha llegado aquel momento, espero uno de esos carruajes, que tanto critico y voy a verlo...
Cinco o cuatro instantes después, ya estaba ahí, al frente de su puerta, expectante, como siempre, tratando de descifrar por su voz, que se alza diciendo "Siga golpeando", ¿Cómo es que su amor, me tiene escribiendo en prosa, y despertando a la madrugada?
