Capítulo 27 ✔️ [Corregido]

8.6K 712 130
                                    

Hay que bailar, porque: 
Comer; Engorda.

Beber; Embriaga.

La Mota; Apendeja.

Y el Amor; Duele

Karina Velasco.

Despierto por unos constantes golpes en la puerta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Despierto por unos constantes golpes en la puerta. Gruño molesta y salgo de la cama. Me fijo en que Ian, aún duerme profundamente, tiene la boca un poco abierta y un hilo de baba se le cae de ella. Reprimo la risa y salgo de mi habitación sin hacer ruido.

—Voy —digo de mala gana cuando vuelven a tocar la puerta.

—Pensé que te habían secuestrado. —Mi madre y mi abuela entran apresuradas a mi pequeño cuatro por cuatro. Giro los ojos y cierro la puerta.

¿Cómo haré para que se vayan antes de que Ian despierte y me muera de vergüenza?

—Vosotras fueron las que se me perdieron de la vista a mí —las acusó. Ambas se miran entre sí y después me miran a mí. Sé que esconden algo, las conozco, están nerviosas.

—¿Estás con alguien? —No sé a qué viene la pregunta, pero ahora la nerviosa soy yo. Como ven que sigo callada mi madre continúa—. Acabo de escuchar la puerta de tu baño cerrarse —réplica. Asiento lentamente pensando qué mentira decir.

—Clara se quedó conmigo, iremos a hacer unas diligencias. —No soy buena mintiendo.

Cuando estoy nerviosa, hablo más rápido de lo normal y busco a sonreír, ni hablar cuando tengo que mentir, me pongo tan pálida como una hoja de papel. Sin embargo, no sé si los dioses del Olimpo han conspirado a mi favor o si simplemente quieren creerme, pero lo hacen.

—Bueno, nosotras nos vamos, entonces. —Mi abuela tira de mi madre para salir de mi piso y esta última se niega un poco, pero termina haciéndole caso a la primera.

Me quedo parada frente a la puerta viendo el lugar por donde las dos mujeres más... ¿Cómo decirles? ¿Averiguadoras? Sí, quedémonos con esa palabra, acaban de salir, sin cuestionar, sin preguntar más, nada, solo se fueron.

Cierro la puerta y me doy vuelta, encontrándome con Ian, recostado en el umbral de la puerta de mi habitación viéndome fijamente. Me pone nerviosa.

—Buenos días —saluda educado. Su voz es más ronca, deduzco que porque acaba de levantarse, le sonrío tímida.

¿De dónde salió esta timidez si ayer le pedía que me diera desde atrás? Me sonrojo ante el recuerdo y muerdo mi labio.

—No hagas eso —pide y da un paso hacia mí. No entiendo a que se refiere, pero no tarda en aclararme—. No te muerdas el labio —sentencia. Alzo una ceja desafiante.

Sr. Lombardi. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora